Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 26 de mayo de 2012

Cabecita de ajo

134. Cuento popular castellano

Eran unos jornaleros que se mantenían con dos vacas en casa de una tía rica que tenían. No tenían hijos. Y decía el marido :
-¡Si Dios nos diera un hijo, aunque fuera como una cabecita de ajo de pequeño!
Bueno, pues Dios se le concedió; pero tan pequeño que pare­cía una cabecita propiamente de ajo.
Y ya un día su padre se marchó a arar, y dijo el niño:
-Yo luego le llevo la comida a mi padre. Y dijo su madre:
-No, hijo, no vas, que eres muy pequeño y a lo mejor te pierdes y no te encontramos.
Bueno, pues ya a tanto insistir el niño, le dejó ir. Y llegó y le dijo a su padre:
-Tenga, padre, la comida. Pero mientras usted come, yo voy a arar un poco con las vacas.
-No, hijo, no -dijo el padre-, que pueden las vacas ento­ñarte con una moftiga.
Pero él empezó a llorar y decía: -¡Sí! ¡Sí!
Y ya se fue y se puso a arar. Cuando estaba arando, cagó una vaca y le tapó con la moñiga. Su padre, ¡venga a buscarle por el campo, venga a buscarle! Pero no le encontraba.
Conque ya se fue el padre pa casa y dijo a su mujer:
-¡Por tú dejarle ir, se nos ha perdido Cabecita de Ajo! Y la mujer le decía:
-Por tú dejarle arar, le habrá tapao alguna vaca!
Bueno, pues ya llegó a noche. Y a media noche llegaron adon­de él estaba tapao con la moñiga unos ladrones, que venían de robar de casa de unos muy ricos, muy ricos. Y traían unos jarros de plata muy bonitos, muy bonitos, y vasos y mucho dinero. Y empezaron a repartir todo y decían:
-¡Pa mí! ¡Pa ti!...
Y entonces Cabecita de Ajo dijo:
-Y, ¿para mí?
Los ladrones se quedaron pasmaos y dijeron:
-¡To! Y, ¿qué será eso?
Callaban un poco y a otro rato comenzaban otra vez:
-¡Pa mí! ¡Pa ti!...
Y Cabecita de Ajo decía otra vez:
-Y, ¿para mí?
A todo esto Cabecita de Ajo iba con las manos a ver si quita­ba la moñiga. Y volvieron los ladrones a decir como antes:
-¡Pa mí! ¡Pa ti!...
Y entonces ya saltó Cabecita de Ajo y dijo:
-Y, ¿para mí?
Y los bandidos, creyendo que era alguien que les iba a coger, se fueron corriendo y dejaron allí todas las alhajas y todo el di­nero. Y Cabecita de Ajo se fue para casa y se lo llevó todo a sus padres.
Entonces sus padres, con ese dinero, los vasos, y las jarras, pusieron cantina.
A los pocos días fueron esos bandidos y entraron a beber allí, y Cabecita de Ajo estaba detrás del badil. Se bajó su madre a por vino a la bodega, y empezaron a decir los ladrones:
-¡Ésas son las jarras nuestras! ¡Esta noche tenemos que venir a por ellas!
Y dice uno de ellos:
-Y, ¿por dónde hemos de entrar?
-Por la chimenea -dice otro.
Bueno. Pues bebieron los ladrones y se marcharon. Entonces Cabecita de Ajo les dijo a sus padres que dejaran puesta una lumbre muy grande, muy grande y que se fueran todos a acostar y le dejaran a él solo.
Conque se quedó solo. Y cuando sintió que los ladrones ya estaban allí en la chimenea, encendió la lumbre. Y al sentir que ya a uno le ataban las cuerdas y bajaba, soplaba la lumbre para que ardiera cada vez más, y subieron hasta arriba las llamas. Y al meterse el ladrón y sentir la lumbre, que le quemaba, decía a los otros que le estaban echando:
-¡Arriba, que me queman! ¡Arriba, que me abrasan!
Conque le sacaron, y ya dijo otro:
-Verás como me bajo yo ahora, y no me da miedo.
Ataron al otro con las maromas y bajó.
Y Cabecita de Ajo atizaba la lumbre.
-¡Arriba, que me queman! -decía el bandido-. ¡Arriba, que me abrasan!
Ya le subieron, y dijo el tercer bandido:
-Verás como voy yo solo, y a mí no me pasa nada.
Conque fue y le echaron, y le sucedió lo mismo que a los otros.
Y ya, en vista de que no podían entrar, los ladrones se marcharon. Y Cabecita de Ajo les contó a sus padres lo que había suce­dido, y ya vivieron felices y comieron perdices...

Sieteiglesias, Valladolid.
Narrador XC, 8 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo


058. Anónimo (castilla y leon)

3 comentarios:

  1. Gracias por publicar este cuento. Hace tiempo lo estaba buscando, pues es el que me contaba mi padre cuando yo era pequeño. Ahora yo tengo 85 años. Muchas gracias, de verdad.Para mi ha sido una gran suerte encontrarlo. Muchas grácias, de verdad.

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  2. Increíble volver a leer éste cuento, pensé que era un invento de mi bisabuela, que me sentaba en sus rodillas cuando era chiquita y me lo contaba. Era una dulce señora que vivió 96 años y la recuerdo con mucho amor. Muchas gracias por publicarlo.

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  3. Uffff, no crei que este cuento existiera, pense que era una invencion de mi madre para entretener a mis hijos y como les gustaba escucharlo, yo lo aprendi de tanto oirsele contarlo. La curiosidad me ha echo llegar hasta aqui y me alegria ha sido enorme, ahora yo lo voy a poder contar a mis nietos. Muchas gracias

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