Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 15 de mayo de 2012

El puma y el zorro

Cuento popular

Y sucedió que un zorro grande y muy sabido hacía muchos males en el valle. Se comía las calabazas de los sembríos, destrozaba las semente­ras, a tal punto, que decidieron los campesinos darle caza. Después de muchos afanes, lo coparon y cayó preso. Le pusieron una cadena al cuello y así sujeto se lo llevó a su casa uno de los campiñeros. Plantó una gruesa estaca bajo la ramada y allí amarró el zorro:
Muy de madrugada, antes de salir al campo, a modo de obliga-ción, el labriego le daba al zorro una gran paliza y luego se dirigía hacia sus verdes campos de maíz.
Una noche bajó desde las serranías un puma. Venía hambriento, pues mal tiempo corria por el monte. Olfateando, se deslizaba cauteloso, cuando de pronto tropezó con el zorro. Sorprendido el puma, se quedó mirándolo, más el zorro ni se movió.
  Hermano zorro, ¿qué haces allí amarrado?
-Aquí donde me ves paso la regalada vida, contestó el zorro. Cada mañana me dan de comer aves y fruta tierna y como me tienen prometido casarse con la hija del dueño de esta chacra, a fuer de seguros, me han amarrado. (Pasmado se quedó el puma y comparando sus dificultades tuvo envidia de la holgada vida del zorro).
-Sin embargo, continuó el zorro, no soy feliz, añoro mi libertad y por otra parte no deseo casarme. Mi prometida es joven y hermosa, pero ignora mis costumbres, y aquí debo estar amarrado hasta que dé mi consentimiento para la boda. Si yo encontrara una persona que me reemplazara, cambiaría de lugar.
El puma no necesitó mucho para decidirse y desató presuroso al zorro que salió disparado a campo traviesa.
A la mañana siguiente, muy temprano, cogió el cholo su garrote y sin notar el cambio comenzó a golpear al puma. A los golpes se puso a gritar el puma: "¡Estoy dispuesto a casarme. Estoy dispuesto...!" A los aullidos acudió gente y entre todos apalearon al puma, hasta que éste rompió la cadena y huyó por entre los cerros.
Pasó mucho tiempo y un buen día se encontraron, sobre el lomo de un cerro, puma y zorro. El puma se lanzó rugiendo a devorar al zorro, mas éste gritó: "¡Atiende razones! Reconozco mi mal comportamiento, pero lo pasado, pasado, debemos unirnos y juntos vengar-nos del hombre".
El puma aceptó. Unidos merodearon muchas noches, hasta que una de tantas hicieron magnífico botín. Arrastrando las presas, subieron valle arriba y después de mucho caminar el zorro dispuso: "Debemos cruzar el río para que se pierdan las huellas, yo pasaré a nado las ovejas muertas hasta la otra banda, cuando el botín esté a salvo echaré palos al río, a modo de puente, para que tú puedas salvar el río". Sabido es que los pumas temen el agua y rara vez se aventuran a nadar.
Cuando todo estuvo al otro lado, el zorro se sacudió el agua y alegre­mente comenzó a gritar: "Puma baboso, espera sentado que te haga un puente", y sin esperar más comenzó a devorar uno y otro camero. La sangre manchó el agua del río y hasta la otra banda llegaba al puma el olor de la carne fresca.
Y pasó de nuevo mucho tiempo y un día al atardecer divisó el puma al zorro que estaba escarbando el suelo de la pampa. Bajó el cerro, a grandes saltos, y pronto le dio encuentro. "¡Te voy a devorar, le dijo, por falso y por cobarde!". El zorro no se inmutó y seguía escarbando. De nuevo rugió el puma: "Te voy a devorar", entonces el zorro contestó: "Ya no temo nada, estoy haciendo un hueco para meterme, pues se acerca el fin del mundo; si me devoras no podrás salvarte, pues mi obra apenas está comenzada". Entonces el puma se puso a temblar, comprendió en un instante todo el peligro, y ya sin hablar nada, se puso afanosamente a ayudar al zorro.
Primero juntaron gran cantidad de piedras, luego continuaron haciendo el hueco, y sobre él a modo de cúpula colocaron las piedras. El zorro dispuso además entre las piedras gran cantidad de espinas.
Cuando todo estuvo listo quedó afuera esperando la llegada del fin del mundo.
Pasó un largo rato y al fin el zorro se puso a gritar: "¡Ya viene! ¡Ya viene...!". Y dio un gran empujón al techo de piedras que se desplomó sepultando al puma.

072. anonimo (peru)

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