Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 29 de noviembre de 2013

La herradura

En una tribu de matacos el cacique sufría de una extraña enfermedad que tenía a todos muy preocupados. Ninguno de los remedios conocidos curaba su mal.
Puyjú, el anciano sabio de la tribu, se ofreció ir a la ciudad de los blancos en busca de ayuda o consejo.
El cacique accedió, pero ordenó a su hijo Allpa que acompañara al anciano. Allpa era muy irresponsable, pero eso no le preocupaba al viejo sabio, su único pensamiento giraba en torno a la solución de los problemas de salud del gran cacique.
Comenzaron los preparativos de la marcha y muy de mañana partieron. Como el trayecto era tan largo, Puyjú fue narrando muchos de los relatos con que mantenía entrenida a la tribu por las noches.
Mientras iba contando tropezó con una herradura.
‑Levántala, quizás nos haga falta ‑le dijo a Allpa.
El muchacho se encogió de hombros y le contestó:
‑Bastante llevamos ya, seguro que sólo nos servirá para aumentar el peso de la carga.
Sin esperar respuesta, la dejó tirada y siguió adelante. Puyjú se agachó y la guardó entre sus vestimentas.
Llegaron a la ciudad al mediodía cuando el sol quemaba las calles sin piedad. La provista se les había agotado y empezaron a sentir hambre y sed. Justo en ese momento pasaron frente a una herrería y Puyjú aprovechó la oportunidad para vender la herradura.
Con el dinero compró naranjas que saboreó con placer. Allpa lo observaba con cara de enojo. Se moría de ganas de pedirle una, pero su orgullo se lo impidió. El anciano siguió comiendo y al rato dejó caer una con disimulo y con el mismo recelo Allpa la levantó y la comió.
Esto se repitió varias veces mientras los dos seguían en silencio.
Finalmente Puyjú consiguió el remedio que buscaban y regresaron.
El muchacho siguió serio, distante y pensativo.
Entonces, el anciano lo abrazó y le dijo con cariño:
‑No te preocupes, no eres el primero ni el último que ha dejado una herradura tirada en el camino.
Allpa sonrió aliviado, descansaron y continuaron la marcha. Al día siguiente llegaron contentos, el cacique pudo tomar el remedio y rápidamente se recuperó, pero su alegría fue mayor al ver a su hijo tan cambiado, sereno y responsable.

Argentina, Paraguay, Chile.


Fuente: María Luísa Miretti

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