¡Que bien
que se está aquí! ¿verdad?, dijo la Maga Cuenta Cuentos tendida en una verde colina.
Shiiiii,
se está genial..., dijo en un suspiro de plenitud, estirándose todo y con una
gran sonrisa.
¿Sabes
qué? -le preguntó la Maga.
-Podríamos
contar un cuento ahora mismo...
Si, si,
si... -la interrumpió el Soldado.
-Podríamos
contar mis batallas con los caracóles del mar, o mis guerras con los mosquitos
del Sáhara, o mis carreras con los canguros de Australia...
Pero
-empezó a decir la
Maga Cuenta-Cuentos .
-A mi no
me gustan las guerras, mis cuentos son fantásticos..
¿Y... si
de todas formas lo intentamos? -le preguntó amorosamente para convencerla.
-Bueno yo
empiezo, mira:
Una
noche, en el desierto del Sáhara hacía un calor de mil escarabajos, había un
pequeño Soldado durmiento bajo una palmera. Se despertó porque escuchaba que
desde lo lejos venía volando un mosquito. El Soldado se levantó rápidamente,
desenvainó su espada y..., empezaba a contar el Soldado, cuando la Maga Cuenta-Cuentos
se sienta para continuar el cuento:
Lo que el
Soldado escuchaba no era solamente el mosquito. También venía volando una
alfombra, con una señora encima, tocada de un gran sombrero lleno de estrellas,
que en la oscuridad brillaban como si fueran las del cielo. No era ni más ni
menos que La Maga
Cuenta-Cuentos. Al llegar a la palmera ve un gerrero con su
espada desenvainada, y le dice:
Hola
guerrero, no querrás matarme a mi, ¿verdad?
¡¡¡OH!!!,
una Maga en su alfombra voladora... -dijo sorprendido el Soldado bajando
embobado su espada. Señora Maga... ¿cómo habría yo de matar a tan noble ser?
Menos mal
-contestó la Maga
apeándose de su alfombra.
-¡Qué
calor hace esta noche aquí! Si me disculpas voy a quitarme el sombrero un
momento...
Yo que
usted no lo haría Señora Maga... -dijo casi en secreto el Soldado.
-Justamente
antes que usted llegara, venía un mosquito sahariano, a todo volar y son
bastante peligrosos, yo estoy aquí para ganarles la guerra.
Mira, no
hay nada que temer. Yo tengo un tul blanco muy especial, que me lo regaló una
nube del Polo Sur y que nos protegerá de cualquier mosquito. Observa: saco de
dentro de mi sombrero un precioso tul blanco. Lo estiro en el aire y dejo que
caiga sobre nuestras cabezas.
Yo por
las dudas tendré mi espada lista por cualquier cosa, dijo el valiente Soldado.
Te digo
que no hace falta -le contesta con paciencia la Maga. Soldado ,
tienes que creerme, mira, ahí llega, ¡hasta se ha quedado enganchado en el tul!
Vaya, es
la primera vez que un mosquito pierde una batalla tan fácil-mente, o una
guerra, ¿Está muerto?, le preguntó el Soldado.
No, está
soñando que hace la mejor picadura de su vida, satisfecho y feliz se marchará.
Pero el tul le regala una gran porción de alimento de mosquito, así que nunca
más picará a nadie, explicaba la
Maga.
Cuando el
mosquito se marchó, el tul se guardó solo, como aspirado, en el sombrero.
Ahora que
no hay más mosquito, ¿quieres viajar en la alfombra mágica?
Me
encantará, le contestó el Soldado con grandes ojos.
¿A dónde
quieres ir?, le preguntó la
Maga Cuenta Cuentos.
Si vamos
a Australia, le puedo mostrar algo que se va a divertir mucho, le decía el
Soldado.
Está
bien, pero no me tienes que decir más USTED, de tu o Maga me gusta más, ¿si?
De
acuerdo Maga.
Bueno,
mira a tu derecha, ahí tienes un cinturón de seguridad, tienes que ponértelo
-empezó a darle instrucciones, y delante tuyo tienes las gafas espaciales,
póntelas también. Ahora cerraré la burbuja transparente porque vamos a ir a
gran velocidad, no tienes miedo ni vértigo, ¿verdad? Si quieres puedo ir muy
despacio.
Nooo, yo
nunca tengo miedo, dijo el Soldado valiente.
Salieron
rápido volando cerca de las estrellas. La Maga saludaba por el camino a algunas estrellas
amigas que conocía, y el Soldado no dejaba de mirar todo a su alrededor. Cuando
se hizo de día, abajo de ellos había una isla muy grande llamada Australia. El
Soldado señaló sonrientemente hacia dónde quería ir. Aterrizaron suavemente en
un campo lleno de canguros.
El Soldado
se liberó del cinturon y las gafas, y saltó a tierra firme.
Ahora
Maga, me toca a mi: Elige el canguro que más te guste.
Ahora
Maga, vamos a hacer una carrera muy divertida, pero tu no tienes que hacer
ninguna trampa utilizando tus poderes mágicos. La carrera conciste en llegar
hasta la meta final, sin caerse. Si te caes, hay que lograr subir nuevamente al
canguro y ¡ala... hasta la meta! ¿Qué te parece?
¡Qué
divertido! Pero ¿de verdad no puedo usar ningun truquito?, preguntó a ver si
cambiaba de idea.
No, no,
me tienes que dar tu palabra de Maga que no lo harás.
Te doy mi
palabra de Maga que no haré ninguna trampa, ni mágica ni no mágica.
Dicho
esto, los dos tenían que acariciar a los canguros para que los conocieran, y
también tenían que decirles sus nombres, salvo la Maga , que no debía delatarse
como Maga, sólo podía decir M-ga.
El
Soldado le propuso a la Maga
que cuando su pañuelo cayera al suelo sería la partida. Así que cuando llegó a
la tierra, los canguros emprendieron a saltos su carrera hasta el final. La Maga no tenía experiencia en
esto, y tampoco podía usar sus artes mágicos de modo que se caía muchas veces.
Afortunadamente sabía correr bastante bien, pero con todo lo que corrió, lo que
se cayó, llegó mucho después que el otro corredor y bastante agotada también.
El Soldado la consoló diciéndole que la primera vez que el lo había hecho
también le pasó lo que a ella. Como la
Maga quería aprender, estuvieron corriéndo muchas carreras
hasta que finalmente lo logró.
Oye,
Soldado que divertido, me gusta mucho saber cangurear, gracias a ti hoy lo sé.
El
Soldado se sonrojó porque no esperaba un agradecimento de la Maga.
¿Has
visto Maga que sí podemos contar cuentos?, le dijo el Soldado sentado al lado
de la Maga.
Si, es
muy divertido también, pero ahora me tengo que ir porque tengo una clase de
carrera de canguros con obstáculos.
¡Uy Maga!
¿Tanto has aprendido ya?, ¿puedo yo tomar clases contigo?, le preguntaba el
Soldado.
Es que
las clases son en la Escuela
de Magas, Soldado... allí solo pueden entrar bueno... ya sabes, Maguitas como
yo... Pero cuando lo aprenda te enseño, ¿si?
Si, ¿me
lo prometes?
¡Palabra de Maga!
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario