Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 17 de junio de 2012

Operación sin anestesia


El general Guan Yu fue herido en el brazo dere­cho por una flecha cuando dirigía el ataque a la sitia­da ciudad Fan. Cayó de su caballo, siendo socorrido por los soldados que lo trajeron al cuartel. Sacaron la flecha, pero se dieron cuenta de que la punta de la misma estaba envenenada. Tenía el brazo monstruo­samente hinchado. El veneno había llegado ya a los huesos. Le sugirieron desistir del plan de conquista y retirarse para curar la herida. Pero el general se negó rotundamente. Ordenó mantener el sitio de la ciu­dad y volver a atacarla en cuanto se le sanase la heri­da. Los médicos del ejército dijeron que eran incapa­ces de curarlo, por lo que se envió a varios soldados en busca de buenos cirujanos.
Un día se presentó en el cuartel un médico lla­mado Hua Tuo, quien dijo:
-Me he enterado de que el famoso héroe ha si­do herido por una flecha venenosa. Quisiera ver si puedo hacer algo.
Los oficiales sabían que el cirujano había hecho verdaderos milagros en el tratamiento de heridos gra­ves. Lo llevaron a la tienda del general, quien se en­contraba jugando al ajedrez con su amigo Ma. Tras examinar cuidadosa-mente la herida, el médico afirmó:
-Tengo que decirle que el veneno se ha propa­gado hasta los huesos del brazo derecho. Hace falta operarlo inmediatamente. De otra manera sería im­posible salvar su brazo.
El general le preguntó tranquilamente:
-¿Cómo me lo opera, doctor?
-¿Es preciso fijar un aro de hierro en la co­lumna, atravesar su brazo derecho en el aro, atarlo con cuerda y tapar su cabeza con una manta. La operaci6n es dolorosísima, porque no se puede usar anestesia. Tendré que ampliar la herida hasta llegar a los huesos y rasparlos para eliminar el veneno. Des­pués cerraré la herida con un hilo y aguja, y aplicaré medicinas para evitar la infección. Es la única manera de curarlo, pero temo que no tengo medios eficaces para reducir el intenso dolor...
-No se preocupe -le interrumpió el general Guan con una sonrisa en la cara-, no necesitaré ni columna, ni aros, ni las demás historias. Opéreme tranquila-mente después de la comida.
Lo convidó a una suculenta comida en la que to­maron abundante licor. En cuanto terminaron de comer, el general se sentó otra vez con su amigo pa­ra seguir el juego, descubriéndose el brazo derecho para que el cirujano lo operara.
Hua cogió un afilado cuchillo desinfectado y puso una palangana debajo del brazo herido del general, a quien dijo:
-Le va a doler mucho, no se mueva.
-Tranquilo, doctor. Empiece cuando pueda. No se preocupe por mí.
Al decirlo, inició la partida de ajedrez más dolorosa en la historia del mundo. Hua Tuo ensanchó la herida y descubrió los huesos, raspándolos con un cuchillo para quitar el veneno. Los militares que estaban al lado desviaron la vista de la ensangrentada herida del gene­ral, mientras que éste, sin ninguna queja, se concentra­ba en la estrategia del ajedrez. Su adversario, notable­mente nervioso, no lograba colocar bien las piezas por el temblor de la mano. Mientras tanto, dentro del si­lencio de la tienda, se oía el goteo de la sangre en la pa­langana y el chasquido del cuchillo raspando huesos.
-Al cabo de un buen rato, el médico terminó de cerrar la herida con la última puntada. Se le veía páli­do y agotado. Sin embargo, el general se mantuvo in­móvil, sereno, con una sonrisa en la cara. Cuando le dijeron que todo se acabó, se echó a reír a carcajadas:
-Extraordinario. Ahora puedo mover mi brazo. En pocos días estaré bien. No me ha dolido práctica­mente. Es usted maravilloso.
El médico le contestó con viva admiración:
-Jamás en mi vida he visto a alguien que haya podido aguantar el dolor con tanto estoicismo e in­tegridad. Es usted realmente increíble.
No cabe duda del inusitado coraje del general, pero tampoco de su enorme capacidad para concen­trase, en este caso en el ajedrez, y poder así retirar la mente de la zona agredida.

005. Anonimo (china),

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