Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 11 de junio de 2012

El cuento de la criada


Un niñito le pidió a su criada que le contara un cuento. La criada, una mujer muy afectuosa, no se hizo esperar y comenzó con la narración del cuento que el niño al que cuidaba le había solicitado. Se tra­taba de una ciudad que nunca había existido y donde vivían tres bellísimas princesas; de las cuales dos no habían nacido y la tercera no había sido concebida. Cuando los parientes de la tres encanta-doras prince­sas murieron, decidieron partir para tierras lejanas. Era un viaje largo y penoso. Al cruzar por las ardien­tes arenas del desierto, el calor era tan sofocante que estaban a punto de desma-yarse, todo ello unido a la quemazón que las arenas producían en sus finos y delicados pies. Extenuadas, se refugiaron a la sombra de tres árboles, de los cuales dos no existían y uno nunca había sido plantado. Se alimentaron de los fru­tos de los árboles y reposaron a su sombra reconfor­tante y generosa. Después prosiguieron el viaje. Lle­garon así a la orilla de tres ríos, dos de los cuales esta­ban secos y el tercero no disponía ni de una gota de agua. Las tres dulces princesas bebieron de sus aguas y en sus aguas bañaron sus atractivos y amarfilados cuerpos. Recomenzaron la fatigosa marcha, para poder llegar así a una espléndida ciudad que todavía no había sido edificada. Caminaron por sus calles y alcanzaron de este modo tres palacios, dos de los cua­les todavía ni siquiera habían sido proyectados y un tercero que carecía de paredes. Contentas, las tres princesas accedieron a los palacios y en una de las espléndidas estancias hallaron tres platos dorados, dos de los cuales estaban rotos y el tercero estaba hecho añicos. Fue el tercer plato el elegido para servirse la comida que iban a prepararse: noventa y nueve menos cien gramos de arroz que iban a cocinarse.
Preparada la comida, invitaron a tres ascetas, dos de los cuales no tenían cuerpo y el tercero no tenía boca. Cuando habían degustado la comida los tres ascetas, las princesas comieron el resto de los alimen­tos. Ascetas y princesas estaban muy satisfechos con el sucu-lento banquete que se habían dado.
Una vez la amorosa criada había narrado la histo­ria, le dijo al niño:
-Amiguito, cuando crezcas, recuerda siempre esta historia y te convertirás en una persona sabia.

El Maestro dice: La vida es como este cuento: no es lógica, no es previsible, no es controlable; es como un sueño en la mente del Alma Cósmica. Pero puedes man­tener una actitud clara y ecuánime.

Fuente: Ramiro Calle

004. anonimo (india)

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