Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

Una casa paro pepón

En el lugar donde vivía el pequeño hipopótamo Pepón hacía mucho calor. El habitaba en un fresco río que fluía hacia el mar y ahí precisamente fue donde conoció a Alejo, el cangrejo ermitaño, y se convirtieron en buenos amigos.
Su amistad era un poco extraña, ya que los dos eran de lo más diferente. Por ejemplo, Pepón era mucho más grande que Alejo. A Pepón le parecía que ser un cangrejo ermitaño era estupendo, pues, en vez de tener un caparazón como el de los cangrejos corrientes, se introducen en caracolas que van cambiando de vez en cuando.
La caracola que Alejo tenía esos días era puntiaguda y de color rosa brillante, y la llevaba consigo a todas partes. A Pepón le parecía genial. El también quería una casa que pudiera llevar a todas partes en vez de tener que soportar el sol abrasador. No le gustaba pasar calor, pero no hay caracolas en las que quepa un hipopótamo, por lo que para estar fresquito debía quedarse en el río.
-¿Me agudas a construirme una casa? -preguntó un día Pepón a Alejo.
-Por supuesto -respondió Alejo.
Así que construyeron una casa con hojas y la ataron a la espalda de Pepón.
Éste quedó encantado y los dos se fueron a pasear por el río. Esta vez Alejo llevaba una nueva caracola amarilla. Al pasar junto a un león que estaba resfriado, éste estornudó con todas sus fuerzas y se llevó por delante la nueva casa de Pepón.
-¡Qué mala pata! -dijo Pepón.
Y se pusieron a construir otra casa, esta vez de bambú.
-Así no saldrá volando -dijo Pepón.
Pero apareció un elefante, y, qué casualidad, bambú es la comida favorita de los elefantes.
-Ñam, ñam -dijo el elefante. ¡Qué rico desayuno!
-Y se zampó la casa de Pepón.
-Te has comido mi casa nueva -se quejó Pepón.
-¡Oh! Lo siento mucho -respondió el elefante.
Alejo empezó a buscarse una nueva caracola, porque la amarilla
se le estaba quedando pequeña. De repente, un gran pájaro que volaba perezosamente por encima de ellos descubrió a Alejo sin caracola.
-¡Ah, cangrejo para almorzar! -exclamó.
Bajó a toda velocidad y atrapó a Alejo con sus garras. Alejo forcejeó y consiguió liberarse, pero cayó al suelo con un ruido sordo. Pepón corrió a ayudarle pero era demasiado grande y lento. Miró alrededor y descubrió una tumbona con una sombrilla, un cubo y una pala.
-¡Rápido! -gritó. ¡Por aquí!
Justo a tiempo, Alejo consiguió meterse debajo del cubo. El pájaro graznó encolerizado y se fue volando. Pepón arrellanó su trasero en la tumbona y se acomodó bajo la sombrilla. Se estaba fresco y a gusto.
-Alejo, seguiré viviendo en el río como hacía antes -dijo.
-Y yo me buscaré otra caracola -respondió el cangrejo.
Y los dos amigos regresaron al río, contentos de volver a casa juntos.


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