Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 29 de mayo de 2012

El zañi [1]

En los tiempos no tan lejanos de nuestros abuelos, cierta vez un criollo llamado Isidro cruzó las montañas hacia el lado argentino para trabajar. Un día atravesaba las pampas a caballo en busca de huevos de avestruz. Cuando hubo recogido unos cuantos los echó en el saco que tenía a ese propósito, y luego de descansar un rato volvió a montar para continuar la recolección.
No había andado más que unos metros cuando se le cruzó un zañi. Isidro se asustó porque el animal, que generalmente huye ante la presencia humana, se comportaba de forma muy rara. Sus movimientos parecían amenazar con la convicción de saltar sobre el anca del caballo, aunque enseguida retrocedía y emitía un espantoso sonido gutural mientras su cuerpo se convulsionaba como si estuviera haciendo fuerza para vomitar.
Repitió estos extraños movimientos varias veces, hasta que el hombre reaccionó y quiso dar por terminada la cuestión, significara lo que significase. Isidro sacó un palo que llevaba entre sus cosas para protegerse y le dio al zañi en la cabeza. El animal cayó y quedó inmóvil por dos segundos, pero de repente volvió a saltar y reinició su estrambótico juego inexplicable.
Isidro, entonces, volvió a darle con el palo en la cabeza, y el zañi a recuperarse. Esto se repitió muchas veces, a un ritmo cada vez más rápido. Pero de pronto el zañi, luego de un palazo, se levantó y se alejó lentamente.
El hombre quedó muy confundido por todo aquello, pero por supuesto siguió adelante con su trabajo.
Recién cuando un buen tiempo después regresó a sus tierras volvió a pensar en aquel extraño suceso. Le contó a su madre lo que le había sucedido con el zañi. Al escuchar el relato, esta mujer, cuya propia madre había sido hija de un longo y conocía mucho sobre las cosas de la gente de la tierra, no tuvo que pensar mucho para darle a Isidro una explicación sobre la conducta del curioso animal.
‑Eso es la apuesta del zañi...
‑No entiendo lo que dice, mama... ‑contestó Isidro aún más confundido.
‑El zañi te había hecho una apuesta ‑le aclaró la madre‑, y si en vez de pegarle le hubieses dicho que hiciera lo que se le antojara, cuando subiera a tu caballo podrías haberle pedido cualquier cosa que desearas, sin importar lo que fuera, y el zañi te la hubiera otorgado.
Inútil es agregar que a partir de entonces Isidro perdió la mitad del tiempo que pasaba en las pampas buscando un zañi en lugar de huevos de avestruz. Y sobra aclarar también que halló unos cuantos, que sólo le otorgaron mordeduras, olor nauseabundo y enojo. Porque la mayoría son tan sólo animales hediondos, y apenas en alguno que otro vive un espíritu benefactor.

Fuente: Néstor Barrón

066. anonimo (patagon)


[1] Nombre mapuche del animal que los chilenos llaman "chingue" (Conepatus chinga), similar al zorrino, de cuerpo robusto y más afinado en su cola; posee un hocico alargado y prominente, orejas y patas cortas, y fuertes uñas. Sus hábitos de vida lo hacen ser un animal nocturno, generalmente solitario y omnívoro. Puede construir su propia cueva, pero generalmente prefiere emplear la de otros animales. La característica esencial de este animal es, sin duda, el terrible olor que expele como forma de protección.

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