Dos
hermanas que estaban embarazadas intercambiaron sus confidencias: «Yo
creo que daré a luz a un hijo muy hermoso» , decía la primera. Y
la segunda vaticinó: «El mío, además de ser muy hermoso, nacerá
con una estrella luminosa en la frente y otra en el pecho».
Cuando
llegó el momento de dar a luz, la primera mujer alumbró a un niño
realmente hermoso. Entonces acudió a ayudar a su hermana; sin
embargo, cuando ésta estaba distraída le golpeó en la cabeza y la
dejó inconsciente. La mujer parió en este estado, y el niño recién
nacido iluminaba la estancia con sus dos estrellas. Presa de la
envidia, la primera de las hermanas cogió al pequeño y lo tiró a
un cerco de leones hambrientos. Luego buscó un palo, lo manchó de
sangre y lo puso junto a su hermana.
Cuando
ésta recobró el conocimiento, le dijo: «Eres una mentirosa:
dijiste que darías a luz a un hermoso niño con dos estrellas
radiantes, y mira lo que ha salido de tu cuerpo». La mujer quedó
horrorizada al ver lo que había parido. Pero, como no estaba muy
convencida de que pudiera ser verdad que una mujer dé a luz un palo,
sugirió que deberían ir a visitar al curandero.
Este
les dijo: «Es un problema muy sencillo: has dado a luz a un niño, y
debes ir a buscarlo a un cerco de leones que se encuentra cerca del
poblado». La mala hermana estaba muy tranquila, porque creía que
los leones se habrían comido al niño y ya no quedaría rastro de
él. Pero, a medida que iban acercándose, la luminosidad de las
estrellas del niño era más intensa: los leones no se lo habían
comido, porque aquellas dos estrellas, una en la frente y otra en el
pecho, les atemorizaban.
La
buena madre hizo un lazo con una cuerda, y pudo atrapar al pequeño
sin más problemas. Al llegar a casa, vio que su hermana se había
dado muerte; y desde entonces vivió feliz con su hijo.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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