Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 28 de julio de 2012

Por qué el cóndor tiene la cabeza calva


Al principio, las aves no tenían plumas como hoy. Revoloteaban por el mundo desnudas y eso les daba mucha vergüenza. Además de la vergüenza, en el invierno pasaban mucho frío. Cuando ya no pudieron más, se reunieron en consejo y decidieron suplicar­les a los dioses que les concediesen unos vestidos.
Los dioses escucharon la súplica y respondieron:
-Hace tiempo que los vestidos están listos para vosotras. Se encuentran amontonados en la cima de una montaña y sólo fal­ta que cada una vaga a recogerlos por su cuenta.
Las aves se miraron unas a otras en silencio, porque nadie se atrevía a emprender un viaje tan largo. El único que no tenía miedo era el cóndor.
-Iré yo -exclamó altanero y, sin esperar más, se puso en marcha.
Viajó mucho tiempo. Consumió todas las provisiones que llevaba consigo y, por ello, tuvo que alimentarse con lo que en­contraba. Más de una vez se vio obligado a alimentarse de carne en mal estado, de carroña. Desde aquella época, no ha perdido ese hábito. Finalmente, llegó a la montaña donde estaban amon­tonadas las ropas destinadas a las aves. Las había de todo tipo: de un solo color, multicolores, blancas y negras. El cóndor eligió el traje que le pareció más bonito y se lo puso. Pero le quedaba estrecho. Entonces eligió otro, del mismo color. Pero tampoco éste era lo bastante grande. Uno tras otro, el cóndor se probó to­dos los plumajes de colores, hasta que encontró uno totalmente negro. Éste le iba bien, pero era un poco corto: no le cubría ni la cabeza ni el cuello.
-No hay nada que hacer -se dijo el cóndor. Cuando vea a los dioses, les pediré que me den algo para cubrirme la cabeza.
Así pues, se puso las plumas negras que aún lleva hoy. Des­pués de vestirse, el cóndor cogió todos los demás plumajes, ba­tió las alas y emprendió el viaje de retorno. Durante el trayecto, a cada minuto se le caían al suelo algunos vestidos y el cóndor debía volver a recogerlos. Dando amplios giros se acercaba a la tierra y volvía a alzarse entre las nubes. Éste es también su modo actual de volar.
El viaje del cóndor de ida y vuelta a la montaña duró tanto que las aves se cansaron de esperar, disolvieron el consejo y vol­vieron a casa. Cuando el cóndor llegó al lugar de la reunión, no encontró ni un alma. Tuvo que volar buscando de nuevo a todas las aves, hasta que las reunió de nuevo y repartió entre ellas los vestidos. Desde aquel día, las aves tienen plumas. Pero el cóndor no volvió a ver a los dioses, por lo que no pudo pedirles que le diesen algo para cubrirse la cabeza y el cuello. Ésta es la razón de que el cóndor tenga, aún hoy, la cabeza y el cuello sin plumas, como su hermano el buitre.

004. anonimo (india)




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