Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de diciembre de 2013

El zorro, el quirquincho y el tigre .156

Andaba el zorro con el quirquincho. Y siempre pasaban por la casa del tigre. Lu hacían rabiar, le gritaban. El tigre nu hallaba cómo matarlos. Entonces compró dos perros galgos. Y una noche pasaron. Andaban de farra. Y pasaron los gritos. Entonce salió el tigre con los perros. Y los perros iban corriendolós al zorro y al quirquincho. Entonce el quirquincho y el zorro se entraron en una cueva que encontraron. Los perros, como iban a toda carrera, pasaron de largo, dieron la sentada para volver y áhi se quebraron el cogote. Llegó el tigre a la cueva cuando se 'taban entrando, metió la mano y lu alcanzó a agarrar al zorro de la cola. Y entonce el zorro comu es tan vivo le dice:
-¡Qué tonto qui ha sido mi tío tigre, por agarrarme la cola agarró una ráiz! ¡Ja! ¡Ja!...
Y lo largó al tigre porque se creyó que era cierto qui había agarrau una ráiz.
Entonce el zorro li hacía burla al tigre lo que lu había largado. Áhi se reiba y li hacía burla:
-¡Pucha qui había síu zonzo mi tío! ¡Era mi cola y la largó de zonzo!... ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!...
El tigre se enojó muchísimo y se quedó en la puerta de la cueva esperando que salieron. 'Taba áhi el tigre cuidando. Entonce pasó un carancho. Y lo llamó el tigre. Le encargó que se lo cuidara hasta que él juera a traer una pala para sacarlo. Cuando el tigre se jue, el zorro le dijo al carancho:
-¡Cantame un verso, que hoy es el último día de mi vida! ¡Cantame, cantame un verso ante que me muera!
Bueno... El carancho le tuvo lástima y le dijo que l'iba cantar un verso. Cuando el carancho levantó la cabeza y cantó, el zorro l'echó un puñado de tierra en los ojos y se disparó...
Entonce el tigre ya vino y empezó a cavar, a cavar... Y al fin ya vio que no 'staba. Y entonce le dijo al carancho:
-¡Vos mi has dejado ir al zorro! ¡Ducha!
Y le tiró con la pala al carancho. El carancho se voló y el tigre se quedó enojado. El carancho no lu había ayudado y los perros se li habían muerto.

Delicia Zavala de Pérez, 25 años. Cumbre de los Comechingones. Puesto La Rubia. Chacabuco. San Luis, 1968.

Aprendió el cuento del padre, que era un gran narrador.

Cuento 156. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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