Era
un muchacho que vivía solo en el campo.
Siempre
oía llorar, clamar, abajo di una piedra, cuando pasaba cerca di un
lugar.
No
sabía qué podía ser, y como le daba lástima este quejido, agarró
un día el lazo y se jue pa ver deque se trataba. Llegó y ya vio una
víbora grandota que 'taba aplastada por una tremenda piegra.
En
cuantito llegó y lo vido la víbora empezó a pedir por favor que la
saque, que se li había caido encima ese peñasco. Al joven le dio
lástima y enlazó la piegra y a la cincha del caballo la ladió. Y
áhi pudo salir la víbora. Pero como ésta había 'tau varios días
hambriando, se le vino encima y le dice:
Y
el muchacho le dice:
-Pero,
señora, entre en razón, cómo me va a comer después que l'hi
salvau la vida.
Y
la víbora lo quería comer nada más. Entonce le dice el mozo que
pórque no consultan a otros si era justo que ella lo coma después
que la ha salvau. Bueno. Consiente la víbora y siguen por el camino.
Y áhi no más encuentran una zorra, y la llaman, y le dice el mozo:
-Vea,
comadre, le vamos a preguntar una duda qui hay acá. Mire, yo salvé
a esta señora di abajo di una piegra y agora me quiere comer. Usté
dirá si así se paga un favor.
Y
la víbora seguía diciendo:
-¡Me
lo como! ¡Me lo como no más!
Y
entonce le dice la zorra:
-Y
a lo mejor tenga razón esta señora.
-Pero,
cómo, comadre, puede tener razón, si yo la hi salvau a ella y ella
me quiere comer a mí.
Entonce
le dice:
-Bueno,
pero vaya a saber, aunque usté la sacó di abajo de la piedra, a lo
mejor ella tenga razón.
Entonce
consintió la víbora y se volvieron al lugar donde la había sacau
el mozo. Entonce le dice la zorra:
-¿En
qué forma ha 'tau esta señora? Que se ponga pa ver, porque yo creo
que tiene razón.
Entonce
se puso la víbora, y el muchacho le puso la piegra pisandolá como
había 'tau ante, cuando él la había sacau.
Entonce
la vido la zorra y le dice:
-Agora
veo que no tiene derecho de comerlo. Quedesé no más como 'taba y
aguantesé por ingrata.
-Mire,
comadre, mi casa es como si juera su casa. Vaya a buscar alguna
gallina cuando guste.
Y
la zorra comenzó a ir a buscar gallinas. El hombre tenía gran
cantidá de gallinas, pero tantas se jue llevando la zorra, que al
fin no li había quedau más que el gallo. Habían entrau a perdecelé
y era que la zorra se las llevaba.
Bueno...
El hombre guardaba el gallo bien seguro, de miedo que también se le
perdiera. Entonce, justamente viene la zorra. Se saludan Y le dice:
-¿Cómo
le va compadre?
-Y
no muy bien, comadre; con perjuicio ando. ¿Sabe que de tantas
gallinas que tenía no mi ha quedau más que el gallo?
Y
la zorra le dice:
-En
busca de él vengo.
-¡Ah!
-que le dice-, pero muy bien, comadre. Esperesé que le voy a buscar
máiz, asi lu agarramos.
Estando
adentro el muchacho soltó dos enormes galgos que tenía. Y áhi la
sacaron a la zorra corriendo. Y la llevaban te mato y te mataré. Y
dentró a correr la zorra y áhi pudo dentrar a una cueva. Ya cuando
'taba adentro y medio descansó un poco, la zorra se conversaba ella
misma:
-Ustedes,
patitas, cómo corrían tan ligero cuando me traían te mato y te
mataré los galgos, cómo saltaban ramas, y pozos y pencas, y todo lo
que había por todos lados y me salvaron. Y ustedes, ojitos, cómo
miraban cuando 'taba en tan apremiada situación, para que pudiera
andar por donde juera más fácil para engañar a los galgos y
esconderme. Pero, muy bien, pero, muy bien.
Y
en eso que 'taba áhi le pregunta a la cola:
-Y
usté, colita, ¿qué hacía?
-¡Ah!
yo -le dice la cola- me puse sucia de miedo y me enredaba en cuanta
rama había a ver si mi agarraban los galgos, porque yo no podía
más.
Entonce
la zorra enojada le dice:
-¡Salga
pa ajuera! ¡Salga pa ajuera cola cochina! ¡Cola hedionda! ¡Cola
inservible!
Y
empezó a retroceder enojada como pa echar la cola ajuera. Los perros
habían quedau en la boca de la cueva esperando que salga, como hacen
los perros del campo cuando persiguen un bicho. Y claro, en cuantito
asomó la punta de la cola la agarraron los perros, la sacaron y la
mataron. La hicieron tiras a la zorra, la descuartizaron. Y áhi si
acabó todo.
Fausto
Agüero, 45 años. La Salina del Bebedero. La Capital. San Luis,
1958.
El
narrador es peón salinero. Conoce muchos cuentos que a veces narra a
sus compañeros, aunque el pesado trabajo no le deja ánimo para
hacerlo, según manifiesta.
Cuento
593. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
No hay comentarios:
Publicar un comentario