Claudita
quería mucho a los animales y un día se encontró una paloma que tenía una de
sus alas heridas y no podía volar.
Se acercó
con todo cuidado y tomándola entre sus manos se la llevó a su casa hasta que
sanara y pudiera nuevamente volar. Allí la metió en una caja de cartón con unos
géneros viejos y le echó un poco de desinfectante en el ala para curarla.
Durante
varios días, después que llegaba del colegio, ella hizo lo mismo hasta que la
paloma pareció estar un poco mejor.
El
viernes cuando llegó fue a verla como de costumbre, pero la paloma ya no
estaba. Primero Claudita se alegró mucho pensando que la paloma se había sanado
y que pudiendo volar se había ido a buscar a los suyos en el cielo. Pero, por
otra parte, también se puso triste porque ya no la iba a ver más, y ella se
había encariñado con la paloma.
Así, esos
dos sentimientos estaban entonces juntos en su corazón: la alegría y la pena.
Como
Claudita no entendía muy bien lo que le pasaba, fue a contarle todo a su mamá.
La mamá le dijo que lo que ella sentía era algo natural, pero que la alegría
tenía que ir poco a poco ganándole a la pena, porque aunque era verdad que ella
echaba de menos a la paloma, ella la había curado para que pudiera volar, y que
por eso, por haber logrado sanarla con sus cuidados, tenía que sentirse muy
feliz.
Claudita,
aunque comprendió e incluso estuvo de acuerdo con la explicación de su mamá, no
pudo dejar de sentir pena, pues ella echaba mucho de menos a su paloma.
Otro día,
en medio de unas plantas, descubrió a un pajarito que estaba enredado entre
unas ramas y unos palos, sin poder escapar. Se acercó con mucho cuidado para no
asustarla, igual como lo había hecho con la paloma, y abriendo un camino con
sus dos manos, le ayudó a liberarse de su prisión.
El
pajarito voló y voló contento por el aíre hasta alejarse. Claudita, mirándolo,
tuvo un gran sentimiento de ternura en su corazón, y entonces comprendió lo
bueno que era que su paloma estuviera volando libre, sana y contenta como ese
pajarito feliz.
Desde entonces de a poco su pena fue
desapareciendo y la alegría se hizo muy grande, hasta que pudo ella sola llenar
todo su corazón.
999. Anonimo
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