Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 7 de enero de 2015

La fuerza de los caballos

El día de la Feria había un gran bullicio y ajetreo en la granja.
La mujer de Martín alimentó a los animales y recogió los huevos ella sola, ya que el viejo Martín estaba muy ocupado limpiando el tractor.
Todos los años, el viejo Martín paseaba a los niños en el remolque de su tractor. A los críos les encantaba, pero para el granjero suponía un montón de trabajo, pues antes tenía que lavar las ruedas y pulir la pintura. Ese día tuvo también que espantar a los patos que se habían puesto a chapotear en el agua jabonosa del cubo.
El tractor relucía de limpio y el viejo Martín entró en la casa a ponerse sus mejores botas.
-Allá vamos -dijo la pata Dora cuando el granjero se encaramó al tractor. ¡Tapaos los oídos, pequeños!
Pero cuando el viejo Martín dio la vuelta a la llave no se oyó más que el silencio. El tractor no se puso en marcha.
El viejo Martín toqueteó el motor y se llenó las manos de grasa. Pateó y pataleó alrededor del tractor y se manchó las botas de barro. Gimió y refunfuñó y se le puso la cara roja. Pero todo fue inútil. El tractor no hizo el menor ruido, ni dio el menor signo de vida.
-No me gusta nada tener que dejar a los niños en tierra -gruñó el viejo Martín, pero si no tengo tractor, no puedo tirar del remolque.
El gallito Enrique es travieso y alborotador, pero a veces tiene buenas ideas. Se subió de un salto a la puerta del establo de Til¡ y Tolo y soltó el quiquiriquí más fuerte que pudo.
El viejo Martín lo miró sorprendido y le dedicó una gran sonrisa.
-¡Cómo no se me ha ocurrido antes! -exclamó. Tienes razón, Enrique, ¡la fuerza de los caballos! ¡Rápido, manos a la obra, que hay mucho que hacer!
Había que desenredar las colas, cepillar el pelo y trenzar las crines con cintas. Había que enganchar los arneses y limpiar y adornar las riendas.
-Como en los viejos tiempos -relinchó Tolo dirigiéndose a Tili.
Ese año fueron sin lugar a dudas las estrellas de la Feria. Los niños esperaban formando una cola larguísima para dar una vuelta con Tili y Tolo, que orgullosamente caminaban despacito con su pelo brillante y las cabezas levantadas.
Cuando la tarde llegó a su fin, el viejo Martín condujo los caballos a casa y les dio una cena especial con avena y manzanas.
-¿Sabéis una cosa? -dijo mientras les acariciaba las crines. Yo también echo de menos los viejos tiempos.
Tili y Tolo asintieron con sus enormes cabezotas, pero no porque estuvieran de acuerdo, sino porque se habían quedado dormidos de pie. ¡Ya no eran unos jovencitos y aquél había sido un día muy ajetreado!


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