Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de diciembre de 2013

El tigre y el zorro .118

Resulta que el tigre lo tenía al zorro de ayudante, para los mandados, de muchacho de los mandados. Y el zorro le decía:
-Pero, tío, usté me hace trabajar muy mucho a mí. Y no me da nada.
-Vos sos chico todavía. Cuando siás más grande vas a tener todo.
-Sí, pero ya soy grande, ya soy maduro y usté no me da nada a mí.
-Bueno, hijo, pero esperate, a todas las cosas le llegan los tiempos. Bueno, mirá -le dice, vuá dormí la siesta y vos di arriba de esa lomadita mirá cuando venga esa tropa grande de vacas y cuando veas una ternerita linda, gordita, la cortás y despertame. Entonces vamos a carniar, la vamos a comer.
-Cómo no, tío -dice, duerma no más.
El tío se pone en el solcito, un solcito del mes de abril, de mayo, que 'ta lindo. Y empieza a pasar la hacienda y empezó a cortase. Hasta que viene una ternera linda -dice que era color medio zaina. Y se veía que era como pa partila con la uña, como dice mi mama.
El zorro:
-Tío, tío, velaquí una tambera hermosa.
-Sí, hijo, sí.
Y bueno, se pone en la lomada escondido hasta que pasan cerca de donde 'taban ellos. El tigre salta, le salta al cogote, de un solo zarpaso la voltea y la arrastran para abajo de un quiscaloro cerca de unos talas y se pone a carniala.
Y entonces a Juan se le hace agua la boca. Y empieza, dice:
-¡Qué tal tío! -le dice. ¿Cómo va saliendo la ternera?
-Lindo, hijo.
-Deme, po, un pedacito de carne.
-No, vos sos joven, te va hacer mal la carne. Te va a cair pesada al estomago.
-Pero, tío, no me va hacer nada. Deme siquiera la tripita.
-No, con las tripitas tu tía va hacer bombilla.
-Y bueno, deme, po, siquiera la bostita.
-No, con eso tu tía va hacer secar y va hacer yerba, hijo.
-Pero, deme, po, alguito, alguna cosa -le dice.
-Esperate, ya te va tocar la otra parte, ya.
Meta comer las partes más lindas, el corazón que es blandito, los filé, el hallacuchillo que le llaman, esa parte tan rica, el amor, otra parte que tiene la vaca, también riquísima para comer. Y el pobre Juan se le caía la babita y de balde y daba vuelta, y ¡ef!... ¡ef!... y olía no más y es todo lo que hacía, pues.
Muy bien. Al final:
-Mirá que ya te lo tengo a tu parte -dice. Como vos sos muchacho, te gusta jugar a la pelota, aquí te vuá dejó la vejiga, pa que juegues.
Y claro, lo único que le dio, la vejiga. El otro descargó la vejiga de orines, imagine qué iba a tomar.
Bué... Dice:
-Yo guá dormir -dice- aquí. Seguramente los dueños van a extrañar la ternera y van a salir rastriándome. Y yo quiero que cuando vos veas que está viniendo la comisión (así se llamaban las comisiones que salían a buscar) me despiertes para que nos escapemos. Y ahora cuando me levante hemos de ver qué parte te va a tocar a vos también.
Entonces, para evitar que el zorro le robe algún pedazo de carne, el tigre se acuesta, llena la panza, encima de lo que quedaba de la ternera. Así que el zorro no podía ni robarle ni nada. Bueno... Entonces el zorro, se pone a jugar con la vejiga. La infla y como había tantas moscas no halló mejor recurso que ponerse a pillar las mosquitas con las manitas y las echaba adentro, pillaba otras mosquitas y las echaba adentro. Y se formó un globo con unas moscas adentro que tenían un ruido tan feo, como de trueno, como de trote. Y empieza a pensar:
-¿Cómo voy hacer para robarle la carne a mi tío?
Corta un cháguar, le saca una hilacha, lo ata bien y le ata en la cola al tigre. Entonce corta una estaca y lo hinca, y le grita:
-¡Tío! ¡Tío! La comisión, vienen los hombres, tío.
Y claro, el tigre se despierta y siente, la panza como estaba ... Siente este ruido infernal, y dice:
-¡Eh! Hijo -dice, gracias, querido, gracias, sobrino.
Y se manda a mudar. Sale disparando. Y claro, sentía cada vez más cerquita a la comisión que venía.
-¡Ay, me van alcanzar estos, me van a matar!
Y ya sabían usar las armas de fuego en ese tiempo. Y dispara por medio di unos chaguarales, unos garabatales. Por ahí va la poca suerte del tigre, se hinca la vejiga en una estaca y revienta. Y cae redondo.
-¡Ay! ¡Ay! ¡Mi han muerto! ¡La sangre!
Qué sangre, si había guaniau y si había orinau de miedo. Y queda chiquito, esperando que lo rematen. Y estaba áhi hecho bolita, entregau ya, el tigre, a la muerte, imaginesé. Tenía terror por las armas de fuego. Y está un rato y empieza a tocar.
-Parece que no es sangre -dice.
Vuelve a tocar y huele.
-¿Y esto? Parece guanito.
Y se toca.
-¡Ay! -dice, qué me ha pasado. M' hi desgraciau.
Y claro, se mira la cola, se encuentra la vejiga, y deduce.
-¡Um, lo que me ha hecho éste! -dice. ¡Madre mía! Lo vuá matar. ¡Ah, pero éste no se me va a escapar! ¡Ah, sí!
Bueno... El tigre hace un juramento que lo iba agarrar al sobrino de cualquier manera y matarlo. Y que lu iba a degollar.
Mientras tanto, el zorro que nu era nada tonto rumbea para la casa de la tía, de la mujer del tigre. Y... llega y dice:
-Buena noche, tía.
-Buena noche, hijo, ¿qué andás diciendo?
-Aquí le manda esto mi tío.
-¿Y el tío cómo está?
-Ha quedau. Ha carniau una tambera muy linda, muy pesada. Agata mañana ha de llegar por la tarde.
-¡Ah, hijo! ¿Qué andás diciendo vos?
-Y me ha mandau que duerma con usté.
-Y bueno, hijo, cómo no, te vuá hacer una camita en la otra pieza.
-No, él mi ha dicho que me acueste con usté.
-No, no puede ser.
-Él ha ordenau, palabra de tigre, usté sabe...
-Bueno, hijo, acostate del lado 'e los pies.
-No, me van a llamar Juan de los dos pies y a mí no me gusta eso.
-Bueno, acostate del costau.
-No, me van a llamar Juan de tu costau.
-Acostate del otro costau.
-No, me van a llamar Juan de este otro costau.
-Y bueno, ¿ande te vas acostar?
-Nai, dejemé a mí. Le voy a tocar hasta la rodillita, mientras, ¿no?
Bueno... Ella lo dejó. Si lo ordenó el tigre...
Bué... Amanece Juan. Amanece el día. Se manda a mudar.
Y llega el tigre. Lleno de tarascones lo que había disparau por los chaguares. Lleno de lastimaduras. Y lo peor, sucio todo entero. Llega y le dice:
-¡Viejá!
-Qué hay, querido -le dice.
-¿No lu has visto a ese trompeta, a Juan?
-Sí, sí, aquí ha dormíu. Dice que vos li has ordenau que duerma conmigo.
-¿Cómo?
-Sí, dice que vos has ordenau.
-¡Ah!, ¡pero miralo! ¡Mirá, che! A éste lo vuá matar. Mirá lo que le voy hacer a éste. Mirá lo que mi ha hecho. ¡Esto no tiene nombre!
-Y bueno. Él ha dicho que vos has ordenau. Primero l'hi dicho que si acueste de este costau, después del otro costau, y después del lau de los pies. Él no quería nada, él quería una sola parte. Después ha dicho que iba a tocar la rodillita que vos has ordenau...
-Dejalo no más. Ya vas a ver.
Bué... Como todos los zorros son muy similares, todos iguales, el tigre salió a campiarlo al zorro. A todo zorro que encontraba lo agarraba.
-Vení para acá vos. A ver. Abrí la boca.
Abría la boca.
-A ver, guaniá.
Y claro el pobre zorrito, hacía fuerza hasta que podía... Él lo tenía agarrau. Y todos, todos guaniaban algarrobita, esas cosas. Porque cuando hay pobreza comen eso no más. Bueno... Volvía a hacer la misma operación y seguía, el tipo. Encontraba otro:
-Vení pa acá vos.
Y en eso había andau toda la tarde. Claro, quería ver cuál guaniaba carne, pa descubrir al sobrino. Y dice:
-¿Dónde lo vuá encontrar?
Ya 'taba cansau. Y ve, bajo una jarilla, un zorro que 'taba durmiendo, la panza llena. Se veía que había comíu mucho. Y si arrima. Y claro. Y alcanzó a ver que había hecho del cuerpo el zorro y todo era carne. Y dice:
-¡Ah! ¡Éste es!, aquí me la va a pagar.
Y no lo quería despertarlo de golpe, él quería gozar, y destrozarlo. Corta un palillito y le empieza a hurgar el hocico al zorro. Y el zorro, ¡uf!... ¡uf!... y decía: ¡Moscás!... ¡Moscás!... Le volvía hacer lo mismo y él decía lo mismo. Y el zorro se reía. Y el tigre decía:
-Ahí me la va a pagar cuando se despierte.
Y el zorro decía:
-¡Moscás! ¡Moscás! ¡Amigo, que no dejan dormir!
En una de esas acomodadas abre un chiquitito los ojos. Lo alcanza a ver al tigre. ¡Que no!
El tigre muerto de risa. En una de esas que dice:
-¡Qué moscas!, y el tigre se agarra así la panza para reírse, y se aprovecha el tipo, se da vuelta, y el otro erra el manotazo. Y empieza a disparar, amigo. Lo sigue de cerquita. Se oía lo que quebraba los montes y disparaba. Y ya lo iba agarrar. Y se encuentra una cueva de vizcacha, el zorro, y se mete. Y el tigre le tira el zarpazo y lu alcanza a agarrar de la cola. Y el zorro, comu no era tonto, le dice:
-¡Guashi! Mi tío ha agarrau una raíz de tala.
La ha largau.
-¡Ajá, era mi cola! -dice.
-¡Ah! -dice el tigre, me ha embromau. Aquí vuá estar. No me voy a ir. Pa comerlo junto con una vizcacha. Lo vuá comer.
Lo llama al cuervo que andaba cerca.
-Vení para acá -le dice. Aquí cuidame la puerta de esta cueva. Y no lo dejes salir a este trompeta, porque es un bandido. Mirá lo que me ha hecho. Voy acá a las casas a buscar una pala. Voy agrandar la boca de la cueva y áhi vamos aprovechar para sacarlo.
Bueno... Va el tigre hasta la casa a buscar la pala y el zorro queda. Y se asoma y le dice al cuervo:
-¿Cómo le va don Cuervito?
-¡Bien! ¡A vos no te importa! -contesta el cuervo.
-¡Qué lindas plumas tiene en el cuello ¿no? Nada. No le contesta.
-Como estará de orgullosa su cuervita, ¿no?
Y nada.
-Mi han dicho que usté canta, po, muy bien -dice. ¡Pero, cómo lo saben alabar!...
-¡Ah!, así dicen -dice, ya rindiendosé al halago, ¿no?
Y, así dicen -dice.
Por que no me canta alguito -dice. Total a mí me van a matar. Si quiera alguna alabanza, tan lindas qui hay. Total ya va a venir en seguida el tigre. Ya sabe que con él nadie puede. Él es el dueño de todo, del monte. Unito, cualquier cosita cantemeló -le dice.
Al fin el cuervo resuelve cantar. Abre la boca para entrar a cantar y agarra un puñau de tierra y le echa en la boca y los ojos. Y se manda a mudar.
En eso llega el tigre. Y el cuervo se vuela. Y el tigre que nu es tonto se da cuenta lo que ha pasado y lo quiere matar al cuervo, y le dice:
-Bajate, vení decime qué ha pasado.
-No -le dice el cuervo, usté me va a matar -y se va.
Y ha seguido el tigre persiguiendoló al zorro. Y se le disparaba siempre, hasta que ha resuelto hacerse el muerto.
Y si ha hecho el muerto. Y la tigra ha llamado a todos los animales. Y lu han llamado al zorro, claro, como sobrino.
Y llega el zorro al velorio. Y si ha dau cuenta que el tigre estaba vivo. Y cuando lu han queríu hacer entrar ande estaba el muerto sobre un catre dau vuelta, como usan en el campo, con las velas, le dice a la tigra:
-Tía, ¿mi tío no si ha peido, cuando si ha muerto? 
-No, mi hijo.
-¡Ah!, entonce no lo velo yo.
Y áhi el tigre ha hecho fuerza y fuerza y si ha largau uno. Y el zorro dice:
-¡Ah, muerto que se pé no velo yo! -y si ha disparau.
Y hasta la fecha lu anda persiguiendo el tigre al zorro y no lo puede agarrar.

Aristóbulo Barrionuevo, 48 años. Santiago del Estero, 1970.

El narrador es culto, educador que enseñó en diversas regiones de la provincia. Tiene particular interés por la narrativa popular.
Los narradores cultos, como en este caso, cuando hacen hablar a sus personajes imitan la lengua rústica que ellos hablan.


Cuento 118. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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