Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

La gata tita y el gallo

La granja Paraíso no era sólo un hospital. Había muchos animales que vivían allí permanentemente. Uno de ellos era la gata Tita. Cuando llegó a la granja Paraíso no era más que un cachorro y de eso hacía ya mucho tiempo. Sara y José le habían cogido cariño y enseguida pasó a formar parte de la familia. Lo que más le gustaba a Tita era acurrucarse tranquilamente al sol en una esquina del establo. Pero había algo que estropeaba la paz y tranquilidad de Tita: el gallo Charly.
-Pobre Tita, no soporta a Charly -dijo Sara un día.
-Bueno, es que es un escandaloso y tiene muy mala idea -dijo José.
Charly andaba por la entrada, vigilando a Tita con el rabillo del ojo.
-iQuiquiriquí!-cacareó a pleno pulmón.
Tita saltó de los brazos de Sara y echó a correr hacia el gallo. 
-¡No, Tita, no! -gritó Sara.
Pero Tita ya había saltado sobre el descarado gallo, que se puso a salvo en el gallinero gritando y cacareando. No era la primera vez, ni mucho menos, que Tita y Charly jugaban a este juego.
-¡Se te ha vuelto a escapar! -dijo José, riéndose.
Tita, muy enfadada, salió del establo en busca de un poco de paz y tranquilidad.
Pasaron unos días y Tita no estaba de humor para las bromas de Charly, pues le dolía el oído y cada vez que el gallo gritaba se sentía peor. Así que se acurrucó en su lugar favorito e intentó dormir.
-¡Quiquiriquí! -gritó Charly, de pronto, con todas sus fuerzas.
Tita pegó un chillido y salió corriendo por el patio. Charly pensó que había sabido asustar a Tita muy bien y volvió a gritar a pleno pulmón.
-¡Mira a Tita! -dijo José a Sara. Algo la ha debido de asustar.
Entonces vieron a Charly, que parecía muy satisfecho, y no les cupo la menor duda de que había vuelto a gastar una broma a Tita.
-¡Vamos, José! -dijo Sara. Tenemos que encontrar a Tita.
Y fueron al establo de las vacas.
-¡Mira! -dijo José. ¡Allí!
En aquel momento, Tita trepó por la pared y se subió de un salto al tejado del establo.
-¡Oh, no! -dijo Sara. Ahora ya no la vamos a poder coger.
Finalmente, Tita paró de correr. Ese estúpido gallo la había asustado de verdad. Tita miró a su alrededor. El suelo se veía muy, muy abajo.
Dio un par de pasos con cautela, pero de pronto se mareó y empezó a caer. Tita aterrizó con un batacazo. Se había escurrido del tejado y estaba atrapada entre el establo de las vacas y la pared.
-¡Miau! -gritó.
José y Sara fueron corriendo a buscar a su padre. Necesitaban su ayuda para rescatar a Tita.
-¡Papá, corre! -gritaron. Tita está en peligro. ¡Se ha caído del tejado!
José fue a buscar la jaula para gatos
y papá llevó un palo especial con un lazo en la punta.
-Eso no le hará daño, ¿verdad, papá? -preguntó Sara, preocupada.
-No, es sólo que no le va a hacer mucha gracia -dijo papá. Pero es la forma más segura de sacarla de ahí.
-Papá metió el brazo en la abertura. Estad atentos -bromeó, ¡no vaya a ser que yo también me quede atrapado!
-Tranquilo -dijo José. Nosotros te rescataríamos.
Al tercer intento, papá consiguió pasar el lazo alrededor de la cabeza de Tita, atraerla hacia él tirando suavemente
y meterla en la jaula para gatos.
-Vamos a la consulta -dijo.
Tita se sentó en la mesa de reconocimiento mientras papá la miraba con cuidado por todas partes.
-Por suerte, no tiene ningún hueso roto -dijo.
José y Sara suspiraron con alivio. Luego papá inspeccionó las orejas de Tito con un instrumento especial.
-Pero tiene una infección de oído, por eso debe de haberse mareado. Le voy a dar unas pastillas y que no salga de casa en una temporada.
-Se acabó lo de jugar con Charly -le dijo luego Sara, dándole un gran abrazo.
Tita se acomodó en un confortable sillón y se quedó dormida enseguida. No se dio cuenta de que Charly la observaba desde la ventana. Contento de ver que Tita estaba perfectamente, Charly volvió al gallinero y cacareó muy bajito... Le iba a costar guardar silencio, pero sólo sería hasta que Tita volviera a ser la de siempre.


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