Había
una vez una mujer que tenía una hija que se pasaba todo el día
jugando con las muñecas y no la ayudaba en nada. Un día estando
jugando, vino un caranchi y le alzó una muñeca; entonces la chica
lo salió corriendo, mirando la sombra del caranchi, y gritandolé:
-¡Caranchi,
trái mi muñeca! ¡Caranchi, trái mi muñeca! -hasta que por fin el
caranchi se asentó en un árbol y se metió en el nido.
La
chica se subió al árbol, le quitó la muñeca, mató al caranchi y
cuando se bajó no supo para dónde era su casa.
Caminó
y caminó hasta que llegó a una casa. En ese momento no había
gente. Vio una olla en el fuego y como tenía hambre, cocinó, comió
y se escondió debajo de una batea.
A
las doce vinieron los dueños de casa que eran dos hermanos muy
unidos. Vieron que la comida estaba preparada y buscaron a ver quién
la había hecho, hasta que vieron un pedazo del vestido de la niña
que salía de la batea. La levantaron a la batea y encontraron a la
niña. Ella les contó lo que le pasaba y ellos dispusieron cuidarla
como una hermana. Ellos todos los días salían a trabajar y ella
preparaba la comida, atendía la casa y todos vivían felices y
contentos. En la casa tenían un gato y le dijeron a la niña que
nunca le mezquine carne. Cuando cocinaba, el gato iba donde ella
estaba y le daba carne para que se retire. Un día no le quiso dar.
Entonces el gato fue a la cocina y le meó el fuego. Como la niña no
tenía con qué hacerlo prender tuvo que ir a una casa que estaba
lejos y que era de una bruja. Pero cuando ella fue, la bruja no
estaba y una hija de la bruja que era muy buena, le dio fuego y
además un peine, un jabón y una aguja, para que le tire si la bruja
la perseguía.
Cuando
volvía vio que la bruja la iba alcanzando. Entonces le tiró con el
peine y se hizo una montaña. La niña aprovechó y siguió su
camino. Cuando quiso volver a alcanzarla le tiró con el jabón y se
hizo una neblina muy grande. Cuando pudo pasar la neblina y ya la iba
a alcanzar, la niña le tiró con la aguja y se hizo un pencal que no
se podía pasar. Mientras tanto la niña alcanzó a llegar a la casa
y se encerró adentro y cerró la puerta. Cuando llegó la bruja le
pedía por favor que salga, que no le iba hacer nada, que la quería
conocer. Pero la niña no salió y le echó los perros y éstos la
mataron a la bruja.
La
niña salió, cocinó y vio que detrás de la casa donde la bruja
había meado, había un cebollar muy lindo. Entonces cortó y le echó
a la olla.
Cuando
vinieron los hermanos, ella nada les contó y todos comieron. Después
que comieron los dos hermanos se hicieron una yunta de bueyes. La
niña se quedó solita y muy triste. Cuidaba muy bien sus bueycitos,
hasta que un día vino un rey, se enamoró de ella, se casaron y la
llevó a su palacio junto con la yunta de bueyes. Ella le pidió que
nunca los haga trabajar.
Vivían
felices. Tuvieron un hijo. Un día estaba sentada junto a un estanque
y fue una negra que tenían de sirvienta a trair agua. Se miró en el
espejo del agua, y en lugar de verse su figura, vio la de la Reina, y
entonces dijo la negra:
Cuando
volvió se ofertó de espulgar a la Reina y mientras conversaba y la
espulgaba, le clavó un alfiler en la cabeza. La Reina se hizo una
paloma blanca y se voló. Cuando vino el Rey quedó sorprendido al
verla, pues la negra pícara se había adornado y vestido con las
ropas de la Reina, y le pregunta por qué estaba tan negra, y le
contesta que por los soles, los vientos y los malos pagamientos.
Después
le dice al Rey que esos bueyes ya han descansado mucho y que los haga
trabajar. Entonces el Rey los hace atar al carro y acarriar cal y
canto.
Un
día, mientras el peón andaba trabajando con los bueyes, llega una
palomita blanca y se asienta en un poste y le pregunta:
Al
otro día vuelve la palomita, se asienta en el poste y le pregunta
por el Rey, los bueycitos y el niño, y el peón le contesta lo
mismo.
Cuando
vuelve a comer le avisa al Rey lo que dice la palomita. Entonces el
Rey manda a poner pega donde se asienta. Al otro día vuelve otra vez
la palomita y pregunta lo mismo al peón, pero cuando quiere volar no
puede porque está pegada. El peón la lleva donde está el Rey. La
negra pícara decía que larguen o maten ese animal porque puede ser
brujería. Pero el Rey la espulgaba y acariciaba hasta que le
encontró un alfiler en la cabeza. Se lo sacó y la palomita se hizo
la Reina que era antes y contó todo lo que le había pasado.
Entonces el Rey muy enojado con la negra, mandó a traer dos potros
chúcaros y atar a la negra, y largarlos al campo a todo correr para
que la maten. Desde entonces vivieron contentos y felices hasta que
yo me vine y entré por un zapato roto para que usté me cuente otro.
Avelina
de Luna, 80 años. Chulo. General Gordillo. La Rioja, 1950.
Figura
en el cuento el motivo de la fuga
mágica.
Cuento
982. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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