Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 13 de junio de 2012

El policía observador


Sucedió durante la Dinastía Qing que un comer­ciante fue atracado y asesinado. El gobernador orde­nó a los funcionarios encontrar al asesino en diez días. Sin embargo, transcurrió la mitad del tiempo sin que hubieran encontrado ni siquiera a un sospe­choso. Con el correr del tiempo se sentían cada vez más nerviosos. Desesperados, fueron a buscar a un policía retirado que tenía fama de ser muy perspicaz. El viejo accedió a probar suerte y se puso a trabajar junto a ellos.
En el primer día no encontraron ninguna pista. Al término de la segunda jornada se sentaron agota­dos en una casa de té a la orilla de un canal. El viejo policía buscó un asiento en la ventana y mientras to­maba el té verde, observaba todos los barcos que pa­saban bajo su ventana. Sus ojos, rasgados y de párpa­dos caídos, vigilaban el tráfico fluvial. Cuando se acercó un barco pequeño, algo le llamó la atención. Observó durante un minuto la diminuta barca con una mirada de lince y, de repente, dijo a los demás funcionarios:
-¡Vamos, aprisa! Allí está el asesino. Detened ese barco pequeño. No le dejéis escapar.
Los funcionarios corrieron apresuradamente para detener al barquero, quien durante el interrogatorio confesó el crimen de haber asesinado al comerciante para robarle el dinero.
Así concluyó felizmente el dificil caso. Admira­dos por la perspicacia del viejo policía, los funciona­tíos se reunieron para preguntarle cómo pudo iden­tificar al asesino. Con una amplia sonrisa en la cara, les dijo:
-Cuando se acercó el barco, noté que en la cu­bierta había un manto recién lavado lleno de moscas. Como sabéis, las moscas siempre buscan el olor a san­gre. Aunque con el lavado se pueden quitar las man­chas, el olor no desapare fácilmente. Si el manto no se hubiera manchado de sangre, no sería posible atraer a tantas moscas. Además, observé que el manto fue la­vado con el forro puesto, lo que suponía que tuvieron mucha prisa en hacerlo. En tercer lugar, me di cuenta que el forro era de brocado, que sólo pueden usar los ricos. Un pobre barquero no podría permitirse tal lu­jo. Relacionando estos puntos con el asesinato y el barco, deduje que el barquero podía ser el asesino.
Los demás se miraron entre sí, asombrados de la perspicacia del policía.

005. anonimo (china)

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