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viernes, 1 de junio de 2012

El gobernador y la doncella


El gobernador y la doncella
Anonimo
(china)

Cuento

En el antiguo país de Tssin vivía hace siglos una hermosa doncella llamada Lo-Foh, que cuidaba con gran esmero sus gusanos de seda. Todas las maña­nas al rayar el alba la joven se vestía su linda túnica de seda amarilla y su ropaje color de rosa, cogía un cesto de fina paja, adornado con un lazo azul, y se encaminaba prestamente hacia el camino del Sur, hacia aquel sendero donde las moreras crecían altas y ufa­nas y daban en abundancia las hojas verdes y tiernamente esponjosas, que tanto gustaban a sus queridos gusanos de seda; nadie en todo el país cuidaba mejor de ellos y nadie tampoco conse­guía obtener unas crisálidas tan delica­damente amarillas y con un toque tan sedoso y brillante como las que propor­cionabañ los gusanos de seda de la bella Lo-Foh.
Aquella mañana Lo-Foh como todos los días había colgado de su brazo su lindo cesto de paja trenzado, adornado con la cinta azul; al asomar el sol tras la colina ya estaba en el camino del Sur. Su gentil figura se recorta en me­dio del camino como una linda estatui­lla de porcelana; su tocado es al estilo japonés, las perlas que cuelgan de sus diminutas orejas no son más blancas y delicadas que la piel de.,su gracioso rostro, soberbiamente enmarcado por una cabellera negra como ala de cuer­vo y brillante como rayo de luna.
Por el camino se acerca al trote un espléndido carro tirado por cuatro cor­celes, seguido de una brillante escolta. Sobre el carro destaca la erguida y ga­llarda figura de un hombre todavía jo­ven: es el gobernador de aquella pro­vincia, que al divisar a Lo-Foh en me­dio del camino, impresionado por su extraordinaria belleza, se apresura a de­cir a uno de sus servidores que se acer­que a preguntar a la muchacha dónde está su morada y cuál es su nombre.
Parte veloz el guerrero y detenién­dose ante la muchacha le hace un pro­fundo saludo y le pregunta lo que su jefe le ha encargado que indagara.
Lo-Foh sonríe al recién llegado, le hace una profunda reverencia -gentil­mente responde:
-Señor, Lo-Foh es mi nombre, y vivo en el país de Tssin; no tengo aún veinte años, pero ya no soy muy joven porque pronto cumpliré los dieciséis.
El guerrero parte al trote de su ca­ballo y va a llevar la respuesta de la hermosa al gobernador.
Éste le escucha en silencio, luego le dice:
-Id otra vez junto a esa bella don­cella y decidle de mi parte si quiere subir a mi carro y compartir conmigo mi morada.
Galopa de nuevo el guerrero.
Lo-Foh ha llenado ya su cesto de hojas de morera, húmedas todavía del rocío del alba. Al ver llegar de nuevo al guerrero deja su cesto sobre la hier­ba y se inclina profundamente.
El guerrero se apea del caballo, hace las reverencias de rigor, y luego le dice:
-Mi amo y señor me manda de nuevo hasta ti, gentil doncella, para que te transmita su deseo: me ha or­denado que te pregunte si deseas subir a su carro y compartir con él su mo­rada...
Lo-Foh ha dejado de sonreír, mira muy seria al mensajero y murmura casi como un susurro:
-Dadle las gracias a vuestro jefe, pero decidle que no subiré a su carro. Él siempre encontrará quien le quiera; en cambio hay un guerrero que comba­te en la lejana frontera que por único amor tiene el de Lo-Foh, la doncella del país de Tssin... y yo me siento orgu­llosa de que así sea.


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