Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 15 de junio de 2012

El ladrón arrepentido

182. Cuento popular castellano

Este era un ladrón facineroso que había hecho muchas muer­tes y muchos estragos. Un día dos religiosos fueron a pedir po­sada a su casa, y la mujer les dijo que ella les recogería, pero que tenía un marido que era un ladrón facineroso y que les ma­taría, si ella les daba posada. Y dijon los religiosos que si no tenía adonde meterles que no les viera su marido. Y ella dijo que sí, que tenía un pajar con un poquito de paja.
-Bueno, pues ahí nos meteremos en un rincón.
Y la mujer les recogió.
Y después llegó el ladrón facineroso de hacer sus estragos. Y mandó a su mujer que pusiera la cena. Y cuando estaban ce­nando, con gran regocijo, dijo la mujer:
-¡Nosotros cenando con gran regocijo, y otros llenos de agua y muertos de frío!
Y por fin, suspirando, dijo a su marido que habían llegado dos religiosos llenos de frío, y ella les había recogido. Y fue el ladrón y dijo que aónde estaban esos pobres.
-Esta noche esos pobres han de cenar en nuestra compañía. Y la mujer dice:
-Si me das palabra de honor de no meterte con ellos, yo te diré dónde están.
-Sí, que han de comer con nosotros, y no me he de meter con ellos. Dime dónde están.
Fueron allí aonde estaban los religiosos, y les dice el ladrón que salgan, que tienen que cenar en compañía de ellos. Y los re­ligiosos dijeron que no, que no les permitía la ley esa cena, ni tampoco cama, que su cama tenía que ser un tablao o un costal de paja. Y él dijo que sí, que tenían que cenar con ellos. Y si no querían cenar, que tenían que estar allí en compañía de ellos.
Y ellos cenaron, y los religiosos no. Y estuvon presentes durante la cena. Y después que concluyeron, les quíson poner cama, y ellos dijon que no, que su cama tenía que ser un tablao o un costal de paja. Y como iban muy mojados y llenos de agua, puson los hábitos a secar.
Y entonces el ladrón les preguntó que si habría salvación para un hombre que había hecho muchas muertes y muchos estragos de vida. Y le dijon los religiosos que sí, que teniendo un dolor de haber ofendido a Dios y un gran arrepentimiento de todos los estragos que había hecho, que sí, que confesándose, que aunque tuviera más pecados que gotas de agua tiene la mar y arenas tiene la tierra, que había salvación.
Y el ladrón entonces se confesó, se acusé como los religiosos le habían dicho. Y después que concluyó, se fueron a acostar. Y después que se acostaron, uno de los religiosos (que era San Miguel) fue y puso los hábitos y el costal de paja en el peso, y como estaban llenos de agua, pesaban más que los pecaos que tenía aquel ladrón.
Y al día siguiente, al amanecer, estaba muerto el ladrón, y habían desapa-recido los religiosos. Y las campanas del lugar es­taban tocando solas. Y decía la gente:
-¿Qué hay? ¿Qué será?
El sacristán allí vecino decía que quién tocaba. Y fueron y vieron que estaba el ladrón muerto, con dos velas que le estaban alumbran-do.
-¡Un milagro! ¡Un milagro!
Entonces la mujer contó todo, que la noche anterior su mari­do se había confesao y se había acusado de todas las muertes y estragos que había hecho.
Y murió santo, pues las campanas tocaban solas y había dos velas alumbrándole. Y dicen que fue San Miguel y había pesao los hábitos y el costal de paja, y como estaban llenos de agua, pesaban más que los pecaos que tenía, y murió por eso santo.

Villabrágima, Valladolid. Narrador XLVII, 10 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. anonimo (castilla y leon)


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