Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 15 de junio de 2012

El herrero de frechilla


84. Cuento popular castellano

Cuando Dios andaba por el mundo, se acercó un día a la casa de un herrero. Y iba San Pedro en compañía del Señor. Y le dijo el Señor al herrero:
-¿Me podrá usted arreglar un reloj que tengo yo en el bol­sillo?
Y le dijo el herrero:
-Sí, señor. Dentro de cuatro días vuelva usted a por él. Volvieron a por él.
-¿Qué? ¿Está arreglao el reloj?
-Sí, señor.
Se le dio el reloj, y le preguntó el Señor:
-¿Cuánto es la compostura?
-Nada.
Y San Pedro le apuntaba con el dedo al cielo, dando a enten­der que pidiera el cielo por la cómpostura del reloj. Y el herrero, maginando que le decía que se colgara del techo, le volvía a repetir que no quería nada por la compostura. A los cuatro días se le desarregló otra vez el reloj. Volvieron a ir otra vez en ca el herrero.
-Oiga usted, maestro, se ha desarreglao el reloj. Buena com­postura habrá usted hecho para desarreglarse tan pronto.
-Bueno, pues dentro de unos cuatro días vuelvan ustedes a por él.
Y a los cuatro días volvieron.
-¿Está ya arreglao el reloj?
-Sí, señor.
-Me va usted a decir lo que le tengo que dar por él.
Y volvió a repetir el herrero que no le quería nada. Y el herre­ro tenía el alma mandada al demonio. Y San Pedro se arrimó a él y le dijo al oído que pidiera el cielo, que -era el Señor aquél -que todo lo que pidiera era concedido. Y dijo el herrero que él no quería el cielo; que no quería más que una silla y que se colocara al pie de la tobera, y que el que se sentara en ella que no se levantara hasta que él no se lo mandara, y un árbol en la puerta de la calle lleno de peras, que el que se subiera a por peras no se podría bajar hasta que él no lo mandara. Y se lo concedió el Señor.
A los cuatro días viene el demonio a por el herrero y le dice:
-Mira, vengo a por ti. Ya es tiempo que vayas al infierno, pues te ha llegado el día.
-Bueno -le dice el herrero-. Siéntate ahí en esa silla mien­tras que mis criados sacan la calda esa.
Se sienta el demonio en la silla, y el herrero les manda a sus criados calentar los espetones. Y así que les sacaron ya queman­do, como el demonio ya no podía levantarse del asiento, empen­zaron a meterle los espetones en el pecho y le puson hecho una criba de bujeros. Por fin el herrero le mandó levantar de la silla, y se marchó ya al infierno. Y al llegar solo al infierno, le pregun­tan sus compañeros que cómo no llevaba al herrero.
-Me ha mandao sentar en una silla que está al pie de la tobera, y me han puesto el cuerpo como una criba de bujeros. Si vais ande el herrero, no sos sentéis en la silla.
A los pocos días va otro demonio a por el herrero.
-Vengo a por ti, ya que el otro compañero no ha podido con­tigo.
-Bueno, pues en cuanto saquen la calda los criados, comemos y nos vamos allá. Súbete ahí al árbol, a coger unas peras pa comer.
En tal estanto, sube a por unas peras, y calentaron los espe­tones los muchachos. Y como no se podía bajar el demonio del árbol, le puson el cuerpo hecho una criba de bujeros. Y no pudo llevar al herrero al infierno.
Y a los tres o cuatro días viene el carretero de Villamuriel con una hacha al hombro y va pa en cá el herrero y dice:
-Oye, ¿quieres venir?
-¿Ande vas?
-Al infierno.
-Aguárdame, cojo las tenazas y voy contigo.
Llegan a la puerta el infierno. Llaman a la puerta, y les res­ponden:
-¿Quién es?
-El carretero de Villamuriel y el herrero de Frechilla. Abren la puerta del infierno y están rajando una viga de un lagar. Y les dice el carretero:
-¿Qué hacéis?
-Vamos a hacer astillas esta viga para quemarsos.
-Estamos diseando de arder. Quitaisos, que nosotros la abri­remos, que yo lo entiendo bien, que soy carretero.
Se puso el carretero a abrir la viga y le dice al herrero:
-Mete ahí una cuña en esta punta.
La fueron abriendo, y ya que les faltaba poco para abrirla, les dijo el carretero a los demonios:
-Ya me canso de dar golpes a la viga. Sobre que sois gente de sobra, la mitad tira por un lado y la mitad por otro.
Y se puson los demonios a tirar. Y al tirar unos por un lado y otros por otro, el carretero pegó un porrazo a la cuña, saltó, y se juntó la viga, y se quedaron allí los demonios con las uñas presas.

Astudillo, Palencia. Narrador LXXXVII, 13 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. anonimo (castilla y leon)

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