Félix era
un hombre feliz. Tenía muy buenos amigos y nada le pre-ocupaba. Siempre
encontraba solución a todos los problemas. Era un hombre animoso y optimista.
Con el
paso de los años, Félix empezó a perder pelo. Muy tranquilo, fue a la farmacia
y se compró una loción para el cabello. Pero no le hizo efecto. Entonces probó
otra, y después otra... Hasta cien lociones llegó a utilizar sin resultado
ninguno. Entonces, Félix decidió pasar a los remedios caseros: se untaba limón
con miel, huevo batido, zumo de moras con leche... y mil potingues más. Pero
nada: en su cabeza no crecía ni un pelo. Y finalmente se quedó calvo como una
pelota de ping-pong.
Felisa,
su mujer, estaba muy preocupada. No le importaba que Félix hubiera perdido el
pelo: lo malo es que había perdido el buen humor.
Una
mañana, Felisa fue al mercadillo a comprar unas plantas. Allí vio unos frascos
de abono líquido para plantas. Y al momento tuvo una idea-«Se lo llevaré a
Félix. ¡Vale la pena intentarlo!»
El bueno
de Félix se estuvo poniendo el abono todos los días. Y al cabo de una semana,
tenía una bonita melena verde: ¡una melena de hierba! Félix y Felisa paseaban
muy felices por la calle. Y todos admiraban el pelo de Félix:
-¡Qué
pelo más maravilloso! ¡Es tan sano y natural! -¡Oh, sí! ¡Quién tuviera un pelo
como el de Félix!
Muy
pronto, los vecinos preguntaron el secreto a Félix y a Felisa. Y el pelo de
hierba se puso de moda. Desde entonces, muchos vecinos lucían unas bonitas
melenas de verde hierba. Y hasta algunas melenas se adornaban con pequeñas
margaritas y campanillas silvestres.
Sólo
había un pequeño problema: los «pelohierba» no podían ir al campo porque las
vacas y las ovejas no los dejaban en paz. Tampoco podían ir al zoo: las jirafas
los dejaban calvos.
999. Anonimo
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