Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 29 de mayo de 2012

Ahmed de «son batista»

Saliendo de Valldemossa hacia es girant de Deià, por la ca­rretera flanqueada de añosos plátanos, casi sin dejar el pueblo, a la izquierda, está Son Batista. Las casas de los amos, algo más arriba de la que habitan los aparceros, se llaman -¿por qué?-, ses cases d'es moro y cerca de ellas, una fuente de agua fresquí­sima guarda bajo las piedras de su bóveda leyendas, historias y milagros. Aquí encontraron los valldemosines las hostias del co­pón que los sarracenos robaran en su trágica correría del prime­ro de Octubre de 1552 y que fueron retornadas a la parroquia en solemne procesión. Aquí, cuentan, tuvo Sor Tomasseta -la santa local- visiones divinas y diabólicas y también aquí llegaba cada día Ahmed, a llenar su cántaro, con el agua que le enviaban a buscar sus señores,
Ahmed era un joven esclavo, bullanguero y retozón, cuya dia­ria visita alegraba al amo de Son Batista que le esperaba, como un compás de sosiego en medio de sus trabajosas faenas en la tierra.
Un día, empero, Ahmed llegó con la tristeza pintada en su moreno rostro. Unas lágrimas gordas, de niño, rodaban por sus mejillas y su pena parecía no tener consuelo. El payés quiso saber el origen de aquella inusitada tristeza y Ahmed le contó que al venir hacia el predio, corriendo y saltando, tropezó y rodó por el suelo rompiéndose su cántaro en mil pedazos. «¿Qué voy a ha­cer ahora? -sollozaba-, mi amo me castigará y me dará una paliza cuando vuelva, sin cántaro y sin agua».
-¡Ah, mi buen Ahmed!, ¿qué no haría yo por devolverte tu alegría de siempre? Si todo en este mundo tuviera tan fácil solución... Toma estas monedas, llégate al pueblo y compra otra jarra. Luego la llenas, cómo siempre, y regresas a tu casa. Y ríe muchacho, ríe de nuevo que tiempo tendrás en esta vida para el llanto.
Una noche, Ahmed fue rescatado por una cuadrilla de moros, desem-barcados en la costa, que se llevaron hacia las galeras un nutrido grupo de esclavos, amén del botín producto del saqueo y la rapiña. Uno de los prisioneros era el amo de Son Batista que, al llegar a Argel, fue sacado a la venta en unión de sus compañe­ros de infortunio. Ahmed, que estaba en la subasta acompañando a su padre, rogó a éste que comprara a aquél mallorquín para su servicio y el moro accedió a la petición de su hijo, celebrando así su retorno. Cuando el joven Ahmed se vio dueño de su anti­guo amigo, le devolvió inmediatamente la libertad y le hizo em­barcar de nuevo hacia Mallorca ante los atónitos, ojos del padre que no conocía, aún, la historia de la jarra y de la fuente de Son Batista.
Esta leyenda recogida como las dos anteriores de la tradición oral de una entrañable y querida valldemosina, la hallamos tam­bién situada en Palma, en una versión muy similar. El payés de Valldemossa es sustituido aquí por un sacerdote bonachón cono­cido como es capellá o es capellá moro de Sa Llonja. También a Ahmed se le rompe la jarra y el bondadoso eclesiástico le compra una nueva al desconsolado moro. La trama siguiente y el desen­lace son, a fin de cuentas, los mismos.

Fuentes:
A Componer: Cronicón Mayoricense.
Juan Muntaner Bujosa: Tradiciones y leyendas de Valldemossa. (Separata de Revista núms. XLIII - XLVIII. Palma 1948).
María Mas Boscana, de Ca'n Boscana, Valldemossa.

092. Anónimo (balear-mallorca-valldemossa)







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