Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 17 de junio de 2012

La mente conflictiva


Se trataba de dos monjes que habían emprendi­do una peregrinación por los lugares más sagrados de China. El abad del monasterio había hecho llamar antes de la partida al monje más mayor y le había dicho:
-No dejes de dirigir la perspicacia mental de tu compañero cuando haya lugar para ello. Que no se limite a visitar lugares santos, porque si la mente no va despejándose, ¿de qué sirven todas las peregrina­ciones del mundo? No hay lugar más santo que la comprensión de una mente clara y libre.
Los dos monjes caminaban diligentes de uno a otro lugar sacro. Visitaban monasterios, centros de peregrinación, santuarios y templos.
-Pero no hay peregrinación más importan­te que la que hacemos a la mente serena dentro de nosotros a través de la meditación -dijo el monje mayor.
El monje joven se encogió de hombros y sonrió con autosuficiencia. Era mucho más divertido peregri­nar de aquí para allá que sentarse como un santurrón en meditación. El monje mayor meditaba todas las noches antes de disponerse a conciliar el sueño. El monje joven cedía a su pereza y se abstenía de meditar.
Pasaron las semanas. El monje mayor preguntó al joven:
-¿Qué tal está tu mente?
-¿A qué viene esa pregunta? -replicó molesto el monje joven-. Mi mente está perfecta. La siento libre de toda alteración, equilibrada y atenta.
-Te felicito -repuso el monje mayor.
Atardecía. Reinaba un silencio perfecto. Los monjes se dispusieron a tomar el último alimento del día. Se sentaron y tomaron sus respectivas escudillas. Abrieron una especie de pequeña tartera que incluía dos piezas de alimento: una grande y una pequeña. El monje mayor alargó la mano y se apropió de la grande. Indignado, el monje joven dijo:
-¡Qué descaro! ¡Parece increíble! No has duda­do un momento en coger el trozo grande.
-Así es -dijo apaciblemente el monje mayor.
-¡Es una vergüenza! -exclamó en el colmo de la irritación el monje joven-. ¡Y encima no te dis­culpas!
-Cálmate -dijo el monje mayor-. Dime, ¿tú qué hubieras hecho?
-Te aseguro que yo hubiera cogido el trozo pe­queño en lugar del grande.
-Entonces, mi buen amigo, ¿dónde está el pro­blema? Ya lo tienes.

 005. Anonimo (china),

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