Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 15 de junio de 2012

El pájaro sabio

138. Cuento popular castellano

Eran tres hermanas modistas. Y un día estaban cosiendo jun­tas, y da un suspiro la mayor. Y la pregunta la pequeña:
-¿Por qué suspiras, hermana? ¿Qué te pasa?
-Nada, que digo que si me casaría con el panadero del rey, ¡qué feliz sería yo!
Y la dice la segunda:
-¿Por eso suspiras? Pues, si yo me casaría con el cocinero, sería la mujer más feliz del mundo. Y dice la pequeña:
-Pues, si yo me casaría con el hijo del rey, prometería que le había de traer dos hijos como dos soles y una niña con una estrella en la frente.
Y el hijo del rey lo estaba escuchando y llamó a la puerta. Las tres hermanas se asustaron, creyendo que las castigarían. Las mandó subir al carruaje y las llevó al palacio. Y se celebra­ron las bodas. Las dos hermanas, que se quedaron en palacio para servir a la pequeña, tenían mucha envidia.
Ya quedó en estao la pequeña. Se levantó una guerra, y tuvo que marchar el hijo del rey y dejó a su mujer al cargo de las dos hermanas. Mientras el rey estuvo allá, dio a luz un niño como un sol. Le cogieron en una cesta las hermanas y le presentaron a la madre un perro. Y el niño le tiraron a ahogar. Y escribieron al rey diciendo que su señora había traído un perro. Y el rey, muy indignao, la mandaba matar; pero le aconsejaron que esperase un poco, y no la hicieron nada.
Y el niño que habían tirado a ahogar, le habían recogido unos viejecitos que vivían a orilla del río. Le criaron con leche de cabra y le cuidaron como hijo. Vuelve el rey para casa -y encinta otra vez. Y al poco tiempo vuelve a marchar. Y la mujer volvió a dar a luz mientras estuvo allá. Trae otro hermoso niño, como un sol, y la presentan las hermanas un gato.
-Hermana, tú decías que traías dos niños como dos soles, y mira lo que has traído: un perro y un gato.
Y ella, la pobre, toda asustada. Las hermanas cogen el niño y lo tiran a ahogar en una cesta. Y los mismos viejecitos le reco­gieron. Y escriben al rey otra vez y le dicen:
-Sabrás como su señora ha dado a luz y ha traído un gato.
El rey, muy enfadao, decía que eso no era lo que le había pro­metido; pero al fin no la hizo nada. Vuelve para casa, y después de estar tan alegres y contentos, vuelve a marchar. Y se la deja encargada a las hermanas. Da a luz y trae una hermosa niña, con una estrella en la frente. Y sus hermanas, llenas de envidia, la presentan un monstruo de carne. Y la niña la tiran a ahogar. La recogieron los mismos viejecitos. Y las hermanas escriben al rey diciéndole que su señora había traído un monstruo de carne. Y el rey entonces la mandó emparedar, y que todo el que pasara por allí tenía que escupirla; y si no, tenía pena de muerte.
Vino el rey -y su mujer emparedada. Ya pasó mucho tiempo, y un día los viejecitos, donde estaban los niños, se murieron. Que­daron los tres hermanos juntos. Un día fue una pobre a pedir, y estaba la hermana sola. Y la dio una limosna. Y después de dár­sela, dice la pobre:
-¡Qué casa más mona es ésta! ¿Me la quiere enseñar?
Y ella se la enseñó. Y la dice la pobre:
-Tres cosas le hacen falta: el pájaro sabio, el agua amarilla
y el árbol que canta.
Y la niña se apresuró a preguntar dónde estaba eso. Pero sin saber por dónde, se marchó la pobre, porque era la Virgen. La niña se quedó muy triste hasta que fueron sus hermanos. Y ella les contó lo que le había pasao. Y dijo el mayor:
-Pues, yo voy a buscarlo. Aquí os dejo esta botella. Cuando veáis que arde, es que me he muerto o me estoy muriendo.
Cogió un caballo y se marchó. Después de andar largo rato, encontró un hombre, sentao en una peña, que le llegaban las bar­bas hasta el suelo, y le preguntó:
-Dígame usted. ¿Me dirá dónde está el pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que canta?
Y el hombre le dice:
-Mira, súbete ahí arriba. Pero tápate bien los oídos para que no oigas nada. Y aunque te insulten y te digan lo que quieran, no vuelvas la cara, porque, si no, te quedas piedra negra.
Pero a los gritos él volvió la cara, y quedó piedra negra. Y la hermana vio que ardía la botella y empezó a gritar: 
-¡Hermanito muerto!
En seguida el otro hermano preparó otro caballo y se fue a buscarle. Dejó la misma señal a su hermana, la botella, y encon­tró al viejo y le preguntó si había visto pasar a un joven buscan­do el pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que canta. Le con­testó que sí; pero que se había vuelto piedra negra. Y entonces él dijo que cómo podría él buscar esas tres cosas. Y el viejo le dijo:
-Sigue la cuesta arriba y las encontrarás. Pero no vuelvas la cara atrás, aunque te insulten. Te pasará lo mismo que a tu hermano.
Él a las voces no hizo caso; pero volvió la cara, y quedó pie­dra negra.
La hermana vio que ardía la botella. Se viste de caballero y les va a buscar. Y encuentra al mismo viejo. Y le preguntó si había visto pasar un joven en busca del pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que canta. Y le contestó que sí; pero que a los insultos había vuelto la cara, y se había convertido en piedra ne­gra. Y entonces ella le dice:
-¿Cómo podría yo hacerme con las tres cosas y mis hermanos? Y le dijo el viejo:
-Tápate bien los oídos, no vuelvas la cara atrás y en subien­do la cuesta encontrarás las tres cosas. Pregunta al pájaro sabio lo que has de hacer.
Y ella así lo hizo. La insultaban, la chillaban; pero no hizo caso. Siguió adelante hasta que subió arriba. Una vez arriba, preguntó:
-Y ahora, ¿qué hago yo?
Y el pájaro la dice:
-Coge una jarrita de agua de la fuente, corta una ramita del árbol y luego echa agua en las piedras hasta que encuentres a tus hermanos.
Y ella así lo hizo. Allí salían duques, reyes, gitanos -de todas clases, que habían ido a buscar el pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que canta-, y sus hermanos. Luego que encontró a sus hermanos, se reunieron todos y la dieron las gracias. Cogieron las tres cosas que buscaban y se fueron para casa.
Cuando bajaron la cuesta, ya no encontraron al viejo. Había desaparecido por el misterio de la hermana, como había cogido ella ya las cosas esas. Llegan a casa y preguntan al pájaro:
-¿Dónde quiere que os coloquemos?
Y el pájaro les dijo:
-La ramita del árbol en la buerta, y en medio, la fuente, y a mí me colocan en la habitación donde tú duermes.
Desde aquel día no hacían nada sin consultar con el pájaro. Un día dice uno de los hermanos:
-Vamos de caza.
Y la hermana contestó:
-Deja, lo consultamos con el pájaro sabio a ver lo que dice.
Y contestó que sí, que irían -que se irían para el monte. Y en efezto marcharon. Y aquel mismo día estaba el rey de caza. Y se encontraron. Y el rey, al verles, quedó enamorado de ellos. Los invitó a ir a su casa; pero ellos dijeron que no podían, que tenían una hermana y no sabía nada; que ya se lo dirían a ella, a ver si les dejaba. Y entonces, con su permiso, marcharían al otro día.
Fueron a casa y se lo contaron a la hermana. Y ella fue a co­municárselo al pájaro. Y le dice:
-Mis hermanos quieren ir otra vez de caza. Les ha invitado el rey y quiere que vayan con él a su casa. Tú dirás si les con­viene o no.
Y el pájaro contestó que sí, que se irían. Y así fue. Se encontra­ron en el bosque, y el rey, muy alegre, les llevó a casa. Y al llegar a palacio ven que todos escupen a una mujer emparedada. Ellos no lo hicieron. Luego que entraron, les dice el rey:
-Por ser la primera vez os perdono por no haberla escupido.
Y ellos dijeron que como no sabían nada... Pasaron el día muy alegres. Después los hermanos invitaron al rey a que les acompañara a casa. Al llegar a la casa de los hermanos, sale una armoniosa música a recibirles. Y el rey contesta que qué musica tan alegre es ésta. Los hermanos contestaron que era el pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que canta. Le invitaron a cenar. La hermana fue a consultar al pájaro a ver qué cena ponían al rey. Y el pájaro contesta:
-Un pepino en un plato, un cuchillo y tenedor. Y dice la hermana:
-Pero, ¿cómo le voy a dar yo eso?
-Te lo digo yo y nada más.
Preparan la cena. Se van a cenar. Y al rey le sirven el pepino. El rey se quedaba mirando, como todos cenaban y a él no le daban más. Y coge el cuchillo y el tenedor y parte el pepino, y se convierte en perlas. Y entonces el rey dice:
-¿Cómo era posible creer que un pepino se convierta en perlas?
Y el pájaro contesta:
-Tampoco es posible poder creer que tu mujer haya traído un perro, un gato y un monstruo de carne. Siendo así que tienes aquí dos hijos como dos soles, y una niña con una estrella en la frente.
Entonces el rey se levanta y les dice:
-Veniz, hijos míos, a sacar a vuestra madre de penas.
Se fueron para casa y desemparedaron a la madre. Y llama­ron a las hermanas y les presentaron los hijos. Y lo negaban. Y mandó el rey que las ahorcaran. Y ellos vivieron mucho tiem­po felices.

Quintana Díez de la Vega, Palencia. Narrador XVII, 18 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. anonimo (castilla y leon)


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