Había un
rey que tenía una hija. Un día en que estaba la reina peinando a la princesa, le
encontró un piojo en el cabello.
-Mira
padre, -dijo la princesa, el piojo que me ha encontrado mamá en el cabello.
-¡No lo
mates! -exclamó el rey, vamos a meterlo en un frasco. Tengo curiosidad de ver
que tan grande puede crecer un piojo alimentado de sangre real.
Metió el
rey al piojo en un frasco, y de cuando en cuando lo dejaba alimentarse de la
sangre real de la princesa, dejándolo en la cabeza de la niña algunas horas.
Creció el
piojo tan grande que el rey tuvo que meter en una barrica. Siguió alimentándolo
la princesa y el piojo siguió creciendo hasta que el rey se vió obligado a
sacarlo de la barrica y a meterlo en un tonel. Por fín cuando ya no cabía en el
tonel, lo tuvo que matar.
Mandó
curtir la piel del piojo y ordenó al sastre real que le hiciera un saco del
cuero. Cuando estuvo terminado el saco, el rey hacía la misma pregunta a toda
la gente:
-Adivínenme
de qué animal es la piel de mi saco.
Unos
decían que de res, otros de venado, pero nadie podía atinar.
Por fín,
hizo pregonar el monarca por todo su reino, que el que advinara de qué animal
provenía la piel de su saco, se casaría con la princesa.
De muchas
partes vinieron gentes a examinar el saco, pero nadie pudo acertar de qué
animal era la piel del saco del rey.
Un día
llegó un pastor a la ciudad trayendo su rebaño para venderlo en el mercado.
Decidió conocer la ciudad y se echó a caminar. Después de mucho andar llegó al
palacio del rey. Cansado se reclinó en la pared del jardín. Torció un
cigarrillo y mientras fumaba, oyó que alguién hablaba en el jardín.
Era el
rey que platicaba con la reina, y le decía:
-Yo creo
que nadie va a adivinar que mi saco esta hecho de piel de piojo.
Tan
pronto como oyó esto, el pastor se alejó, pensando, ahora si que me puedo casar
con la princesa.
Al día
siguiente se fué el pastor al palacio y pidió audiencia para ver al rey. Cuando
estuvo frente al monarca, le dijo:
-Señor
vengo a ver si adivino de qué piel está hecho su saco.
-Adivina -dijo
el rey.
-Señor -contestó
el pastor, esta hecho de piel de piojo.
-¡Lo has
adivinado! -gritó el rey.
Y mandó
que se celebraran las bodas del pastor y de la princesa lo más pronto posible.
999. Anonimo
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