Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de febrero de 2015

El caballo overo .1061

Era un viejo que tenía un hijo que le llamaban el Chiquillo. Bué... Era muy pobre. Un día supo el Chiquío que en una estancia regalaban un caballo a todos los pobres. Dijo el Chiquío al padre que iba a pedir un caballo. El padre lo dejó que fuera. Había una legua. Cuando iba por el camino el Chiquío encontró un hombre muerto. El Chiquío se volvió para las casas y sin decirle nada al padre, agarró una pala y la llevó y enterró el finau.
Se fue a la estancia el Chiquío y pidió un caballo, y le contestó el patrón que en el corral había quinientos caballos y que fuera y eligiera uno. Bué... Él fue y vio que había un overo echado, muy flaco. Le dio lástima. Lo levantó de las orejas y lo llevó para las casas, y le dijo el patrón que si no había un caballo mejor, que había elegido ése. El Chiquío le contestó que al que le dan no elige, y en seguida se retiró para la casa d'él.
Echó un mes y tres días para llegar a la casa d'él, con el caballo tan flaco. El padre le pegó unos azotes porque no había traído otro caballo mejor. Todos los días él tenía que levantarlo. El caballo vivía echado de flaco, y el padre lo castigaba a él por eso. Lo cual, un día el overo comenzó a trotar, y dispuso entonce el Chiquío de mandarse a cambiar.
A los tres días ni el Chiquío ni el overo amaneció en las casas. Galopó tres días sin parar. Cada día, el overo era más bueno. Cuando el Chiquío se acordó, 'taba en la orilla de la mar. Se bajó a darle agua y vido el Chiquío que había una bola di oro en l'agua. Y él si arrimó alzarla. Entonce el caballo lo habló al Chiquío y le dijo que no alzara eso que si lo alzaba eran perdidos. El Chiquío le dio un garrotazo al caballo en la cabeza, y le dijo que qué sabía él. Él guardó el oro en el bolsío y subió en el caballo y tomó viaje.
Jue a la casa de un Rey a pedir trabajo. Le dieron trabajo para que arara con los bueyes.
Al otro día muy temprano, el Chiquío ató los bueyes y se fue a arar. Una hija del Rey le hurgó la ropa que había dejado y le sacó el oro y se lo llevó al Rey, y de mala, le dijo que el Chiquío había dicho que él sabía ánde había una planta de oro, y que él podía traerla. El Rey se puso muy contento y cuando volvió de arar lo llamó al Chiquío y le dijo que tenía que traerle la planta de oro. Pero el Chiquío le dijo que él no sabía ánde había eso.
Entonce el Rey, enojado, creyendo que el Chiquío no quería obedecer, le dijo: palabra de Rey no puede faltar, y le ordenó que al otro día tenía que traerle la planta de oro a la casa y sinó que le mandaba a degollar.
El Chiquío se fue llorando ande 'staba su caballo y le dijo lo que le pasaba. El overo le dijo que si no se acordaba del garrotazo que él le dio porque le dijo que no alzara eso.
-Cierto -le dijo el Chiquío.
Le dijo el overo:
-De ésta lo voy a salvar, pero de otra no. Pídale al Rey una pala y una cadena sin pecar, y suba en mí y cierre los ojos.
Y así lo hizo el Chiquío. Al otro día trajo la pala y la cadena, subió a caballo y cerró los ojos. Entonce le dijo el caballo al Chiquío:
Diga; cada paso cuarenta leguas.
El Chiquío dijo cada paso cuarenta leguas. Y cuando quiso acordar abrió los ojos y ya estaba en la oría del mar, a la par de una planta de oro. Áhi no más se bajó y se puso a trabajar con la pala. Pero la planta era muy grande, trabajó hasta la noche y no la podía arrancar. Ató su caballo a ver si el caballo la arrancaba. Le pegó una estirada y el overo ni la movió. Entonce le dijo el caballo:
Si no la sacamos de otra güelta somas perdidas.
Siguió trabajando el Chiquío con la pala, y luego de un rato la volvió a atar a la planta a la cincha del overo y le pegó un grito. Y el overo pegó una estirada y la sacó de raíz. Cuando 'staba descansando, vido en la oría del agua una peineta di oro. Corrió el Chiquío y la alzó. El caballo le dijo que no la alzara, que s'iba a arrepentir. El Chiquío le dio otro garrotazo y le dijo que qué sabía él. Echó la peineta al bolsío y se volvió a las casas en el overo. Alzó por delante la planta y cuando quiso salir el sol al otro día, el Chiquío 'taba ya con la planta di oro en la casa del Rey. Entregó la planta y el Rey se puso muy contento. Se sacó la blusa, la asentó sobre un alambre, ató los bueyes y se jue a trabajar.
Jue entonces la hija del Rey otra vez y le hurgó la ropa y le encontró en el bolsío la peineta y se la sacó. Y le trajo la peineta al Rey y le dijo que el Chiquío se había dejado decir que era capaz de tráir la dueña de la peineta, que era una princesa. El Rey era viudo. Le interesó mucho la peineta y lo llamó al Chiquío cuando volvió esa noche de trabajar y le dijo que si era cierto que él se había dejado decir que era capaz de tráirle la dueña de la peineta. El Chiquío le dijo que él no había dicho eso. El Rey le dijo entonce que palabra de Rey no puede faltar, y que si no le traía la princesa, le cortaba el cogote.
Se jué llorando otra vez ande estaba el overo. Lo dejó que llorara un rato y después le dijo que iba a hacer por esa vez un imposible, porque eso era muy difícil, y que se acordara que él le había dicho que no recogiera la peineta, que s'iba arrepentir.
-Cierto -dijo el Chiquío- pero no pensaba que me iban hacer tamaño mal.
-Suba -le dijo el overo, cierre los ojos y diga cada paso cuarenta leguas.
El Chiquío subió y dijo:
-Cada paso cuarenta leguas.
Cuando le dijo el overo que abra los ojos, el Chiquío se creyó que estaba junto con la niña, pero era un gran arenal. El overo le dijo:
-Mire en aquel palacio que se devisa allá, áhi vive la dueña de la peineta.
Se bajó el Chiquío y ni hallaba qué hacer. El overo le dijo:
-Revuelquesé en la arena junto conmigo, y si es güen mozo será el mejor joven de estos barrios y yo seré el mejor caballo que hay acá. Vamos a pasar por frente al palacio. La hija del Rey se va a enamorar de mí y los hará hablar para que usté le preste el caballo para que suba la princesa, un momento. Pero usted no me vaya a prestar y le dice que soy muy malo, que solamente cuando sube usted soy mansito.
Y así sucedió. El joven se levantó más güen mozo que antes y el caballo, una hermosura. Pasó el Chiquío en el overo por el frente del palacio. La Princesa que estaba en una ventana lo vido y le dijo al Rey, al padre, que áhi había un joven que andaba en un caballo muy bonito y que lu hablara para que se lo prestara un momento. El Rey lu hizo llamar al Chiquío y le dijo que le prestara el caballo para que subiera la hija d'él, un momento. El Chiquío le contestó que era muy malo el overo. El Rey tenía tres negros que eran domadores y le dijo al Chiquío que se bajara, que iba a ver si era cierto que el caballo era malo. Llamó los negros y lo subió uno y el overo se arrastró a corcoviar y lo voltió. Y así pasó con los tres. El Chiquío le dijo al Rey que si la niña quería podía andar una güelta en la plaza, que él la alzaba en las ancas. El Rey le desconfió y llamó toda la policía. Y los hizo poner en cada esquina de la plaza a varios vigilantes, no se que se juera a disparar el Chiquío con la niña.
El overo le había dicho que cuando la alzara en anca la enamo-rara, y que cuando la niña aceptara, le tocara la clina a él y cerrara los ojos y le dijiera, cuarenta leguas a cada paso.
Él alzó a la niña y dio una güelta a la plaza y se arregló con la niña, y le tocó la clina al overo, y los vigilantes ni los vieron. Sintieron un silbido como si fuera una bala que pasaba en el aire, y era el overo con la niña y el joven. Al otro día temprano, Chiquío tuvo ya en la casa del Rey y le entregó la dueña de la peineta. El Rey se puso muy contento, y la quería para esposa d'él porque la niña era muy linda, pero la niña no lo quería, ella quería al que la había traído.
Entonce el rey dispuso de quemarlo al Chiquío. Lo mandó que le trajiera veinticinco cargas de leña y que las echara en un horno muy grande que había. El Chiquío trajo la leña y lo cargó al horno. Entonce le dijo el Rey al Chiquío que se preparara porque él lo iba a quemar.
El Chiquío se largó a llorar desconsoladamente y entonce sintió que en el potrero el overo relinchaba y disparaba. Entonce el Chiquío se acordó de su caballo y le dijo al Rey que lo dejara ir a despedirse de su caballo, porque a él le constaba de que lo había servido mucho. El Rey le dijo que juera y que volviera ligero.
El Chiquío se jue llorando ande 'staba el overo. El overo le dijo que no se asustara, que él l'iba a arreglar el asunto. Sacó de un vaso una boteíta con agua, el overo, y se la dio al Chiquío y le dijo que cuando el Rey le prendiera fuego al horno que le volcara el agua d'esa boteíta y que iba a quedar todo hecho ceniza, y que si el Chiquío era güen mozo, más güen mozo, iba a quedar.
Se jue a las casas y el Rey lu echó al horno y le prendió fuego y le cerró la puerta.
El Chiquío sacó la botea de agua y la echó al fuego. Y quedó hecho ceniza. Luego de dos horas, el Rey la convidó a la Princesa, dueña de la peineta, que vinieran a ver un corderito que tenía asado. Abrió la puerta del horno y vieron y se sorprendió al ver que el Chiquío estaba sentado en un sillón. Y le dijo al Rey que a él cuando lo echaban en un horno, siempre se ponía más buen mozo de lo que era, para que así lo quisieran las princesas.
Entonce el Rey le dijo que se fuera a traerle treinta cargas de leña, y lo echaran al horno para ver si se ponía güen mozo él y lo quería la Princesa de la peineta. El Chiquío le dijo que él le aseguraba que s'iba a poner muy güen mozo si se echaba en ese horno prendido.
El Rey estaba muy contento y pensaba que s'iba a casar con la Princesa.
El Chiquío trajo la leña, la echó al horno y lo puso al Rey en el fondo del horno. Entonce el Chiquío le dijo que con tres tarros de nasta iba a quedar más güen mozo. Y se la hizo echar.
El Rey se sentó en el fondo del horno, y el Chiquío le arrimó un fósforo y le cerró la puerta. Luego de un rato, vino a verlo, y el Rey 'staba hecho ceniza. Entonce el Chiquío, quedó con la Princesa y la hija del Rey, y él, único dueño de la casa. Entonce sintió que su overo relinchaba en el potrero.
El Chiquío y la Princesa se fueron a verlo al overo. Cuando jue ande 'staba el overo, le dijo el overo, que si se acordaba cuando jue a la estancia a pedir el caballo que daban a los pobres, que encontró un hombre muerto en el camino y se volvió a las casas y trajo una pala y lo enterró. Que él era esa alma, que le había venido a ayudar en la vida y a dejar esa herencia, porque él era el dueño del palacio y de la Princesa, y también de la hija del Rey. Qu'él podía casarse con la que quisiera, y qu'él tenía que irse. Entonce el Chiquío le dijo que si era por la dueña de la peineta y por el palacio, q'él no tenía ningún interés, que él dejaba todo y s'iba con el overo. Entonce le dijo el overo que eso no podía ser, que se quedara tranquilo, que él era un alma, y que tenía que irse al otro mundo. Y le dijo adiós al Chiquío y se hizo una palomita y se voló.
El Chiquío se casó con la Princesa de la peineta y vivió feliz y muy rico en el palacio del Rey. La hija del Rey se casó con otro Rey vecino. Nada más.

José Chaves, 26 años. San Martín. San Luis, 1945.

Campesino de la zona rural de este pueblo.

Figura en el cuento el motivo del muerto agradecido.

Cuento 1061. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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