Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 24 de mayo de 2012

El cabrito negro

Un muchacho venía cortejando a una moza durante algún tiempo y al final había acabado por darle palabra de casamiento. El muchacho pensaba que la palabra de casamiento sería bastante para conseguir de la moza lo que ninguna muchacha decente ha de conceder antes de casarse y con esas intenciones andaba hasta que un día, aprovechando que era víspera de romería en el pueblo, propuso a la moza ir los dos por su cuenta hasta la ermita de la Virgen, que quedaba bastante apartada.
Se pusieron de acuerdo y quedaron en salir de madrugada para llegar con el día; conque llegada la madrugada, fue el muchacho a buscar a la moza antes de que amaneciera, pero ella ya estaba esperándole, porque era muy devota de aquella Virgen y le agradaba muy especialmente acudir a la romería con el que iba a ser su marido, pues él le había dado palabra de casamiento.
Emprendieron el camino hacia el monte donde estaba la ermita y sucedió que, a mitad de camino, se encontraron con que el arroyo venía muy crecido, pues todo el día anterior, y el anterior a éste también, había estado lloviendo. Y viéndolo desbordado, la moza dijo al muchacho que por en medio del arroyo no podrían pasar.
Pero el muchacho, que no olvidaba ni sus deseos ni sus malas intenciones, le contestó:
-Súbete a mis espaldas, que yo te paso a carricotas.
Entonces la moza no quiso y él insistió y uno y otra porfiaron hasta que ella se dejó convencer y, aupándose sobre sus espaldas, el muchacho le trabó las piernas con sus brazos por que no se le escurriera en mitad del paso y empezaron a cruzar el arroyo crecido.
Y estaban ya a mitad del cruce, donde el agua golpeaba más fuerte y con más peligro, cuando el muchacho se plantó firme y le propuso a la moza las que eran sus verdaderas intenciones.
La moza le contestó que de ninguna manera, ni por nada ni por nadie, le permitiría que se tomase libertad con ella y el muchacho, viendo que no doblegaba su voluntad, dijo:
-¡Mira que si no quieres hacer lo que te digo te tiro al agua!
Ella se negó, insistió el muchacho, ella volvió a negarse y así hubieran seguido hasta que la moza comprendió que él estaba dispuesto a dejarla caer al agua y ahogarla y entonces ella le dijo por fin que renunciaba a ir a la romería, que la devolviese a la orilla y que allí harían como él quería. Porque la moza pensaba que, apenas pisase tierra firme, echaría a correr hasta su casa.
El muchacho, que ya veía realizados sus deseos, volvió con ella a la orilla, la arrojó al suelo y, sin darle tiempo ni a decir ¡ay!, le echó las faldas a la cara y cuál no sería su asombro cuando vio que la moza tenía las piernas como las patas de una cabra, todas cubiertas de pelos largos y negros; y al bajarle, espantado, las faldas, descubrió que su cabeza era igual a la de un cabrito negro, con unos cuernos bien retorcidos.
Conque el muchacho, fuera de sí por el pánico, echó a correr medio loco monte abajo como si le siguieran todos los demonios del infierno.
Y así iba cuando, justo a la entrada del pueblo, se topó con un primo suyo que ya se encaminaba a la romería y que, al verlo en semejante estado, le preguntó:
-¿Qué es lo que te ocurre?
Entonces el muchacho le contó, explicándose como buenamente le fueron llegando las palabras a la boca, todo lo que le había sucedido y, en esto, el primo desapareció ante sus ojos y se convirtió en el cabrito negro que había dejado en la orilla del río.
Y el cabrito empezó a dar saltos y brincos sin parar a su alrededor mientras le decía:
-Ven a mí, cariño mío, que soy tu moza, que está dispuesta a hacer todo lo que tú quieras.
Y así que el mozo se cayera redondo del susto sin poderse levantar, mientras se encomendaba a todos los santos del cielo, el cabrito se transformó otra vez en la moza y se volvió a su casa. Y al poco tiempo, se casó con un muchacho excelente, que, por si fuera poco, además resultó que era el más rico del pueblo.

003. España

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