Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 29 de marzo de 2014

El desafío del sapo y del tigre .524

Un día a la mañana, pasando el tigre por las pasadas que siempre hacía él, pisó un sapo. Entonce se enojó el sapo y di atrás lu habló:
-¡Epa, amigo! ¿Pórque me pisa? Entonce el tigre, sin darse vuelta, le dijo:
-Perdoná, no ti había visto. Me creí que eras una retaca de vaca:
Entonce el sapo, muy ofendido, le dijo:
-Toda la gente de tu calaña pisotea a cualquiera, sin tener consideración a nadie, como si fueran los únicos que valen. Entonce el tigre se reía y le decía que no se enojara, que no lu había visto.
El sapo 'taba áhi, muy enojau, parau en cuatro uñas. Bueno... Entonce le empezó a decir al tigre que toda la familia d'el era así, que a todos los chicos lo trataban con desprecio, y que no se daba cuenta que eran grandes, pero que eran más inferiores que los animales chicos, más inferiores que él y que otros animales. Y le dice:
-Los chicos somos más malos y más bravos que ustedes, los animales grandes que se las dan de muy malos.
Claro, el sapo 'taba ofendido hasta l'alma. Entonce el sapo lo desafió al tigre a una lucha, a una lucha entre todos los animales chicos y todos los animales grandes y malos, de la calaña del tigre.
-Bien, quedamos di acuerdo -dijo el tigre.
Eligieron cierto lugar donde se iba hacer la lucha. Y tenía que ser entre dos o tres días. Y eligieron un día en la mañana, bien tem-prano.
Entonce cada uno empezó a juntar su gente.
Entre la gente que tenía el tigre 'taba el zorro, el lión, el gato monté, toda la familia de los tigres, en fin, todas las fieras, toda esa compañía de malos, que tenían garras y dientes de malignos.
El sapo juntó gente chica, de flecha como enjambres de abejas, de avispas, de abejones, de mata arañas, que pican y que son muchísimos.
El tigre y las fieras querían saber qué gente tenía el sapo. Y claro, todos se reían. Di una plaza alcanzaron a ver al sapo cuando se encaminaba para el lugar de la cita, al lugar ande era la batalla. Lo vieron de lejos y vieron que el sapo se corrió al monte. Entonce el tigre con todo lo malo y grande que se creía entró a desconfiar. Entonce lo mandó al zorro, como es tan vivo que fuera a ver qué fuerza tenía el enemigo.
El zorro fue. Se quería esconder entre los yuyos y se quería hacer el que andaba no más como de paseo, pero como todos lo conocen bien, lo atacaron. Salió disparando y loco de dolor. Se sacudía, se revolcaba, y nada, no lo dejaban las avispas que lo perseguían. Y no tuvo más remedio que tirarse al agua y así se salvó de las picaduras. Ya se dio cuenta, el zorro, que lo habían mandado para probar, y pensó que los otros no se la iban a llevar de arriba, que tenían que sufrir como él ese mal rato. Entonce llegó y dijo que no había ninguna novedá. Entonce el tigre le dice:
-Pero, ¿qué parece, Juan? ¿Tiene gente u no tiene, el sapo? Entonce el zorro dice:
-Yo vi unos bultitos, unos montoncitos en el medio del monte. Eso era lo que había, pero para mi ver, eso no tiene importancia, tío tigre.
Entonce, cuando el zorro vino con el parte y decía que no había ninguna novedá, el tigre dio la orden de avanzar a su tropa.
-Bueno, ¡a la carga! -dijo y avanzó con toda su barra.
El sapo ya había llegado al lugar de la lucha y 'taba esperando.
Entonce entraron ande 'taba el sapo y avanzaron todo el ejército de los grandes, de las fieras. El zorro con disimulo se quedaba atrás, listo para disparar. En primera fila iba el tigre, como jefe. En cuantito asomaron al terreno de la lucha, salieron enjambres de animalitos de flecha, y al primero que agarraron fue al tigre. Y se les prendieron a los animales de garras los bichitos de flechas y los picaron por todos lados ande podían meterse. Y eran las partes que más les dolía, la boca, los ojos, las verijas, el ocote. Todos se revolcaban de dolor y disparaban. El zorro, de lejo no más, cuando vio el desbande, le gritaba al tigre:
-Dispare al agua, tío tigre. ¡Al agua! ¡al agua!, como yo lo hice.
El zorro no había dicho atada, de pícaro.
Y áhi rumbiaron para el lau del agua y se tiraron al agua, y así se defendieron, pero perdieron no más.
Y le ganó el sapo la batalla al tigre. Y todo jue por causa del lío que hizo el tigre.

Nicasio Muñoz, 25 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1987.

Trabajador rural. Ha concurrido a la escuela primaria.

Cuento 524. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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