El
rey de un poblado y su mujer tuvieron un hijoi.
Pero, como era muy bello, el padre decidió que no lo vestirían con
ropas de hombre, sino con vestidos de mujer, hasta que se hiciera
mayor. Y así lo hicieron.
Como
en el poblado siempre lo veían vestido de mujer, uno de los chicos
decidió casarse con él. Así que habló con sus padres, que
estuvieron de acuerdo, y éstos fueron a visitar el rey. Una vez
acordada la boda, se casaron. Y, después de la ceremonia, el padre
llamó a su yerno y le dijo:
«Vas
a llevarte a mi hija. Pero por ahora no podrás meterte en la cama
con ella. Y esto es lo que debe hacerse: tu mujer plantará un
plátano, que irá creciendo hasta dar buenos frutos. Cuando uno de
los plátanos madure y se abra, ella lo recogerá y lo cocinará. Y
aquella noche podrás acostarte con ella».
El
chico se llevó a la mujer a su casa, y durante mucho tiempo
estuvieron durmiendo en habitaciones separadas, en camas distintas.
Pero en aquel poblado la gente era muy entrometida, y cuando la mujer
iba al río a bañarse la observaban. Pronto se extendió el rumor de
que no se trataba de una mujer, sino de un hombre. Y los comentarios
se sucedían.
Mientras
tanto el plátano había ido creciendo, y daba buenos frutos. Un
día se decidió que al domingo siguiente la mujer los recogería
para cocinarlos y cumplir la disposición del padre. La mujer no
sabía qué hacer, de manera que empezó a caminar bosque adentro con
la intención de no volver jamás.
Metida
en la inmensidad del bosque, halló una casita donde vivía una vieja
solitaria que le preguntó: «¿Por qué has venido hasta este lugar
tan lejano? ¿Qué es lo que estás buscando?». Ella le respondió
que, a pesar de ser en realidad un hombre, al domingo siguiente debía
meterse en la cama con su marido y bañarse desnuda delante de todo
el poblado para acallar los rumores.
La
vieja replicó: «Debes saber que yo tampoco soy lo que parezco. Soy
el espíritu de tu madre muerta; y, como tu padre te ha encaminado
hacia esta extraña situación, voy a ayudarte». La vieja convirtió
a su hijo en una mujer, y determinó que volviera al poblado.
Al
llegar al poblado, cortó el plátano más maduro y lo preparó en la
cocina. El domingo, a la hora prevista, todos los chicos y chicas
corrían desnudos por la playa y tomaban sus baños. Ella era la
última persona que debía acudir. Cuando empezaba a desnudarse, el
marido se avergonzó de la situación e intentó que no siguiera
adelante. Ella insistió hasta conseguir el acuerdo del marido, y así
todo el poblado se percató de que era mujer.
Al
volver a casa, comieron el plátano que había preparado y se
acostaron juntos por primera vez. El hombre, la mujer y toda la
familia se sintieron satisfechos. Y los entrometidos quedaron en
evidencia y se les consideró mentirosos a partir de aquel momento.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
En
la versión en lengua ndowe recibe el nombre de «Ikoba dja Ndjambu»
(las bragas de Ndjambu).
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