Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 24 de mayo de 2012

El cacuy

El cacuy
Anónimo
(argentina)

Cuento

Ave Nocturna Cacuy

Eran dos hermanos huérfanos, un varón y una mujer, que vivían solos en el monte.
Caco, que era el nombre familiar del muchacho, cuidaba su majadita de cabras, cazaba y buscaba miel y juntaba algarroba y otras frutas silvestres en el bosque. Con esto tenían suficiente para vivir. La niña cuidaba la casa y preparaba la comida.
Los dos hermanos eran de condición opuesta: él, generoso: ella, mezquina. Con la vida libre del campo crecían a la vez la bondad del muchacho y la ruindad de la niña.
Imagen representativa de la leyenda del Cacuy
El desapego que la muchacha tuvo siempre para con su hermano se convirtió en provocación.
Amasaba el pan y preparaba la comida para ella sola. Cuando el hermano regresaba después de todo el día de andanzas y fatigas, no tenía que comer. Cuando él lo llevaba todo con resignación, ella inventaba pretextos para herirlo y hacerlo sufrir. Tomó el hábito de mortificarlo y no disimulaba su satisfacción cuando lo conseguía.
El hermano trató por todos los medios de cambiar el carácter y los sentimientos de la hermana, pero no lo consiguió. Agotadas su bondad y su paciencia, y amargado por su vida, resolvió darle un castigo tan grande como su crueldad.
Un día le pidió que le ayudara a sacar de un árbol muy alto un panal que acababa de descubrir. Ella era muy aficionada a la miel y aceptó. Cruzaron el bosque y treparon a un árbol gigantesco. Cuando llegaron a la copa, se cubrieron la cabeza para evitar el aguijón de las abejas. La niña se sentó en una horqueta y esperó las órdenes del hermano que debía buscar el panal. El muchacho fingió abrirse paso entre el ramaje hacia el enjambre, pero bajó, y al bajar fúe cortando a uno todos los gajos del tronco.
-¡Sabrás, ahora, lo que es tener hambre! -le gritó desde abajo.
La niña se desembozó y vió el tronco desgajado y altísimo. Rompió a llorar y le pidió al hermano que la bajara; le prometió que sería buena, que cumpliría sus órdenes y lo ayudaría; pero él no se ablandó, y marchándose la dejó abandonada.
En su desesperación, la muchacha lo llamó por su nombre tantas veces como le alcanzó la voz.
-¡Caco, huy!... ¡Caco, huy!... ¡Caco, huy!... ¡Caco, huy!... ¡Caco, huy!...[1]
Cuando cayó la noche sobre el bosque, su grito de horror y de arrepentimiento se hacía cada vez más lastimero, pero nadie podía oirla, su hermano estaba muy lejos.
Sobre aquel castigo cayó otro castigo superior: la hermana cruel se transformó en ave y echó a volar en busca del hermano.  Desde entonces, cuando llega la noche, con la cabeza tendida hacia la altura, los ojos cerrados y en rara actitud de espera, llama angustiada al hermano que nunca volverá.
¡Cacuy!... ¡Cacuy!... ¡Cacuy!...
Los lugareños de los cerros y las selvas del norte, que conocen la historia del ave solitaria y huraña, se estremecen al oírla.

Tomado del libro:
Antología Folklórica Argentina para las Escuelas de Adultos - Consejo Nacional de Educación. (1940)
                                





[1]Voz onomatopéyica. Cacuy o urutaú. Nictibus griseus cornutus. (Veillot). Ave nocturana.
Habita Panamá, Centro y Sudamérica. En la Argentina, el Norte y el Nordeste. Es singular su aspecto, por su vida nocturna y oculta y por su raro grito.

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