Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de febrero de 2015

El camino del cielo .1007

Era un padre que tenía tres hijos. Eran muy pobres y los hijos salieron a buscar trabajo.
Salió primero el mayor. Llegó a la casa de un señor que tenía grandes alfares. Era Nuestro Señor. Le dio trabajo, lo conchabó. Le dijo que le tenía que llevar una carta a la madre que vivía en otra parte. Le dio una mula blanca. Le dijo que siguiera ese camino y le dijo:
-Llevá esta carta y ande se arrodille la mula vas a entregar la carta a una señora que es mi madre.
El muchacho caminó todo el día. No si arrodilló la mula. Entonce rompió la carta, la tiró y se volvió.
Llegó y le preguntó el patrón:
-¿Quí ha dicho mi madre?
-Nada ha dicho.
-¿Le entregastes la carta?
-Sí.
-Bueno, ¿qué querís que te pague: una carga de plata o un Dios te lo pague?
-Una carga de plata, señor.
Llegó a la casa, les ha entregado la carga de plata a los padres y en lugar de plata, ha sido todo carbón.
Ha salido el segundo. Ha llegado también a los alfares, y el Señor lu ha conchabado para que le lleve la carta, y li ha dicho lo mismo qui al otro, y li ha dado la mula blanca.
-Llevá esta carta y ande se arrodille la mula entregá la carta a la señora que va salir, que es mi madre.
También ha caminado todo el día. Como no se ha arrodillado la mula, rompió la carta y si ha vuelto.
El patrón li ha preguntado si ha entregado la carta y él ha dicho que sí. Y li ha dicho:
-¿Qué querís que te pague: una carga de plata o un Dios te lo pague?
-¡Ah, una carga de plata!
Si ha ido y cuando ha queríu descargar la plata, todo se li ha hecho carbón.
Va el tercero, el shulco, que se llamaba Enrique. El Señor le encargó lo mismo y le dio la mula blanca, y le ha dicho:
-Vas a llevar la carta, Enrique, y todo lo que veáis en el camino me vas avisar a la vuelta.
Entonce tomó la carta, montó la mula blanca y si ha ido.
Cuando entró en el camino anduvo todo el día. Ya lejos entró en un monte. En el monte vio dos colgados de la lengua. Más allá 'taban muchos hombres que voltiaban un árbol muy grande. Después fue y encontró un río crecido, di agua. Si abrió l'agua y pasó la mula. Después encontró un río crecido, de leche. Si abrió y él pasó. Después encontró un río crecido, de sangre. Si abrió y él pasó.
Siguió otra parte del camino. Encontró unas virtientes de agua. Tenía mucha ser y si agachó a tomar agua. No pudo tomar porque l'agua 'taba hirviendo.
Siguió. Después encontró dos chanchos, peliando, que se 'daban tajiando. Tenía que pasar entre los chanchos y casi li agarraron el trasero a la mula, los chanchos.
Siguió. Más allá encontró unas vacas con unos semejantes aujeros en el lomo y unos pájaros encima, que las comían.
Siguió. Más allá encontró dos peñones que se daban unos contra otros.
Siguió. Después encontró un alfar muy lindo, ande 'taban unas vacas secas. Más allá, un potrero pelau y con vacas gordas.
Siguió. Llegó a un lugar, a una casa, y áhi si arrodilló la mula. Áhi salió una señora viuda y le recibió la carta. Y lo invitó que pasara. Y trajo un cordero chiquito y le dio a Enrique y él lo puso sobre el apero, en la mula. Le dio un pan. Enrique se sentó, puso una pierna sobre otra y se puso a comer el pan. Mientras él comía el pan sentía grandes melodías. Y él estaba embelesado en lo que sentía cantar. Y seguía comiendo el pan que no se le acababa nunca. Él estaba en el cielo y seguía comiendo el pan. Los que cantaban eran los ángeles.
Salió la viuda y le dice:
-Pero, hijo mío, ¿cómo no te vas? Hace mucho que estás aquí.
Y él le contesta:
-Pero señora, recién hi llegado.
Se entra la viuda y él siguió sintiendo cantar a los ángeles.
Volvió a salir la viuda.
-Enrique, fijate en el cordero que tenís áhi, que ti dau, cómo 'tá de grande y vos no te vas.
Ya 'taba astudo el cordero por el tiempo que había pasau. Él se fija y dice:
-¡Ah! -que dice, qué dirá mi patrón que nu hi vuelto.
Claro, volvió y lo encontró al patrón esperandoló. Entonce le dice:
-¿Quí has visto en tu largo camino, Enrique?
Entonce él le dice:
-Lo primero qui hi visto cuando hi entrado en el monte, a dos que 'taban colgaus de la lengua.
Y él le dice:
-Ésos son tus hermanos que 'tán colgaus de la lengua por la mentira, que me tiraron la carta y me mintieron que la entregaron.
-Después hi visto un gran árbol que lo bamboliaban por voltiarlo.
-Ésos son los demonios que voltian las almas.
-Después hi visto un río crecido de agua.
-Ésas son las lágrimas de las madres que pierden sus hijos.
-Después vido un río de leche.
-Es la leche que derramó la Virgen cuando perdió el niño.
-Después hi visto un río de sangre.
-Ésa es la sangre que nuestro Salvador derramó por los pecado-res.
-Después hi visto un pozo lleno di agua. Tenía ser. Quise tomar y no pude porque 'taba hirviendo.
-Ése es el purgatorio.
-Después hi visto dos chanchos que si hacían pedazo, en el camino.
-Ésos son los malos compadres.
-Después hi visto dos peñascos que 'taban en el camino y se golpiaban.
-Ésas son las malas comadres.
-Después hi visto unas vacas overas con unos aujeros grandes en el lomo, y los pájaros encima, que las comían.
-Los pájaros son los ángeles que mueren sin bautismo, los duendes, que las molestan a las madres que los dejaron así.
-Y después vide un alfar florido y unas vacas secas de flacas.
-Ésas son las almas que 'tán en el infierno.
-Y después hi visto en unos peladares unas vacas gordas.
-Ésas son las almas que gozan de la gracia de Dios.
-Bueno, Enrique -le dice, vos has estado dos años en la gloria y ti ha parecido un momento. Mirá el cordero que te dio la Virgen, es ya un carnero con las astas grandes.
Éste era Tata Dios. Le da un libro y le dice.
-Con este libro vas a tener la ciencia. Ya la Virgen te dio el pan que te va durar toda la vida. En este libro vas a tener todas las cosas en cuanto las pensís. Cuando te mande tu padre a hacer algo ya va 'tar hecho. Bueno, ¿qué querís que te pague, un almú de plata o un Dios te lo pague?
-Pero, señor, un Dios te lo pague dura siempre y la plata se gasta.
Se despidió Enrique y se fue. Cuando llegó a la casa tenía las alforjas llenas de plata y le entregó a la madre que se puso muy contenta.
Enrique se ponía a ler todos los días el libro que le dio Nuestro Señor. Cuando el padre le mandaba que haga un trabajo, que siembre, que riegue, que vea las compuertas, al momento 'taba todo hecho por la virtú del libro. Y así han vivido muchos años muy felices. Yo 'tuve áhi y mi hi venido después para acá.

Ramona Virginia Villafañe de Coronel, 86 años. Ciudad de Catamarca, 1968.


Cuento 1007. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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