Una vez, hace mucho pero que mucho tiempo,
nadie en el mundo sabía qué eran las pulgas y los piojos. La gente se volvió
terriblemente perezosa: por la mañana, sobre todo, nadie quería saber nada de
levantarse temprano para ir a trabajar. Los campos se transformaban poco a
poco en desiertos, porque nadie araba, nadie sembraba y, naturalmente, nadie
recogía nada. Muy pronto se produjo una gran escasez. Entonces, los viejos
sabios se reunieron en consejo y decidieron recurrir a la ayuda de los dioses.
Los dioses, después de escucharlos
atentamente, dijeron:
-De acuerdo. Si así están las cosas, os
ayudaremos nosotros. Os daremos unos animalitos que os harán levantar por la
mañana temprano.
Y dieron a los viejos sabios millares de
pulgas y de piojos.
Los viejos, a decir verdad, pensaban que
aquellos animalitos eran demasiado pequeños para despertar a unos gandules tan
grandes. Sin embargo, les dieron las gracias a los dioses y volvieron a casa.
Pero los dioses sabían lo que hacían. Muy
pronto, en medio de aquellos perezosos, las pulgas y los piojos se
multiplicaron y se volvieron tan numerosos que ya no dejaban en paz a nadie. En
cuanto rayaba el día, ahuyentaban a los seres humanos de sus camas.
Así fue como llegaron a la tierra las pulgas y
los piojos, y cómo las personas aprendieron a levantarse por la mañana temprano
para ir a trabajar.
005. anonimo (china)
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