Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 21 de octubre de 2012

La princesita daisí


Erase una vez una Princesita muy pobre que vivía con su anciana abuelita. Si os parece raro que Daisí fuera pobre y que viviera con su abuelita, yo os explicaré: su madre murió cuando Daisí era pequeña y su padre pereció defendiendo el imperio Chibcha. Toda clase de desgracias ocurrieron sobre la familia y he aquí a la niña aprendiendo a cultivar el maíz con su abuelita para poder comer.
La pequeña niña cultivaba el maíz con un amor increíble pero pronto se distrajo, pues encontró que crecían bellas flores salvajes cerca al maíz y se puso a cultivar flores.
Al principio la abuela se enorgullecía de que una niña tan pequeña cultivara flores y fuera tan dedicada. Pero a medida que pasaron los años y la niña crecía, la abuelita también envejecía y se fué viendo que Daisí era perezosa y rebelde. Nada le interesaba excepto cultivar sus flores y jardín y no ayudaba a la pobre y sufrida vieja.
Con el tiempo, la chica se volvió una bellísima moza, la más hermosa muchacha que se hubiera visto en esa zona, y gustaba de mirar su propia imagen reflejada en el agua y admirar y peinar su hermosa cabellera.
Los vecinos opinaban que nunca habían visto un pelo más hermoso y una joven más atractiva, pero se compadecían de la desgracia de la abuela de tener una nieta tan perezosa y desobediente. Sólo le importaban sus flores y jardín...
No valieron los castigos de quitarle la comida a la rebelde, ni los regaños. Después de muchas peleas, la abuela convenció a la nieta de que fueran al templo del Sol en la ciudad sagrada de Suamox. La abuela tuvo que engañar a la vanidosa diciéndole que iba a ser muy admirada y que todos los príncipes se iban a enamorar de la más hermosa cabellera y la más perfecta de las bellezas.
LLegadas al templo del Sol, la nieta se negó a entrar convencida de que se le tendía una trampa. Pero el Sumo Sacerdote sabía por una visión que vendría y algunos guardias y sacerdotes obligaron a entrar a la rebelde.
En el recinto del templo, la vanidosa fué obligada a postrarse contra el suelo, pues era prohibido mirar al Sumo Sacerdote. Este no dejó que la abuela expusiera su caso sinó que habló y dijo:
"Tú abuela, tienes que dejar que tu nieta cultive sus flores, pues así me lo han comunicado los Dioses. Pero tú, muchacha indolente, vas a tener que aprender a respetar y cuidar de tu abuela, pues los Dioses están disgustados con tu altanería para con la mujer que le dió la vida a tu propia madre".
"Tú, joven Daisí, has sido destinada por los Dioses para recibir un regalo que Ellos nos dan a los hombres, pero tu sufrimiento muchacha, será mayor si no respetas a tu abuela! Debes aprender desde ahora a sacrificarte ayudando y cuidando a tu abuela".
La muchacha quedó muy impresionada con los conocimientos y adivinaciones del Sacerdote y al salir del templo se puso a llorar y le pidió perdón a la abuela.
Las cosas marcharon mucho mejor, la hermosa siguió cultivando flores pero ayudó a su abuela con el cultivo del maíz, y cuando la pobre viejita enfermó, la cuidó con la mayor de las bondades y cariño.
Al fin la abuela murió y la nieta quedó muy triste y muy sola, sólo el cultivo de las flores le causaba gusto pero a veces oía una música bellísima que la llamaba, sonaban las más delicadas melodías en flautas.
Una tarde con un crepúsculo hermoso, la música se hizo más bella y la chica se internó en el bosquecillo donde estaba su jardín de flores. De pronto vió un inmenso árbol que antes no había notado con un gran hueco en el tronco.
Daisí quiso ver que había dentro del hueco y metió la cabeza, pero de pronto sintió que la agarraban unas poderosas manos y un resplandor de luz divina.
Todo fué muy rápido la muchacha perdió su cabellera arrancada y en medio del dolor vió que con su pelo las manos divinas tejían una extraña estructura con celdillas y que de estos hexágonos salían unos hermosos insectos que zumbaban alegremente a su alrededor.
Muy angustiada y triste volvió a su casa y no quiso salir al otro día avergonzada de verse sin nada de pelo en la cabeza. Sólo salía de noche para recoger el maíz. Pasaron unos días y los nuevos insectos entraron zumbando alegremente por su ventana.
Llena de curiosidad siguió a los nuevos animalitos, y estos la llevaron a su propio jardín, donde bebían el néctar de las flores. Siguiendo a las abejas llegó a una colmena y una fuerza hizo que abriera el panal. Así probó Daisí la miel y le pareció el manjar y el dulce más exquisito jamás conocido.
En esos días había siembras, y todos los caciques y dignatarios fueron al templo del Sol a ofrecer sus regalos para pedir al Dios una cosecha favorable. En último lugar llegaban los regalos de los súbdtitos menores.
Cuando el Sumo Sacerdote vió a Daisí atrás, cubierta su cabeza con un pañuelo para cubrir su verguenza, la hizo pasar adelante y así habló a los caciques prosternados en tierra:
He aquí el regalo de los Dioses para los hombres... He recibido una visión ayer y sé que esta joven trae la Miel, delicioso manjar. Ella ha debido sacrificar su cabellera por el bien de todos nosotros. Debemos alabar a los Dioses y honrar a esta joven…
Daisí nunca recobró su cabellera, pero se dedicó al cultivo de las flores y a cuidar abejas. Y fué muy feliz y respetada. Todos los años llevaba su Miel al Sumo Sacerdote que quería y honraba a esta Princesa.

 999. Anonimo

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