Un
cazador del poblado fue a vivir al bosque. Construyó una casa y
preparó una gran trampa, muy profunda. Dentro de esa trampa fueron
cayendo un hombre, una serpiente pitón y un ratón.
Cuando,
al cabo de unos días, el cazador pasó a revisarla, el hombre
le espetó: «Por favor, sácame de aquí y te ayudaré en todo lo
que pueda». El cazador le tiró una cuerda y le subió. Al ver el
éxito del hombre, la serpiente también intentó salvarse: «Sácame
de aquí, por favor, y te ayudaré en todo lo que pueda». Y el ratón
tampoco se quedó corto: «Sácame de aquí, por favor, y te ayudaré
en todo lo que pueda». El cazador salvó a los dos animales,
también, y los llevó a todos a su casa del bosque.
El
hombre que había capturado limpiaba la casa y cocinaba para el
cazador. El ratón, sin embargo, no se quedó en la casa para ayudar:
se metió en el almacén del rey Maseni, cogió todo el dinero que
pudo y lo llevó al cazador. Cada día repetía la misma operación,
de manera que éste llegó a poseer bastante dinero.
Pero
un día el rey Maseni visitó el almacén, y advirtió que le faltaba
una buena parte del dinero que tenía guardado. Llamó a los hombres
del poblado, y ordenó que hicieran saber que aquel que encontrara su
dinero obtendría una buena recompensa.
La
noticia llegó a oídos del hombre que el cazador había capturado.
Harto de lavar y cocinar para el cazador, ese hombre acudió al
poblado y lo denunció al rey Maseni. Efectivamente, cuando el rey y
sus hombres llegaron a la casa del cazador, la encontraron llena
de dinero. Apresaron al cazador y lo sometieron a juicio.
Durante
el juicio, el cazador no pudo negar la procedencia del dinero. Así
que le condenaron a muerte y le encerraron. La condena se ejecutaría
al día siguiente, y el denunciante se casaría con la misma hija del
rey.
Por
la noche, el cazador se encontraba apesadumbrado. Apareció entonces
la serpiente pitón que había salvado, y le dijo estas palabras:
«Mañana, cuando te lleven delante de la gente para darte muerte, yo
me deslizaré hasta la hija del rey y la morderé. Entonces tú debes
ofrecerte para curarla: porque te doy estas hojas que son el antídoto
más rápido contra mi veneno».
Por
la mañanita, unos hombres acudieron al encierro del cazador, y lo
llevaron frente a la multitud para matarle. Cuando el verdugo
levantó su machete, la serpiente mordió a la hija del rey y
desapareció velozmente entre las hierbas. Se armó un gran alboroto,
y todos temían por la vida de la chica, Entonces el cazador levantó
la voz: «Si me soltáis, seré capaz de curar a la hija del rey».
No
tuvieron;
más remedio que soltarle. El cazador se acercó a la chica, y con
las hojas que tenía le frotó el cuerpo.. Ella se recobró
inmediatamente, y se incorporó como si nada hubiera sucedido.
El
rey Maseni, lleno de admiración por la sabiduría del cazador, le
ofreció a la hija como esposa. E hizo matar al denunciante desleal,
que así encontró su castigo.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
La
adscripción obedece a una asimilación. El cuento no responde a la
estructura habitual en los del rey Maseni.
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