Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 25 de octubre de 2014

La santificacion del espiritu del rio

En Shan-Dung hay un lugar llamado Chr-Chuan. En él, hace ya muchos años, vivía un pescador apellidado Li. Le gustaba tanto el vino de arroz que siempre llevaba consigo una pequeña botella. Cuando llegaba con su barca al centro del río, echaba un poco en el agua y decía:
-Para los espíritus de los ahogados que duerman en este río.
Sus amigos se burlaban de él, diciendo:
-Pierdes tu tiempo y tu vino. A los ahogados no les hacen ninguna gracia los líquidos.
-¿Quién sabe? -replicaba el pescador Li. A mí el agua no me gusta, pero el vino me vuelve loco. A lo mejor a los espíritus les pasa lo mismo.
-¡Estás mal de la cabeza!
Pero lo cierto era que el pescador Li sacaba más peces que ningún otro. Un día, sin embargo, no logró pescar ni uno solo. Desesperado, se sentó en la orilla y se puso a beber.
-¿Qué? ¿Robándole al río sus riquezas? -le preguntó un joven de aspecto aniñado.
-Si pescar es robar, éste es muy celoso de sus posesiones -replicó el pescador Li. Ya ves: llevo aquí toda la mañana y no he conseguido sacar nada.
-Eso es porque no tienes paciencia -dijo el joven. Te refugias demasiado pronto en la bebida y te tiemblan las manos.
-¡Oh, perdona! -se disculpó el pescador Li. Eres un caminante y no te he ofrecido de beber. ¿Quieres un trago?
El joven aceptó agradecido. Bebió cuanto quiso y dijo:
-Este vino es peor que el de otros días. ¿Ya no lo compras en el mismo sitio?
-¿Cómo lo sabes? -preguntó, asombrado, el pescador Li. Es verdad: lo he comprado en otra taberna.
-¿Qué importa? -replicó el joven. Ahora voy a meterme en el río y espantar a los peces para que vayan hacia tu red.
-¿Espantar a los peces dices?
-Sí, hombre, sí. ¿Pero por qué preguntas tanto? Sube a tu barca y espera tres minutos en el centro del río.
Sin saber cómo, el joven desapareció. Entonces el pescador Li subió a su barca y esperó tres minutos y medio. Tiró de las redes y cogió tal cantidad de peces que a punto estuvo de hundirse. Los demás pescadores no salían de su asombro y le preguntaron:
-¿Cómo es posible que tú pesques tanto y nosotros nada?
-Ser borracho tiene sus ventajas -respondió el pescador Li.
A la mañana siguiente de nuevo se encontró con el joven. Se sentó a su lado y bebieron vino de arroz hasta el anochecer. Entonces el joven se levantó y dijo:
-Es tarde. Si me descuido un poco, no podré espantarte los peces. Los peces son animales de costumbres muy fijas.
-¿Cómo lo sabes? -preguntó el pescador Li.
-Siempre haces las mismas preguntas. ¡Qué poca imaginación!
-Está bien, está bien -replicó el pescador. Dime, por lo menos, cómo te llamas.
-Yo soy Wang-Liou-Lang -respondió el joven. Así me llamaban quienes me conocieron.
Y, sin dar más explicaciones, desapareció. Esa noche la pesca del señor Li fue aún mayor que la del día anterior. Los otros pescadores tuvieron que ayudarle con sus barcas.
-¡Es increíble! ¿Cómo lo consigues? -le preguntaron, asombrados.
-Un joven espanta los peces y los trae hacia mis redes -respondió el pescador Li, pero nadie le creyó.
Durante tres meses se repitió la misma escena: el joven WangLiou-Lang bebía de su vino y, a cambio, le llenaba la barca de peces. De esta forma se hicieron grandes amigos. Un día, sin embargo, el joven Wang dijo al pescador Li:
-Hoy es el último día que vengo a beber contigo.
-¿Por qué? -preguntó el pescador Li. ¿Es que no te gusta ya mi vino?
-No es eso -replicó el joven Wang. Yo soy un espíritu. Hace ya muchos años cogí una borrachera y me ahogué en este río. El Señor del Cielo me condenó a permanecer en él trescientos noventa mil días. Mañana se cumple el último.
-¿Así que no era mentira eso de espantar los peces? -volvió a preguntar el pescador Li.
-No -dijo Wang-Liou-Lang. Gracias a ti no he olvidado el sabor del vino de arroz. Mañana brindaré con los inmortales.
-Me alegro por ti -dijo el pescador Li. Pero, ¿quién va a ocupar tu puesto en el río? No puedes irte sin un sustituto.
-Ya lo tengo -contestó Wang-Liou-Lang. Es una mujer. Estáte aquí a las doce y lo verás.
A la mañana siguiente el pescador Li se escondió entre unos juncos. A las doce una mujer joven pasó por el río. Llevaba un niño en brazos. De pronto resbaló y cayó al agua. Por suerte, la criatura se quedó enganchada en unas ramas.
-¡Qué pena! -se dijo el pescador Li. ¡Esa mujer es tan joven! Pero no puedo hacer nada. Si lo hago, mi amigo Wang-Liou-Lang se quedará para siempre en el río.
La joven, en efecto, se hundió en las aguas.
-Me haré cargo de su hijo. ¿Qué culpa tiene la criatura de que los designios del cielo sean tan crueles?
Pero al poco rato la mujer salió del agua. Tosía como una anciana, pero estaba viva. Tomó al niño y se marchó corriendo a su casa.
-No pude hacerlo -dijo al día siguiente Wang-Liou-Lang. Cuando vi que tenía un niño, la dejé partir.
-Pero, así, tendrás que esperar mucho tiempo antes de que aparezca un nuevo sustituto -exclamó el pescador Li. Quizá no se te presente otra ocasión y nunca saldrás de este río.
-Lo sé -respondió Wang-Liou-Lang. Pero ese niño necesitaba a su madre.
-Eres un espíritu muy bueno -dijo el pescador Li. Seguro que el Señor del Cielo te recompensará por tu buena acción.
Pero los años pasaron y nada cambió. Todos los días el pescador y el espíritu se reunían para beber vino de arroz. Por fin, una mañana Wang-Liou-Lang dijo al pescador Li:
-Hoy es, de verdad, la última vez que me siento contigo a beber.
-Me alegro por ti -replicó el pescador. Me apena no poder volver a verte, pero me alegro de que, por fin, hayas encontrado un sustituto.
-No es eso -explicó el joven Wang. El Señor del Cielo vio cómo me apiadé de la mujer joven y me ha nombrado dios local de Dhzao-Uan. Espero que algún día vayas a verme.
-¡Eso es fantástico! -exclamó el pescador Li. Por supuesto que iré a verte. ¿Pero por qué ha tardado tanto tiempo el Señor del Cielo en reconocer tu bondad?
El joven Wang-Liou-Lang no supo responderle. Con lágrimas en los ojos se hundió por última vez en el río para espantar a los peces y llevarlos hacia las redes del pescador.
-¡Estás loco! -dijeron al señor Li sus amigo. Dhzao-Üan está muy lejos de aquí. ¿Por qué quieres ir a ese lugar? Seguro que habrás muerto antes de llegar a él.
-No importa -respondió el pescador. Allí tengo un amigo. Una vez prometí ir a visitarle y ya es hora de que cumpla mi promesa.
-¿Un amigo tan lejos? ¿Acaso tus antepasados fueron de Dhzao-Üan?
El pescador Li no dio ninguna explicación. Se montó en su barca y remontó los diez mil ríos de la tierra. Cuando, finalmente, llegó a Dhzao-Uan preguntó a un campesino:
-¿Dónde está la pagoda del dios local? He hecho una promesa y vengo a cumplirla.
El campesino le miró de arriba abajo y dijo:
-¿No serás, por casualidad, el pescador Li, de Chr-Chuan?
-Sí. Yo soy quien dices -respondió el pescador.
Entonces ven conmigo. Llevamos mucho tiempo esperándote. ¿Por qué has tardado tanto?
El pescador Li no sabía qué decir. Para su asombro, todas las familias de Dhzao-Üan se disputaban su amistad.
-No hay nada de extraño en ello -le explicó uno de los ancianos del lugar. Hace ya muchos meses nuestro dios local nos dijo a todos en sueños que iba a venir a visitarnos un pescador llamado Li, de la aldea de Chr-Chuan. Nos ordenó que te tratáramos como a un hermano y es lo que estamos haciendo.
-Os lo agradezco de corazón -replicó el pescador Li. Pero sólo he venido a ver a mi viejo amigo Wang-Liou-Lang.
-Está bien. En seguida te llevaremos a la pagoda de nuestro dios.
Cuando entraron en ella, el pescador Li sacó su botella de vino de arroz y roció con él el suelo. Al punto se levantó un viento huraca-nado que lo secó completamente. Tres veces repitió la operación y otras tantas sopló el viento.
-Este hombre es, en verdad, un amado de los dioses -decían los habitantes de Dhzao-Üan. ¿Quién mejor que él para ser nuestro sacerdote? -y le colmaron de regalos.
Pero el pescador Li no quiso aceptarlos. Durante siete días vertió alcohol en la pagoda y al octavo se marchó de Dhzao-Üan. El viento huracanado le acompañó a lo largo de trescientos kilómetros.
-Vuélvete -le dijo entonces el pescador. Las gentes de Dhzao-Üan te necesitan. Trátalos como hubieses hecho conmigo.
Y, en efecto, jamás hubo en la tierra dios más misericordioso que él. Dicen que a veces hace alguna locura, pero sólo es cuando sorbe los vapores del vino de arroz del pescador Li.

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