Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

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sábado, 26 de mayo de 2012

Caballo de «mil leguas»

Caballo de «mil leguas»
Anónimo
(china)

Cuento

Los reyes de la antigua China eran muy aficiona­dos a los caballos, sobre todo a aquellos de pura sangre que podían correr mil leguas al día. Sin embargo, no era nada fácil conseguir caballos tan extraordinarios, por lo que a veces se ofrecían grandes recompensas a quienes consiguieran buenos ejemplares para la Corte.
El ansia de poseer un par de «Mil Leguas» mo­tivó a uno de los reyes a anunciar que compraría con mil monedas de oro cada animal de esta clase. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de muchos volun­tarios en todo el país, pasaron tres años sin que nadie hubiera dado con ellos. El rey estaba desesperado.
Un día se presentó ante el desilusionado mo­narca el intendente general de la Corte:
-Majestad, me ofrezco a recorrer todo el país para descubrir un «Mil Leguas».
El ansioso rey accedió, le dio mil monedas de oro y pagó los gastos del viaje, ordenándole ponerse en marcha inmediatamente.
El enviado especial anduvo tres meses buscando la tan codiciada especie, hasta que un día, tras haber sufrido innumerables penalidades, descubrió con gran emoción un «Mil Leguas». Pero, por desgracia, el animal estaba moribundo. De cualquier modo, gastó quinientas monedas de oro en comprar la ca­beza del animal muerto, y se la llevó al rey.
El monarca se puso furioso. Quería un «Mil Le­guas» vivo y no sus restos mortales. Decidió senten­ciar a muerte al intendente, pero atendió los razona­mientos de quien había cometido tal error.
-Majestad -dijo con suma serenidad el busca­dor del caballo-, el verdadero «Mil Leguas» no tar­dará en llegar.
-¡Mentira! ¿Pero cómo?
-Mire, ahora todo el mundo sabe que Su Ma­jestad aprecia tanto los buenos caballos que ha gasta­do quinientas monedas de oro sólo para conseguir la cabeza de un animal muerto. Si fuera un «Mil Le­guas» vivo, no escatimaría los gastos. Estoy seguro de que en poco tiempo alguien le traerá un hermoso y veloz caballo.
Estas palabras de su fiel súbdito convencieron al monarca, quien no sólo le perdonó, sino que lo pro­movió al rango de ministro.
Efectivamente, tal como pronosticó, en menos de un año el rey obtuvo su primer caballo de «Mil Le­guas». Además, muchos letrados y generales de extraor­dinario talento que servían a otros monarcas vinieron a ponerse a su disposición. Su reino se hizo más poderoso.


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