Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 25 de octubre de 2014

La palangana parlante

El señor Tsai era un orfebre extraordinario. Tenía su taller en las montañas, y bajaba una vez al año a la ciudad. Entonces vendía su mercancía y regresaba en seguida a su casa. Un año, sin embargo, no pudo hacerlo. Se le hizo demasiado tarde y tuvo que quedarse a dormir en la ciudad.
-¿Por qué no vienes a mi casa? -le preguntó un amigo suyo, que era alfarero. Hace mucho que no pasas por ella, y mi mujer se alegrará de verte.
-Me gustaría -dijo el señor Tsai. Pero temo molestar.
Sin embargo, tanto insistió el alfarero que terminó aceptando. Como era de esperar, le dieron una cena opípara y le ofrecieron la mejor habitación que había en la casa.
Pero la mujer del alfarero era muy ambiciosa.
Seguro que tu amigo lleva encima mucho dinero -dijo a su marido. Matémosle y quedémonos con todo.
-¿Cómo vamos a hacer una cosa tan monstruosa? -se opuso el alfarero- Tsai, además de amigo mío, es nuestro huésped. Pero, en cuanto se puso a trabajar en el alfar, cambió de idea. «Este oficio es para esclavos -se dijo. Mi mujer tiene razón. Mataré a ese hombre y seremos ricos.»
Así lo hizo. Pero en seguida empezó a ponerse nervioso porque no sabía qué hacer con el cadáver.
-No seas tonto -le dijo la mujer. Métele en el horno y cuece con él lo que te parezca.
El alfarero puso manos a la obra y modeló una palangana. Le salió defectuosa. Pero no le importó, porque con el dinero que robó al señor Tsai compró una casa y cambió de oficio.
-Si no llega a ser por mí -decía a menudo la mujer, aún estarías manchándote las manos de barro. ¿No es maravilloso vivir como un príncipe?
-Sí, es maravilloso -respondía el alfarero, pero su corazón continuaba en su vieja casa.
Una noche llegó a la ciudad un estudiante. Buscó alojamiento, pero, como era día de mercado, no pudo encontrarlo. Entonces, unos amigos le dijeron:
-¿Por qué no vas a la antigua casa del alfarero? Está ruinosa, pero es preferible pasar allí la noche que al aire libre.
El estudiante aceptó, agradecido, la idea. Estaba muy cansado, pero no podía dormir porque no había traído su almohada. Entonces buscó entre los trastos del alfarero y halló la palangana.
«Esto me servirá», se dijo.
Y, en efecto, pronto estaba tan dormido como un tronco. Pero a eso de la media noche oyó una voz que le decía:
-¿Te parece bien lo que estás haciendo? Encima de turbar mi sueño, tienes la desfachatez de ponerte a descansar sobre mí. El estudiante dio un salto y gritó:
-Si eres un espíritu apiádate de mí, porque mi madre es viuda y yo no he aprobado todavía los exámenes del rey.
-¿Yo un espíritu? -rió la palangana. Soy sólo una pieza de barro defectuosa.
Entonces le contó toda la historia. El estudiante se quedó estupefacto.
-¿Y qué quieres que haga yo? Como ya te he dicho, soy un estudiante y, además, malo.
-No te preocupes -respondió la palangana. Mañana llega a la ciudad el juez Bao-Kung, y quiero que me lleves ante él.
A la mañana siguiente, el estudiante se presentó en el patio de audiencias. Llevaba la palangana bajo el brazo y expuso su caso con mucha firmeza. El juez Bao-Kung preguntó:
-¿Así que esa palangana habla?
-Sí, señor -dijo el estudiante. No me hubiera atrevido a acusar a gente tan importante de no habérmelo dicho ella misma.
-Bien. Entonces déjala hablar a ella. Quiero oír a qué suena su voz.
Pero la palangana no abrió el pico. Entonces, el juez BaoKung montó en cólera y ordenó:
-Que den quince latigazos a este joven por reírse tan descaradamente de esta corte.
Y, aunque el estudiante protestó, recibió el castigo. Por la noche, la palangana le dijo:
-Lamento lo que te ha ocurrido. Aunque soy de barro, todavía recuerdo lo que duelen los latigazos.
-Entonces, ¿por qué no hiciste nada por impedirlo?
-No podía -se disculpó la palangana. Los dos dioses que hay pintados en las puertas del patio de audiencias son tan severos que no me permitieron hablar. Si los retiran, no habrá ningún problema y podré hacerlo con toda tranquilidad.
Al día siguiente, el juez Bao-Kung le vio y le ordenó que se acercara.
-¿Otra vez por aquí? ¿Por qué has vuelto a traer esa palangana?
-Porque es verdad lo que os dije ayer -respondió el estudiante. Esta palangana habla. Ayer no pudo hacerlo porque se lo prohibieron los dos dioses que hay pintados en las puertas de este patio.
El juez Bao-Kung mandó retirarlos, pero la palangana tampoco habló. Esta vez la ira del juez era espantosa.
-¿Has visto lo que me has hecho hacer? -preguntó enfurecido. Yo te he creído, pero tú has vuelto a reírte de mi autoridad. ¡Que le den treinta latigazos!
Esta vez el estudiante no dijo nada. Agachó la cabeza y se dejó llevar por los verdugos.
-Tienes que comprenderlo -se disculpó la palangana por la noche. Es verdad que retiraron los dioses de las puertas, pero dejaron el que había detrás del juez Bao-Kung. Es más poderoso incluso que los otros dos juntos.
-¿Y yo cómo lo sé? -dijo el estudiante, malhumorado. Ya ves los problemas que me estás causando. Si quieres acusar a alguien, conmigo no cuentes. Vete tú sola.
Pero al día siguiente volvió a coger la palangana y se presentó en el patio de audiencias.
El juez Bao-Kung pensó al verle: «Tiene que ser verdad lo que cuenta este joven. De lo contrario no se expondría con tanta facilidad a los castigos. Y loco, ciertamente, no está.»
Dirigiéndose a él preguntó en voz alta:
-Bueno. ¿Qué es lo que impidió a tu palangana hablar ayer?
-El dios que teníais colgado a vuestra espalda -respondió el estudiante con voz débil. Es más poderoso que los que había pintados en las puertas de este patio.
-Mira -añadió, comprensivo, el juez Bao-Kung. Vamos a sacar de aquí a tu palangana parlanchina.
Entonces agarró la pieza de barro y la echó a rodar. En cuanto abandonó el patio de audiencias comenzó, en efecto, a gritar:
-¡El alfarero y su mujer mataron al orfebre Tsai! ¡El alfarero y su mujer mataron al orfebre Tsai!
Toda la ciudad se enteró, y los culpables fueron castigados. El juez Bao-Kung felicitó al estudiante, diciendo:
-Has hecho bien en sufrir para ser oído. La justicia exige a veces esos sacrificios.
Y le nombró su ayudante, porque había mostrado la constancia de la gota de agua que golpea la roca hasta desmoronarla.

0.005.1 anonimo (china) - 049

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