Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 1 de noviembre de 2014

El chivo y el tigre .634

Que había un bajo muy lindo. Que lo elogiaban el tigre y el chivo.
-¡Qué lindo para hacer una siembra acá! -que dice el chivo una vez.
-¡Qué lindo para hacer una buena sementera! -que dijo otra vez el tigre.
Bueno... Va el tigre y rozó. Después va el chivo y cerca. Después que va el tigre y dice:
-Dios me ayudará, sembrarí.
Y sembró maíz.
Ya 'staba la chacra muy linda. Vienen las catas a comer el maíz. Entonce que va el chivo gritando, a espantarlas:
-¡Ah, catas!
Y por otro lado sale gritando el tigre, también a las catas. Y áhi se encuentran los dos.
-¡Ah, vos rozastes el bajo! -que dice el chivo.
-Y vos lo cercastes -que dice el tigre.
-Y vos lo sembrastes -contesta el chivo- y la cuidamos los dos a la sementera.
Ya se juntaron, se hicieron socios, y se fueron a vivir en el mismo lugar. Dormían juntos. Así cuidaban mejor la sementera.
Un día, que se va el tigre y trae un chivo más grande que el socio; lo había muerto por áhi. Tuvieron carne para unos días. El chivo quedó con mucho miedo. No sabía cómo hacer para hacerle ver al tigre que él era más fuerte todavía, porque cuando se acabó la carne el chivo dijo:
-Aquí me toca a mí.
Se fue el chivo al campo a ver si podía traerse un tigre. Ya fue y vio que al pie de un cerro 'staba un tigre durmiendo. Va, se sube al cerro, y le derrumba una piedra encima. Y lo mató con la piedra que le derrumbó. Después que lo mató, se ensangrentó bien las astas, y lo clavó al tigre y se lo llevó.
Llegó el chivo con el tigre casi a la rastra al rial, porque era tan grande que casi no lo podía levantar. Comenzaron a comer la carne del tigre. El tigre socio 'staba muy asustado y que dijo:
-¡Había sido muy malo este hombre!; no es para confiarse.
Esa noche no durmieron ninguno de los dos, porque se tenían miedo. Ya les parecía que el otro lo mataba.
Hacían juego, y pasaban la noche a la orilla del juego. No dormían. Pasaron tres días sin dormir. A la tercera noche 'staban muy sueñentos; ya no podían más. Y por áhi, vencidos por el sueño, que comenzaron las cabeciadas los dos. En eso el chivo clavó l'asta en el juego, y el tigre metió las manos en el rescoldo. Los dos se quemaron y como 'staban aturdidos, que no se daban cuenta qué les pasaba, salieron huyendo, porque pensaban cada uno que el socio lo había estropiao. Y botaron la sementera y disparó el tigre y el chivo por tras. Y así se quedó la sementera tan linda, y 'stará por secarse lo que nadie la cuida.

Felisa Cháves de Páez, 56 años. San Agustín. Valle Fértil. San Juan, 1945.

La narradora, excelente, diferencia con claridad y, ll; pronuncia la ll castiza del norte sanjuanino (Zona de Jáchal).

Cuento 634. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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