Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 27 de mayo de 2012

El pájaro parlante

Hubo un hombre que tenía un pájaro domesticado, muy parecido a un estornino, y el animal era tan inteligente que su dueño pudo enseñarle a hablar.
En cuanto el pájaro hubo aprendido tal habilidad, su dueño empezó a recorrer el país con objeto de mostrarlo en todas partes a cambio de dinero, y así los dos llevaron una vida muy agradable y fácil, pues en todo, los pueblos despertaba la mayor admiración la habilidad del pajarillo y su amo apenas podía llevar las cuerdas de monedas que ganaba.
Así continuó la cosa durante varios años hasta que, en cierta ocasión, cuando ambos se hallaban lejos de su casa, el amo se vió un día sin dinero y sin medios de regresar a su propio pueblo, porque gastaba mucho sin pensar en el día de mañana. Estaba el buen hombre muy perplejo acerca de lo que podría hacer, cuando el pájaro le dijo:
-Oye, ¿por qué no me vendes? Procura introducirme en el palacio del príncipe. El me comprará por una buena suma y así tendrás lo suficiente para volver a tu casa.
-No puedo hacer eso, mi querido pájaro le contestó su dueño-. No podría separarme de ti. Eso me causaría demasiada pena.
-No te importe -le contestó el pájaro-. No por eso me perderás. Espérame a cierta distancia del pueblo y debajo de aquel árbol tan grande donde nos detuvimos el otro día.
El hombre aceptó el consejo y, llevando al pajarillo sobre su mano, empezó a charlar con él mientras caminaba hacia el palacio.
Un criado se dio cuenta de aquella maravilla y, en el acto, se apresuró a comunicarla al príncipe. Este, deseoso de ser testigo de aquel caso raro, ordenó que introdujesen inmediatamente al hombre y al pájaro y una vez los tuvo en su presencia y se hubo convencido de que, realmente, el pájaro hablaba tan bien como una persona y aún con mayor gracia y agudeza, manifestó deseo de comprarlo.
Pero su dueño le contestó que ambos estaban ya acostumbrados a vivir juntos y que ninguno de los dos podría soportar la pena de una separación.
Entonces el príncipe se volvió al pájaro y le preguntó:
-¿Te gustaría vivir aquí?
-¡Oh, mucho, señor! -contestó el pajarillo-. Pagad a mi amo diez libras de plata por mí, pero no le deis más.
Contentísimo quedó el príncipe al oír aquellas palabras y, en el acto, indicó a un criado que se pagase al dueño del pájaro la suma indicada por éste.
Aquel hombre recibió las diez libras de plata muy bien pesadas y se alejó, gruñendo contra su mala suerte.
Mientras tanto el príncipe empeñó una larga conversación con el pájaro y luego ordenó a uno de sus criados que fuese en busca de un poco de carne para darle de comer. En cuanto el pajarillo hubo satisfecho su apetito, dijo:
-Si me lo permitiese Vuestra Alteza, quisiera bañarme.
El príncipe no tuvo en ello ningún inconveniente y ordenó a sus servidores que trajesen un cuenco de oro lleno de agua. Luego abrió la jaula para que saliera el pájaro y éste, metiéndose en el cuenco, chapoteó en el agua. En cuanto hubo terminado, emprendió el vuelo y fue a refugiarse en el alero del tejado de palacio. Allí se sacudió y se alisó las plumas y, al mismo tiempo, hablaba al príncipe. Pero cuando estuvo perfectamente limpio, exclamó:
-¡Adiós!, Alteza, me marcho.
Y, un momento después, se perdió de vista.
El príncipe se enojó extraordinariamente y, en el acto, dio órdenes para que buscaran al antiguo dueño del pájaro y lo llevaran a su presencia, pero fue en vano cuanto se hizo, porque aquel individuo había desaparecido.
No obstante, algún tiempo después, algunos lo vieron llevando nuevamente al pájaro en su compañía y, en efecto, eso era cierto, porque el ave se reunió, según había convenido con su dueño primitivo, y ambos, en extremo satisfechos y sin arrepentirse de su fechoría, regresaron a su propio pueblo y a su casa.


026. Anónimo (corea)

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