Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

viernes, 1 de junio de 2012

El amor inalcanzable

Hacía mucho tiempo que duraba ya la contienda en­tre los dioses y los demonios. Las batallas se suce­dían y ninguno de los dos bandos parecía capaz de ob­tener la victoria y finalizar la guerra.
La vía para conseguir el triunfo final parecía ser la ciencia secreta denominada sanjivni, el arte de resuci­tar a los muertos.
Éste era un secreto que solamente el sabio Shukra conocía y que compartía con los demonios, lo que les hacía invencibles en la batalla.
Cansados de esta situación, los dioses determinaron mandar al joven guerrero Kach, para que aprendiese esa ciencia del sabio Shukra y pudiera así inclinar la balan­za del lado de la justicia.
Kach se encaminó hacia el bosque en donde vivía el sabio asceta y se presentó a él con toda humildad, su­plicándole que le aceptase como discípulo y le enseñase la técnica de la resurrección. Shukra se avino a hacerlo y hospedó en su casa al joven guerrero.
Allí fue donde Kach conoció a Devayani. Ella era la hija del asceta, una hermosa muchacha, de la que Kach no tardó en prendarse. Durante mucho tiempo Kach se de­dicó a aprender las técnicas iniciales de la ciencia del sanjivni, mientras cuidaba a cambio a su maestro y lle­vaba a cabo algunas tareas cotidianas.
Sin embargo, Shukra estaba muy ocupado en otras actividades y el aprendizaje se retrasaba. Esto propor­cionaba a los jóvenes mucho tiempo libre, que pasaban juntos, y durante el cual su amor creció.
Kach acompañaba a Devayani por las mañanas a re­coger flores para las ofrendas, la ayudaba a sacar agua del pozo, tocaba instrumentos y cantaba para ella o sim­plemente complacía a la joven en cualquier deseo que tuviera. La existencia eran tan placentera al lado de aque­lla hermosa mujer que Kach casi olvidaba lo que le ha­bía llevado a aquel lugar.
Pasó el tiempo y la presencia de aquel joven guerre­ro en la casa del asceta despertó las sospechas de los de­monios, que adivinaron cuál era la razón de que Kach se hallase allí. Decidieron, entonces, acabar con él, para evitar que el sabio le revelase su técnica. Aguardaron al joven en el bosque y, cuando éste, conduciendo algunas cabezas de ganado, se internó en él, le atacaron y aca­baron con su vida de un certero golpe de espada.
Devayani aguardaba impaciente el regreso de su ama­do y, al caer la tarde, comenzó a preocuparse. Las reses volvieron solas y la muchacha supo que algo terrible ha­bía sucedido. Tuvo la certeza de que Kach había muer­to y, sollozando, fue junto a su padre y le pidió un don: que utilizase su sabiduría para volver a Kach a la vida.
Shukra no se lo pensó mucho, pues amaba intensa­mente a su hija y nada le era más querido que su felici­dad. Empleó su ciencia y devolvió la existencia al joven.
Kach no entendió en un principio lo que le había su­cedido: recor-daba que los demonios le habían matado y no comprendió cómo había vuelto a la vida hasta que Devayani se lo explicó.
Después de este incidente, la vida continuó como de costumbre y el amor de ambos siguió creciendo.
Los demonios, empero, no cejaron en sus intentos de acabar con Kach. Aguardaron pacientemente a que se presentara otra ocasión. Y un día, en el que Kach se vol­vió a alejar de la casa para obsequiar a Devayani con una flor exótica que le agradaba mucho, le atacaron de nue­vo. Esta vez quisieron asegurarse de que no pudiera ser vuelto a la vida y, tras machacar su cuerpo y sus huesos, arrojaron los restos al océano.
La historia se volvió a repetir. Devayani supuso lo ocu­rrido y solicitó de nuevo la ayuda de su padre. Y Shukra, de las aguas del mar, hizo volver a la vida a Kach.
La tercera tentativa de los demonios fue más astuta. Se veían impotentes ante la ciencia del sabio y decidie­ron involucrarle personalmente en la muerte del joven. Lo que hicieron fue lo siguiente: atacaron a Kach y le mataron. Después incineraron su cadáver y mezclaron sus cenizas con vino. Hecho esto, se presentaron ante el as­ceta.
-¡Salud, oh, gran maestro! -dijeron-. Hemos venido a presentarte nuestros respetos y a agradecerte el que nos enseñaras tu ciencia de la resurrección, que tanto nos ha ayudado en nuestra batalla contra los dioses.
-Sed bien venidos -repuso el sabio-. Pero sabed que el conocimiento no es algo que se deba escatimar y que, así como os enseñé la técnica a vosotros, lo haré igual­mente con todo aquel que la quiera aprender.
-Por supuesto, gran maestro. Pero ahora lo que que­remos es mostrarte nuestra gratitud y, para ello, te hemos traído el mejor vino que puede conseguirse. No es mu­cho, mas sí un símbolo de nuestro respeto.
Shukra no sospechó nada y bebió íntegro el conteni­do del recipiente, mientras los demonios se retiraban sa­tisfechos.
En aquel momento, Devayani se acercó a su padre y volvió a pedir su ayuda.
-¡Padre! -exclamó-. ¡Ha sucedido otra vez! Kach ha muerto. Sus enemigos han vuelto a atacarle.
Shukra intentó consolar a su hija.
-Escucha, Devayani: es inútil que yo intente devol­verle la vida a tu amado una y otra vez. Los demonios han decidido acabar con él. Únicamente estás consi­guiendo aumentar su sufrimiento. Debes ser fuerte y ol­vidarle.
Pero Devayani no estaba dispuesta a renunciar a su amor y siguió insistiendo.
-Kach era un hombre magnífico, padre. Siempre fue para ti un discípulo fiel y respetuoso. Y para mí lo era todo. ¿De qué te sirve tu sabiduría si no puedes con ella ni ayudar a tu propia hija?
Shukra se conmovió y se concentró para averiguar dónde se encontraba el alma de Kach y poder de esta manera devolverle la vida.
Entonces se percató del engaño del que había sido objeto. Nada más pronunciar las fórmulas mágicas que reviven a los muertos, se percató de que Kach se encon­traba ahora en su interior y se maldijo interiormente por haber caído en la trampa, impulsado por su ansia de con­sumir alcohol. Decidió en aquel momento que el consu­mo de licores le estaría prohibido en adelante a todo aquel que iniciase algún camino espiritual.
Pero el problema persistía. Kach seguía en su inte­rior y si intentaba liberarle de su prisión de carne, él, Shukra, perecería y la enseñanza quedaría incompleta.
Entonces el maestro tomó una decisión.
-Kach -alegó, dirigiéndose hacia el interior de su pro­pio cuerpo-. Sólo hay un medio de resolver esta situación. Te enseñaré definitivamente la técnica de resucitar a los muertos. Tú saldrás de donde te encuentras, provocan­do mi muerte y, luego, con tu sabiduría recien-temente aprendida, me resucitarás.
Así lo hicieron. Kach salió del cuerpo de su maestro, que murió en el proceso, y después le resucitó.
Cuando los demonios supieron que Kach conocía la técnica, cundió el espanto entre ellos. Sin embargo, to­dos pensaron que Kach no abandonaría jamás el bos­que, debido a su amor por Devayani y que, por lo tanto, no podría emplear estos conocimientos para ayudar a los dioses.
Pero Kach tenía ahora una forma muy distinta de ver las cosas. Se acercó a su maestro, le tocó los pies en se­ñal de respetuosa devoción y le pidió permiso para par­tir, ahora que su aprendizaje había concluido.
Devayani no podía creer lo que estaba escuchando y le reprochó a Kach que pensara en abandonarla. Quiso saber cuál era la razón de ello.
La respuesta del joven fue clara y precisa.
-Amada -dijo-. Los hombres, en ocasiones, somos juguete del destino. He muerto tres veces y otras tres he resucitado. Podría parecer esto un signo de que estába­mos predestinados a unirnos. Pero, en realidad, no es así. Me he albergado y he nacido esta vez del cuerpo de tu padre y ese hecho nos ha convertido en hermanos. Siempre te querré, pero no podré hacerte mi mujer. Y ahora debo volver con los míos y transmitirles las ense­ñanzas por las cuales he hallado varias veces la muerte.
La hija del asceta quedó inconsolable, mientras Kach partía para cumplir su deber.

(Del Mahâbhârata de Vyása)

Fuente: Enrique Gallud Jardiel

004. anonimo (india)

No hay comentarios:

Publicar un comentario