Erase una
vez un matrimonio que se entendía muy bien, pero no lograban tener hijos, y
siendo esto una obligación entre la nobleza Chibcha, hubo de pensar el marido
en tomar otra mujer.
Para la
pobre mujer repudiada fué muy duro y desconsolador y toda su felicidad se vino
al suelo. Decidió pues la mujer estéril pasar su verguenza yéndose a vivir sola
en el bosque en una casa que heredó.
La joven
y triste mujer pasaba las frías noches del altiplano deshecha en lágrimas, y de
día cultivaba el maíz o tejía e hilaba el algodón.
Pasaron
varios meses y algo extraño sucedió. La mujer estéril a veces se sentía
mareada, a veces vomitaba, empezó a engordar y creyó tener una rara enfermedad.
Resignada esperó la muerte, pues la vida ya no le atraía después de perder a su
amado marido.
Y un día
que trabajaba en la huerta casera se sintió muy mal y con dolores en el vientre
y rapidamente fué a la casa y rogó a los Dioses para que se la llevaran.
Cuán
extraña sorpresa ver que nació una bella niña, a la cual puso el nombre de
Mayavita. Esto cambió toda su vida y ahora tuvo una razón para existir.
La
hermosa niñita fué educada con esmero por su madre que le contaba las leyendas
de los Chibchas y todo lo que la madre sabía.
Pero lo
que más interesaba a la niña eran los relatos sobre el País del Eterno Verano,
un país que quedaba mucho más allá de las altas montañas de los Andes.
La madre
relataba que los templos de los Dioses se hacían con maderas preciosas que se
traían de árboles gigantescos del país caliente. Un país donde se podía dormir
sin mantas, y dónde no conocían las heladas, ni la escarcha de la madrugada.
También
había caimanes en ríos inmensos y peligrosos con muchos rápidos, y serpientes
gigantes. Los cueros de serpientes y caimanes se traían para los caciques
Chibchas en sus grandes ceremonias. Y había muchos venados que corrían por
grandes llanos en el país sin frío.
Cuando la
madre trabajaba, Mayavita salía a jugar con los pajaritos, las loras y las
aves. Todos los colibríes y tucanes venían a la niña y se posaban en sus manos
o en sus hombros.
También
había un frondoso árbol llamado Grao por el cual sentía la niña una extraña
atracción. El árbol tenía hojas de colores verde, naranja y amarillo y Mayavita
pensaba que era muy hermoso y que era su amigo.
Un día
las manos de la niña empezaron a trabajar afanosamente tomando las hojas del
árbol Grao que había sobre el piso y haciendo dos preciosas aves de fantasía.
La niña tomó también hojas verdes y los dos pájaros gigantes quedaron preciosos
y de muchos colores.
Cuál no
sería la sorpresa cuándo las aves cobraron vida y alzaron vuelo llevando a
Mayavita que más que asustarse gozaba viendo pasar debajo de sí las lagunas,
bosques y sembrados.
Las aves
enfilaron rumbo sobre los altos Andes y llevaron a Mayavita al País del Eterno
Verano, allí la niña fué muy feliz viendo los venados y amando las hermosas
mariposas y pájaros que acudían a admirar la belleza y bondad de la indiecita y
que no le temían.
Mayavita
siguió muy amiga de las dos grandes aves mágicas y les enseñó a hablar como los
humanos. Un día ella pensó en su madre y sintió tristeza y ganas de regresar.
Les dijo esto a sus dos grandes amigos con alas, pero estos ya habían hecho
nido y tuvieron polluelos.
Mayavita
ayudó a cuidar los polluelos y cuando estos ya estaban grandes y podían volar,
decidieron llevar a la niña de regreso a su casa.
Pero
debían pasar de nuevo las altas montañas de los Andes y Mayavita había crecido
y engordado un poco. Fué así como cuando cruzaban sobre unas grandes rocas en
lo alto, una ráfaga de viento hizo que la niña se desprendiera y se estrellara
contra las rocas.
La sangre
salpicó las aves que se tiñeron de bellísimos colores, y fué hasta el Dios Sol
que se vistió de rojo con la sangre de Mayavita.
Estaban
los caciques Chibchas reunidos para adorar al sol cuando llegaron las dos aves
de esplendorosos colores. Los caciques se postraron para adorar las aves, pues
tanta belleza solo podía proceder del Dios Sol y claramente los dos hermosos
pájaros eran mensajeros del Sol.
Las aves
narraron la historia de Mayavita y explicaron a los caciques que era la
voluntad del Sol que se le adorase también en sus aves sagradas, las
guacamayas, y que se recordase a Mayavita que se había sacrificado para darle
más belleza al mundo y acercar los humanos al Dios Sol.
999. Anonimo
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