Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 10 de junio de 2012

Como la sal en el agua (1)

123. Cuento popular castellano

Este era un rey que tenía tres hijas. Un día las llamó y les dijo:
-De las tres hijas que tengo, quiero saber cuál es la que me quiere más.
-Pues yo como mi vida -contestó la hija mayor.
-Yo como mi alma -dijo la segunda. Y la más pequeña dijo:
-Y yo, como la sal en el agua.
Por haber dicho eso, el padre se enfadó mucho con ella y la dijo:
-Véte de aquí, que no me quieres.
Entonces la pobre niña se marchó de la casa. Y por fin llegó en ca de una reina viuda que tenía un hijo. Y preguntó si hacía falta una criada. Y dijeron que no, pero que necesitaban una pavera para criar pavas. Y ella dijo que estaba bien, que se que­daría. Pues ya la reina la dio la zamarra y la echó a la cuadra.
Se ha levantao por la mañana, y la ha echao a la era con los pavos. Y estando en la era ha empezado eha:

-¡Paví, paví, paví, paví!
Si el hijo del rey me viera, ¿se enamoraría de mí?

Y todos los pavos venían corriendo y hacían:
-Sí, sí, sí, sí, sí...
Y una media vuelta... y uno muerto.
Ha cogido el pavo ella y ha ido corriendo al palacio:
-¡Ama, se me ha muerto un pavo!
-¡Jesús, qué pavera! A usted la tengo que echar como a la otra. ¡Véte a la cuadra con los pavos!
Y la tiró la escoba.
Ya por la noche iba a haber una función. Y ella tenía la varita de la virtud para hablar con ella. Esa noche dijo:
-Varita la virtud, con la virtud que Dios te ha dado, que me presentes con un traje de terciopelo negro que no le haiga en el salón como el mío.
Y esa noche ha ido al baile. Y el hijo de su ama ha ido a bai­larla, sin conocerla. Y se ha enamorao de ella. Al bailar, como el hijo no la conocía, la preguntó que de qué pueblo era.
-Del pueblo del Escobazo.
-Pues no recuerdo de ese pueblo.
-Pues está muy cercano de aquí.
Y echó mano y le regaló el reloj. Ella, cuando le vio distraído,
dio una media vuelta y se volvió para la cuadra.
Al siguiente día salió otra vez con los pavos y ha empezao:
-¡Paví, paví, paví, paví!
Si el hijo del rey me viera, ¿se enamoraría de mí?
-Sí, sí, sí, sí, sí... -los pavos.
Y una media vuelta.., y otro pavo muerto.
Ha cogido el pavo ella y ha subido a la cocina. Y ha entregao
el pavo muerto.
-¡Ama, otro pavo muerto!
-Jesús, ¡qué pavera! ¡A usted la voy a echar! ¡Véte a la cuadra! Y le ha tirao las tenazas.
Y por la noche iba a haber otro baile, y dice ella:
-Varita la virtud, con la virtud que Dios te ha dado, que me presentes con un traje blanco como la nieve, que no le haiga en el salón como el mío.
Esa noche va al baile, y se ha acercado el hijo de su ama a ella. Y dice:
-Esta noche tengo que observar de dónde es para ir con ella. Y la preguntó que de qué pueblo era:
-¿De qué pueblo eres, que no recuerdo del pueblo que me dijistes la otra noche?
-Del pueblo del Tenazazo.
-Esta noche -dice-, aunque no baile, la tengo que acom­pañar.
Y la ha regalao una pulsera. Cuando ella le vio distraído, pues pescó el dos y se marchó.
Al siguiente día salió otra vez con los pavos y ha empezao:

-¡Paví, paví, paví, paví!
Si el hijo del rey me viera, ¿se enamoraría de mí?

-Sí, sí, sí, sí, sí... -los pavos.
Y una media vuelta... y otro pavo muerto. Ha cogido el pavo y ha subido arriba: -¡Ama, otro pavo muerto!
-¡Jesús, qué pavera! A usted no la puedo resistir más. ¡La voy a echar mañana!
Y le tiró el badil y la dijo:
-¡Véte a la cuadra!
Y esa noche iba a haber otra función. Ha subido ella y ha hablado con la varita de la virtud:
-Varita la virtud, con la virtud que Dios te ha dado, que me presentes con un traje negro que no le haiga en el salón como el mío.
Y esa noche ya era la última noche. Y la ha bailado el hijo de la reina. Y la volvió a preguntar de qué pueblo era.
-Del pueblo del Badilazo.
Ha llegao y le ha regalao un anillo. Una vez ya que le vio ella
distraído, se marchó. Ha llegao a casa él.
-¡Madre, vengo malo!
-Hijo, ¿qué te pasa?
-Pues, vengo malo -dice. Y al oír esto, la pavera dice:
-Pues, ¿qué le pasa?
-¡Véte de aquí -dice la madre, no sea que se ponga peor! Y dice la reina:
-Le voy a hacer un merengue. Ha saltao la pavera:
-¿Quiere que se lo haga yo? Dice la reina:
-¿Porque se ponga peor? Y saltó la pavera:
-Porque se ponga mejor. Conque dice la reina:
-Pues házsele, y no diremos que tú le has hecho.
Metió el reloj, la pulsera y el anillo en el merengue. Ha llegao su madre a dársele. Al partirle con el cuchillo, ha llamado a su madre:
-¿Quién ha hecho el merengue? Yo.
Saltó él:
-¡No pue ser!
Dice otra vez:
-Pues, ¿quién le ha hecho?
-¡La pavera!
-Diga usted que entre.
Ha entrao con el traje de terciopelo negro. Y le dice ella:
-¿Tal noche no me regalastes el reloj? Dice:
-Sí. Y, ¿cómo me decías que eras del pueblo del Escobazo?
-Porque subí a la cocina -dice-, y tu madre me tiró la escoba.
Volvió otra vez a salir. Se puso su traje blanco como la nieve, que no le había como el suyo. Ha entrao y dice:
-¿Tal noche no me regalastes una pulsera? Dice:
-Sí. Y, ¿cómo me decías que eras del pueblo del Tenazazo? Dice ella:
-Porque yo subí a la cocina y tu madre me las tiró.
Volvió otra vez a salir y volvió con el traje negro. Y le dijo:
-¿Tal noche no me has regalao el anillo?
-Sí -dice-. ¿Cómo me decías que eras del pueblo del Ba­dilazo?
-Porque como subí yo a la cocina -dice, pos tu madre me tiró el badil.
Dice:
-Tú serás mi esposa.
Ha sido cuando su madre ha entra y dijo que cómo no se había declarao a ellos de la familia que venía.
Se arregló la boda y trataron de convidar a su padre y sus hermanas. Y lo primero que dijo la pavera fue:
-A mi padre hay que ponerle la comida sin sal.
Ya estando en la mesa todos los convidados, se sirvió la co­mida. Y ella observó que su padre no comía. Se ha dirigido a su padre:
-Padre, ¿cómo no come usted? Y dijo el padre a la hija:
-Hija, una cosa sin sal no se pue comer. Y dice ella:
-Pues, ¿qué le decía yo a usted? Mi hermana mayor le decía que le quería como su vida; la segunda que como su alma. Y yo le decía que como la sal en el agua. Por eso yo le quería más que ninguna, porque la comida sin sal no se pue comer.
-Es verdad, hija mía -dijo el rey. Ahora me convences: una cosa sin sal no se puede comer. Tú me querías más que ninguna.

Tordesillas, Valladolid.
Narrador XXV, 3 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058 anonimo (castilla y leon)



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