Que
una perdiz estaba silbando muy contenta, cuando se acercó un zorro
con intenciones de comerla, pero almirado con el modo de silbar de la
perdiz, le dijo:
-Si
me enseñás a silbar te perdono la vida. A lo que la perdiz le
contestó:
-Cuando
yo era niña mi madre me cosió la boca y por eso puedo silbar. Si
querís te coso la boca y podrás silbar.
El
zorro dijo que bueno. La perdiz le cosió la boca y aprendió un
soplido que era parecido al silbido. Pero la perdiz, que no le
perdonaba los sustos que le hizo pasar, un día se fue escondiendosé
por un senderito y le voló de golpe, en la boca misma del zorro. El
zorro asustau, y otro poco por el instinto de cazar, hizo ¡huac!, y
se le descosió del todo la boca, y se le rajó un poco más. Y desde
entonces el zorro tiene tan grande la boca.
Dorila
de Córdoba, 53 años. Libertador General San Martín. Ledesma.
Jujuy, 1950.
La
narradora es semiculta. Oyó contar el cuento a muchos narradores.
Cuento
684 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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