Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

viernes, 16 de enero de 2015

El tigre, el zorro y el hombre .581

Un zorro vivía con el tigre. Era su tío. Siempre lo llamaba tío tigre. Cuando carniaban un cabrito o cualquier otro animal, siempre comía él lo mejor y le daba al zorro las achuras, y tenía que conformarse el pobre zorro porque debía ser obediente a su tío tigre.
Cuando el tío tigre se llenaba bien, y el zorro le desobedecía en algo, le daba una penitencia. Decía:
-¡Zorro!
-Tío -contestaba el zorro.
-Vení, vamos a la cueva, llevame de la cola.
Iba obediente el pobre zorro porque le tenía miedo. Levantaba la cola del tigre y seguían los dos a la cueva. De rato en rato, el pobre zorro sentía un olor poco agradable. Pero no tenía que decir que eran olores dehagradables. El tigre le echaba bosta encima. El zorro tenía miedo.
-¿Qué sientes? -le decía el tigre.
-Florestica, florestica -decía por detrás, el zorro.
-¡Ah, bueno!
Seguían caminando y llegaban a la cueva. El zorro estaba cansado di hacer este trabajo y de ser obediente a su tío. Su tío era muy severo con él.
Un día, el zorro le dijo:
-Ya no voy a sufrir más mucho. Ahora lo voy a denunciar. Voy a avisar a los vecinos que es él el que se come la hacienda de todos los que estamos cerca de esta cueva. Voy avisar -dijo el zorro.
Durmió pensando, y al otro día temprano se fue a la casa de un señor vecino y le dijo:
-Señor, señor, el tigre se come toda la hacienda de todos los vecinos que están cerca de la cueva de él.
-¿Y dónde es la cueva? ¿Dónde 'tá ese animal bandido, po? -dijo el hombre.
-Por allá cerca, allá, en la montaña. Lejos, áhi 'tá la cueva del tigre. Ése es ¡malo, malo! Se come la hacienda di ustedes.
-¡Ahora va a ver el tigre! -dijo el hombre.
Se fue... el zorro, después de comunicar lo que él tenía la intención de hacer. Al día siguiente el tigre fue cazado por el hombre. Y le dice:
-No te voy a matar, pero vas a morir aquí, seco de hambre. Ponete abajo de esta piedra. Poné, te digo, tus patas bajo de esta piedra. Esta piedra aquí te va tener hasta que mueras.
Puso el animal las patas. Allí estuvo mucho tiempo. Y gritaba:
-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Que me muero di hambre! ¡Por favor, socorro! ¡Socorro!
Oyó un hombre que pasaba por allí cerca ese clamor. Llegó hasta el lugar y encontró al tigre. Entonces al verlo, el tigre se alegró y le dijo:
-¡Ay, por favor! ¡Señor hombre, haceme un favor! ¡Nunca más voy a volver hacer lo que hacía! ¡Perdoname! ¡Perdoname! ¡Haceme un favor! ¡Un favor! Es la última vez que me voy a portar mal. ¡Sacame esta piedra de encima! ¡Sacame esta piedra de encima!
-Güeno -dice el hombre.
Le sacó la piedra y le dejó libre.
Cuando estuvo libre, se abalanzó sobre él y le dijo:
-¡Te como! ¡Te como porque tengo hambre!
-¡No! ¡No me vas a comer vos! ¡No me vas a comer! -le dijo el hombre- porque yo te he salvado la vida. ¿Es posible que ahora me quieras comer? ¡No puede ser! ¡No puede ser! Vamos a buscar justicia. Vamos a apelar a un juez. Él tiene que resolver cuál de los dos tenemos razón. Yo que te he hecho un favor o vos que tienes hambre.
Se fueron los dos a buscar un juez. Encontraron un burro, un burro flaco, en el camino. Bien flaco. Le dijo el hombre:
-Mirá, burro, vos sos el juez de este lugar. Cuál de los dos tenemos razón, yo he librado a él debajo de una piedra grande, que se iba a morir. Pero él me quiere comer, me quiere comer porque dice que tiene hambre. Que no puede irse a buscar qué comer por otro lado, que me tiene que comer a mí. No puede ser, ¿no cierto, señor Burro?
Y entonce el burro, como tenía, resentimiento con el hombre, porque le hacía trabajar mucho, le dice:
-Que te coma, porque el hombre ha sido malo conmigo, me ha tratado mal. ¡Que te coma!
-¡Ha visto! ¡Tiene razón, tiene razón! -dijo el tigre.
-No, vamos a buscar otro juez -dijo el hombre.
Fueron a buscar otro juez y encontraron en el camino un caballo flaco, flaco el caballo. Y le dijo el hombre:
-Señor juez, este tigre me quiere comer. No puede ser.
Dijo el tigre:
-Pero yo tengo hambre.
-Pero yo te he salvado, po. Te he salvado, po -le dijo el hombre. ¿No es cierto que tengo razón, que debe reconocer?
-No, que te coma no más -dice el caballo- porque los hombres han sido muy malos conmigo, muy malos.
-¡No puede ser! ¡No puede ser! -dijo el hombre.
Se fueron otra vez en busca de otro juez. Encontraron en el camino al muy singular zorrito. 'Taba muy sentado en una piedra.
-¿Usté es el juez de este lugar? -le preguntó el hombre.
-Sí -dijo el zorrito, como siempre muy alerto. Yo soy el juez, y el juez que hace justicia. ¿Qué les pasa a ustedes dos?
-El tigre me quiere comer. Yo le hi hecho un favor. Le hi sacado una piedra grande de encima. Le 'taba apretando las patas delanteras. Se iba a morir di hambre ahí. Yo lu hi soltado. Ahora me quiere comer. ¿Es justo, señor juez?
-¡No! ¡No, no, no! Eso no es justo. Vamos al lugar y vamos a ver cómo estaba el tigre, y cómo libró usté al tigre.
Se fueron al lugar. Llegaron, y dijo:
-Señor Tigre, ponga usté sus patas como estaban. Y señor, usté, pongalé la piedra en la forma que lo encontró.
Puso el hombre la piedra. Dejaron de nuevo preso al pobre tigre.
-¡No! ¡No! -exclamó el tigre.
-Pero no, eso es justicia. Así se hace justicia -dijo el zorrito.
Y se fueron los dos con el hombre. Entonces le dijo el hombre:
-Ahora, por el favor que me has hecho, ¿qué puedo darte? ¿Cómo puedo pagarte este favor?
-Hombre, no tienes mucho que hacer. Me tienes que dar corderitos chiquitos, tiernitos, cuando yo te los pida y tenga hambre. ¿Quedamos así?
-Bueno, bueno -dijo el hombre.
-¿Sabes cómo vamos hacer para que vos sepas cuándo te dejo yo un corderito? En la estancia, en un chiquero, te voy a dejar un corderito chiquito, que te voy a criar a propósito para vos. Vos, cuando tengas hambre, llegas y dices: ¡Chita! ¡Chita! Y entonces el corderito sale y vos lo comés. ¿Conforme?
-¡Muy bien, amigo hombre! ¡Muy bien!
Quedaron así. Pasó mucho tiempo. El hombre, todas las veces que tenía hambre el zorro, tenía que dejarle un corderito. Y él llegaba: ¡Chita!, ¡Chita!, ¡Chita!, y se comía el corderito.
Bueno, se cansó el hombre. Un buen día dijo:
-¡Oh, este zorro ya me tiene cansado, muy cansado me tiene este zorro! Ahora no voy a dejar cordero. Nada voy a dejar. Ahora voy a criar perros, perros malos, que lo coman.
Crió los perros. Cuando llegó un buen día el zorro: ¡Chita!, ¡Chita!, ¡Chita!, junto al chiquero, salieron los perros grandes y lo han corrido y hasta darle alcance. Pero mientras corrían, el zorro gritaba, gritaba:
-¡Nietos y biznietos, quedan a cobrar esta deuda del hombre hasta el fin del mundo! ¡Nietos y biznietos, quedan a cobrar esta deuda del hombre hasta el fin del mundo!
De allí que el zorro se hizo dañino porque el hombre no había cumplido con él. Antes nu era. Cuando tenía necesidá de comer, pedía. Desde entonces, no pide, es dañino.

Santusa Osedo, 42 años. Rinconada. Jujuy, 1968.

La narradora es maestra. Nativa de este lugar lejano de la Puna, aprendió el cuento de la madre que era una gran narradora, pero que a los 80 años ha perdido la memoria. La familia es indígena.

Cuento 581. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

No hay comentarios:

Publicar un comentario