Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 6 de febrero de 2015

El caballo de siete colores .1070

Éste era un viejo y una vieja que tenían tres hijos. Uno se llamaba Pedro, el mayor, el otro Juan y el otro Manuelito.
Tenían una sementera de trigo. Entonces mandó el padre a Pedro a cuidar la sementera en la noche porque había un animal cebado. Pedro se quedó dormido y el caballo entró y comió.
Al otro día mandó a Juan. A Juan le pasó lo mismo. Se quedó dormido y el caballo comió también igual.
Entonces Manuelito le dijo que lo mandara a él por ser el menor. El padre no quería y él se puso a llorar. Entonces le dijo el padre:
-Tus hermanos, los mayores no hicieron nada, y vos qué vas hacer.
Él se puso a llorar y le dijo:
-Voy no más, papá. Déme un lazo y una guitarra.
El padre le dio el lazo y la guitarra y le dijo que si no le traía el caballo lo azotaba.
Y se fue Manuelito pa la sementera y se puso a cantar con el lazo armao, en el paso que entraba el caballo. Cuando sintió el ruido dejó de tocar la guitarra. Entró el caballo y lo cazó. Era un caballo de siete colores.
Le dijo el caballo a Manuelito:
-Largame.
-No te largo -le dijo Manuelito- porque mi papá me va castigar.
Entonces el caballo le dijo:
-Bueno, largame no más porque yo soy un ángel del cielo.
-No te largo -le dijo Manuelito- porque mi papá me va castigar.
-Bueno -le dijo entonces el caballo- si es así, llevame. Cuando tu papá me quiera pegar a mí, vos me largás. En los apuros que vos te viás yo te favorezco.
Manuelito ha llegao con el caballo. El padre se enoja con los otros muchachos y los castiga.
En la tarde los dos muchachos, Pedro y Juan, le pidieron la bendición al padre para salir a caminar. El padre se las ha dao. Al otro día se jueron.
Manuelito desde que se fueron los hermanos comenzó a pedir la bendición también al padre por ser hombre y por saber. Los padres no querían. Él se puso a llorar. Quería alcanzar a sus hermanos. A los tres días le dieron la bendición. Al dentro el sol alcanzó a sus hermanos. Entonces dijo Pedro, el mayor:
-¿Qué no es Manuelito aquel que viene allí, hombre?
Entonce Juan le dice:
-Qué va ser. Pedro le dice:
-Sí, es él.
Bueno, ya cuando los alcanzó les dijo:
-Buenas tardes, hermanos.
Ellos los saludaron muy tranquilos, pero ellos estaban con la idea de matarlo. Al otro día siguieron viaje. Llegaron a un monte. Ahí se dedicaron a vivir los tres.
Entonces Pedro y Juan salieron a cazar para vivir de la caza y Manuelito quedó cuidando la casa y que les tuviera qué comer y sin darle nada y le dijieron:
-Y si no nos tenís qué comer, te cortamos el cogote.
Áhi dijo Manuelito:
-Caballito de siete colores, cuando vengan mis hermanos cerca, que se preparen tres ollas de comida de las mejores que haiga en el mundo.
En seguida estuvieron las ollas de comida.
Juan le dijo a Pedro:
-Qué vamos hacer con éste, la comida la tuvo sin darle ninguna cosa.
Juan le dijo:
-Mirá, parece que éste nos va a matar a nosotros antes que nosotros lo matemos a él.
Pedro le dijo que no.
Al otro día le dijo Pedro:
-Levantate, Manuel y vas a ir a buscar una vaca gorda que hay en el monte.
Había muchas fieras. Entonces, Pedro dijo:
-Lo van a tener que matar las fieras no más.
En la tarde Manuelito llegó con la vaca gorda. En la noche Juan le dijo otra vez a Pedro:
-Manuelito nos va a matar a nosotros.
Pedro le dijo que no. Le dijo:
-Mirá, allí hay una vieja bruja. Con ésa lo vamos hacer matar.
Al otro día, en la mañana, se levantó Pedro y Juan, y fueron a donde la vieja bruja y le preguntaron qué harían ellos para matar a Manuelito.
La vieja bruja les contesta que es la cosa más fácil, que le roben una prenda en la noche y se la lleven a ella. Entonces ella, con esa prenda, lo echaba al palacio del Rey en la misma noche.
Manuelito, cuando recordó al otro día, se encontró en la casa del Rey, no tuvo más que acordarse del caballito, y le dice:
-Caballito de siete colores, favoreceme.
El caballo puso el lomo y lo sacó a Manuelito.
Al otro día, en la mañana, cuando recordó, Pedro miró a Manuel.
-Ya lo llevaron -le dijo a Juan.
Acababa de decirle, cuando Manuel se presentó en la puerta. Entonces le dijeron que hiciera juego.
Y volvió a decir Juan a Pedro:
-Éste nos va a matar.
Pedro le dijo que no.
-Tenimos que matarlo -volvió a decir Juan. Hoy vamos a hacer una casa de puras pajas y le vamos a decir que duerma áhi, en esa casa, y con la misma vieja bruja y lo vamos hacer encender la casa.
Y en la noche, cuando estaba durmiendo, se recordó, y la casa estaba toda encendida, y él se acordó del caballo:
-Caballito de siete colores, favoreceme.
En seguida el caballito puso el lomito y lo sacó del fuego. Al otro día, en la mañana, cuando llegaron los hermanos, Manuelito les tenía el desayuno hecho. Y áhi le dijo otra vez Juan a Pedro:
-Éste nos va a matar.
Áhi ya supo Manuelito de una princesa, que el que le pegara con una manzana de oro en la frente, tres veces, en la frente, pasando a toda carrera a caballo, se casaba con ella. Entonces le dijo al caballito de siete colores:
-Que se presente un caballo más lindo que todos los del pueblo, una montura y una manzana de oro.
Entonces cuando pasó corriendo por la vereda de la calle de la princesa, le pegó el manzanazo en la frente y ¡zas! la princesa cayó de espalditas. La princesa dijo:
-Con éste me caso yo.
Al otro día le volvió a pedir al caballito de siete colores:
-Otro caballo más lindo, otra montura y otro traje mejor que los que había en el pueblo.
Entonces los hermanos salían a cazar y lo tenían a Manuelito completamente destruido de ropa. Ahí fue cuando volvió a pasar por la calle y le pegó a la princesa otro manzanazo en la frente. La princesa dijo entonces:
-Con éste me caso yo.
Manuelito se fue entonces por donde estaban los hermanos cazando y áhi dijo Juan a Pedro, porque Juan lo conoció, po:
-¿Qué no es Manuelito aquel hombre?
-Qué va ser Manuelito, siendo que éste es un jutre. Entonces le dijo Pedro:
-Si es él, nos vamos al tiro, y si no tiene la comida, lo matamos.
Cuando llegaron, Manuelito estaba con la ropa puesta que manijaba en la casa y con la comida en puntito.
Y áhi le dijo Pedro a Juan:
-¿No decías vos que era Manuelito el que venía?
Áhi le preguntó Pedro:
-¿Por dónde has andao vos, hoy?
-Por ninguna parte -le dijo Manuel.
Al otro día salieron a la caza Pedro y Juan. Entonces le dijo Pedro a Manuelito:
-Mirá, no te vas a mover de aquí de la casa, porque si nosotros te vimos por áhi, te vamos a matar.
Entonces Manuel le pidió al caballo de siete colores que le trajiera un caballo, y si los otros caballos eran lindos, éste que fuera mejor, y otra manzana más linda todavía, mejor montura y mejor traje. Áhi dijo el Caballo de Siete Colores:
-Hoy te van a tomar preso, porque el Rey no sabe quién es el que le pega en la frente a la hija. Mirá, yo te voy a pedir un servicio, que cuando te casés vas en mí.
Y ya se fue Manuelito pal pueblo y pasó corriendo otra vez por frente 'e la princesa y le pegó con la manzana en la frente. Entonces dijo la princesa:
-Con éste me caso yo.
El Rey tenía policía por todas las entradas del pueblo. Tenía que saber quién era el que le pegaba a la princesa en la frente. Y ya lo tomaron a Manuelito y lo llevaron a donde el Rey. Y el Rey le dijo:
-¿Usté es el que le pegaba a mi hija en la frente?
-Yo, Rey.
-Palabra de rey no puede faltar: yo he dicho que el que le pegue a mi hija tres manzanazos en la frente, que se casaba con ella. Y ella ha dicho igual.
Entonces le dijo Manuelito que al otro día se casaba y se fue, pa que le dieran libertá.
Cuando salió del pueblo se juntó con el caballito de siete colores y le dijo el caballito:
-Tus hermanos te quieren matar a vos. Ahora vos los matás a ellos. Están en tal y tal parte. Ellos te van a atajar a vos para matarte, ya saben que sos vos el que se va a casar con la hija del Rey; tomá este revólver.
Y de áhi los mató a los hermanos y llegó a la casa donde lo tenían los hermanos. Entonces llegó el caballito de siete colores otra vez y ya hizo desaparecer el caballo en que andaba Manuelito y la ropa y la montura, y de áhi ya se quedó el caballito de siete colores con él.
En la noche le dijo:
-Mirá, yo soy un ángel del cielo. Así como vos no me dejaste castigar con tu padre, yo te voy a dar fortuna. Mañana cuando te casís, te voy a decir que me desensillís solo, que no te vea nadie.
Al otro día se fue a casar Manuelito con la Princesa y ya cuando volvieron de la iglesia le pidió permiso al Rey para desensillar el caballo, fue a largarlo y le volvió a decir el caballito:
-Yo soy un ángel del cielo y que te hi favorecío en todo, y adiós, Manuelito.

Y se volvió una palomita y se fue.
Y se acabó el cuento
Y pasó por un zapatito roto,
para que don... cuente otro.

Basilio Figueroa, 46 años. Chorriaca. Loncopué. Neuquén, 1952.

Cuento 1070. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 072

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