En tiempos muy remotos, las cosas no eran como
ahora: ni el pinzón era azul ni el coyote, gris. Un día todo cambió y sus
colores fueron los que vemos hoy.
Fue así. Había en aquella época, al pie de una
montaña, un lago muy hermoso de aguas azules que no cambiaban ni se encrespaban
nunca, porque ningún río entraba ni salía de él. A orillas del lago vivía un
pajarillo pequeño y gris, como un guijarro cubierto de polvo.
El pajarillo estaba muy triste a causa de
aquel color y se pasaba el tiempo pensando en la manera de cambiarlo.
Una noche, tuvo un sueño. El espíritu del
sueño le dijo que podría cambiar su color si obedeciese con pelos y señales lo
que se le ordenaba. El pajarillo se comprometió a hacerlo así, y entonces, el
espíritu del sueño le dijo:
-Debes bañarte cuatro días seguidos, por la
mañana temprano, en el lago azul y, mientras te bañas, debes cantar lo
siguiente:
Yo me baño en el lago,
en el lago de agua azul
y de azul me embriago.
El pájaro obedeció. Durante cuatro días
seguidos, por la mañana temprano, se sumergió en el lago cantando la coplilla
que el espíritu le había enseñado.
El primer día se le cayó la mitad de las
plumas. El segundo día se le cayó la otra mitad. El tercer día ya no tenía
siquiera pelusa sobre la piel del cuerpo. El cuarto día, mientras estaba en el
agua, volvieron a crecerle las plumas, pero esta vez eran de un hermoso color
azul, y le quedaron para siempre de ese color.
Mientras el pinzón se estaba dando su cuarto
baño, pasó por allí un coyote y se detuvo a mirarlo. Hay que decir que, en
aquella época, el coyote era muy bello; tenía un pelo verde como la hierba y se
sentía muy orgulloso de aquel color. Cuando vio que el pinzón se había vuelto
azul y que era más hermoso que él, al coyote lo corroyó la envidia.
-¿De dónde has sacado esas plumas tan bonitas?
-preguntó. Dímelo ya; si no, te comeré.
El pinzón le contó lo que había sucedido y le
enseñó la coplilla mágica. A la mañana siguiente, el coyote se dio enseguida el
primer baño y, al cabo de cuatro días, se había vuelto todo azul, de un
maravilloso azul.
El coyote pensó que se había convertido en el
animal más bello de la tierra. Corría a través de montes y valles y exclamaba
en todos los sitios:
-¡Miradme, soy yo, el coyote! Ya no soy verde
como antes, soy azul, todo azul. Soy, sin duda, el animal más bello del mundo
Y donde encontraba su reflejo, se detenía para
admirarse, para ver cuán bello era.
Claro que, de ese modo, no prestaba mucha
atención por dónde caminaba. Así que tropezó, se dio con la cabeza en una roca
y rodó cuesta abajo por un monte polvoriento y pedregoso. Cuando se detuvo, se
incorporó sobre sus cuatro patas y se miró: estaba todo gris de polvo. Y, para
su desgracia, no pudo nunca sacudirse del pelo aquel polvo gris. Y gris se
sigue viendo ahora; su hermoso verde y su hermoso azul han desaparecido para
siempre.
004. anonimo (india)
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