Gregorio
salió al jardín para recoger las hojas que caen en otoño. Cogió un rastrillo y
agrupó las hojas en un montón muy grande. Limpió la gardenia de ramas secas y
regó las plantas que estaban a punto de germinar. Gregorio se encontraba muy
alegre porque le agradaban mucho los campos y la agricultura, por eso, de
mayor, quería ser guardabosques. El día era gris, como casi siempre en otoño, y
pronto comenzó a llover. Gregorio se guarneció debajo de un árbol muy gordo para
protegerse de la lluvia.
-¡Oh!
¿Qué es esto? -se preguntó el niño.
En el
tronco grueso y gordo del árbol había una grieta bastante grande. Gregorio
asomó la cabeza y descubrió una gruta gris y tenebrosa.
¿Sería la
guarida de un animal peligroso? ¿Sería una gruta mágica o sería, simplemente,
una grieta de árbol viejo?
Gregorio
no lo sabía y decidió averiguarlo. Con la garganta seca por los nervios y un
sabor amargo en la boca, penetró en la gruta.
-¡Hola! -dijo
una voz.
-¡Ah! -gritó
Gregorio aterrorizado.
-¿Quién
es? -preguntó con un gorgorito en la voz.
-Soy yo -respondió
alguien desde el suelo.
Gregorio
bajó la cabeza y descubrió a un grillo negro muy serio sentado sobre un
garbanzo.
-Soy el
grillo Gordillo, el guardián de la gruta del árbol mágico. Por ser bueno y
recoger las hojas del jardín puedo concederte dos deseos.
Gregorio
estaba encantado. Un grillo mago, llamado Gordillo, iba a concederle dos
deseos. ¡Era genial!
-¡Quiero
ser mayor! -exclamó sin dudarlo un segundo.
El grillo
Gordillo que seguía sentado, muy grave, sobre el garbanzo, dio unos pases
mágicos y sucedió el prodigio.
Gregorio
comenzó a agrandarse y agrandarse hasta que quedó completa-mente pegado a las
paredes de la gruta.
-¡Socorro!
¡No me puedo mover!
El grillo
Gordillo había cumplido lo acordado y había hecho a Gregorio tan mayor que era
tan grande como el tronco de árbol y no cabía por la grieta. ¡Nunca podría
abandonar la gruta mágica!
-¡Por
favor! –suplicó. ¡Quiero volver a ser pequeño!
El
grillo, con un gesto muy gracioso, realizó los pases mágicos adecuados y
Gregorio encogió hasta volver a ser el mismo de siempre.
-¡Muchas
gracias! -dijo Gregorio aliviado.
-Siento
no poder concederte más deseos. Quizás si vuelves mañana...
Gregorio
le agradeció mucho su buena intención y abandonó a toda prisa la gruta. Estaba
claro que el grillo Gordillo era un malísimo mago. Pero, aún así, Gregorio
decidió pensar toda la noche el deseo y regresar a la mañana siguiente.
¡A ver si
tenía más suerte!
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario