Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 26 de octubre de 2014

El chico que se caso con una princesa .079

El rey de una ciudad tenía una hija casadera. Cada vez que se acercaba un pretendiente, mandaba encender una gran hoguera; el pretendiente debía soplar hasta apagarla y, si al cabo de diez intentos no lo conseguía, era ahorcado. De esta manera, lo único que consiguió fue que murieran todos los jóvenes de aquella ciudad.
En medio del bosque vivía un matrimonio con un hijo único. Un hombre de la ciudad se había metido en el bosque y le había contado que, bajo aquella extraña condición, podría casarse con la princesa y llegar a ser rey. Pero sus padres, prudentes, querían conservar a su único hijo; y no le permitieron ir a la ciudad a probar suerte con la hoguera.
Y sucedió que, a partir de aquel momento, el chico salió al bosque tres veces; y cada vez regresaba a casa con una hoja que, sin saber cómo, se le metía en el bolsillo. De manera que guardó aquellas tres hojas misteriosas y obtuvo el permiso paterno para ir paseando hasta la ciudad.
Al llegar allí, toda la gente se le quedaba mirando: ya no quedaban jóvenes; en cambio él era guapo y apuesto. Regresó al bosque y, al cabo de unos días, pidió permiso de nuevo. En la ciudad hizo amistad con un hombre, al que invitó a su casa. Sus padres le atendieron debidamente, pero no dejaron que su hijo regresara a la ciudad con él.
El rey, mientras tanto, ya estaba advertido de la presencia en la ciudad de un joven apuesto. Y había ordenado a sus guardianes que le prendieran en cuanto volviera. Y así fue: cuando, al cabo de unos días, el chico se presentó de nuevo, los guardianes le llevaron a la presencia del rey. Éste le propuso la prueba de la hoguera: «Si consigues apagarla con tus soplidos antes de diez intentos, te casarás con mi hija. En caso contrario serás ahorcado como todos los demás».
El chico y la princesa, en el mismo momento en que se habían visto, se habían enamorado. Por eso la princesa le rogó que se sometiera a la prueba; pero el chico quiso consultarlo con sus padres y los guardianes acudieron al bosque a buscarlos: prendieron a la madre; y el padre, al observar que también se lo querían llevar, cogió aquellas tres hojas que su hijo había guardado y siguió a los guardianes hasta la presencia del rey de la ciudad. Y ante él proclamaron: «Estaremos de acuerdo en que nuestro hijo se someta a la prueba, si él así lo desea».
El chico se encontraba dispuesto, pero antes que nada quiso encontrarse a solas con su padre. Éste le entregó las tres hojas y el chico se las metió en la boca. Inmediatamente se dirigieron al lugar donde se preparaba la gran hoguera; y, una vez encendida, el joven empezó a soplar con todas sus fuerzas: una vez, dos tres... nueve veces... y la hoguera no se apagaba.
Entonces concentró todas sus fuerzas, se encomendó a Dios y sopló por décima vez: las hojas que tenía en la boca salieron despedidas contra las llamas; y el fuego, al instante, se consumió.
Tal como había prometido, el rey le concedió la mano de la bella princesa; además le dio la mitad de sus riquezas. Y los dos jóvenes regresaron al bosque, donde pudieron vivir con toda suerte de comodidades.

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

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