Erase una
vez un rey pobre que solo tenia un hijo. Un día llamo al joven príncipe y le
dijo con tristeza:
-Los
tiempos son duros, hijo mío, ¡Ohhh, hasta los topos de palacio están
hambrientos! ¡Ensilla mi fiel corcel blanco y ve por el mundo a buscar fortuna!
El
príncipe obedeció. Cabalgando y cabalgando, para no sentir nostalgia comenzó a
cantar.
-Tu
canción nace de un corazón puro -dijo de pronto el caballo. Y tu sin duda eres
un joven valiente. Por ello te seré fielmente y la fortuna te sonreirá si
sigues mis consejos.
El
príncipe se sorprendió al oír hablar al caballo, pero no hizo ninguna pregunta
y prometio seguir sus consejos. Poco tiempo paso cuando llegaron a un extraño
reino. El caballo golpeo con los cascos el terreno y la tierra se abrió bajo
sus pies. Príncipe y caballo se encontraron dentro de una cueva de oro.
-Aquí nos
debemos separar -dijo el corcel. Ve a la ciudad y hazte pasar en la corte por
un criado. Pero, finge ser mudo. A cualquier cosa que te pregunten responde
"mu-mu". Cuando me necesites, da tres golpes. Obediente el príncipe
se marchó.
Mumu y las tres princesas
La ciudad
hacia donde se dirigía el príncipe estaba verdaderamente triste. De las
ventanas colgaban banderas negras y por todas partes se oían gemidos. Un
pérfido dragón con nueve cabezas había llegado a aquella tierra, en otro tiempo
feliz, y había amenazado con destruir todo el reino si el rey no le entregaba a
sus tres hijas la mañana anterior a la luna llena. Solo se habían atrevido a
desafiar al terrible monstruo los caballeros más valientes, pero ninguno había
regresado con vida. El príncipe conoció estos hechos por los ciudadanos, cuando
iba camino a la corte.
En el
jardín de palacio encontró a las tres infelices princesas. Rosalinda, la mas
joven, era también la más bella. El príncipe corto para ella una rosa blanca y
le sonrío.
-Tu
sonrisa alienta el corazón -susurro ella. ¿Cómo te llamas?
-"Mu-mu"
-contesto el príncipe.
-¡Oh,
pobre mudo! Quédate con nosotras hasta que vayamos al encuentro de nuestro
destino. Nos alegraras con tu sonrisa. El príncipe acepto. Las muchachas le
preguntaban continuamente quien era y de donde venia, pero la respuesta era
siempre "mu-mu". Y por ello le llamaron Mumu. Su sonrisa serenó de
tal modo a las princesas que casi olvidaron el cruel destino que les esperaba.
Pero la ultima noche antes de la luna llena, entre llantos y gemidos, el
príncipe salió en secreto del palacio para ir a consultar a su sabio amigo, el
caballo. -Ahí, en el cajón que esta junto a la pared, hay una armadura mágica
-le dijo el caballo. Antes del alba lucharemos, pero ahora hay que dormir.
Mumu y el dragón de nueve cabezas
Al día
siguiente, antes del canto del gallo, el anciano rey y sus tres desgraciadas
hijas se dirigieron hacia la guardia del dragón. Fueron recibidos por nueve
feroces rugidos y, entre las rocas, aparecieron nueve horribles cabezas.
Las
princesas estaban casi a punto de desmayarse de pánico cuando, como si hubiera
salido de la nada, apareció un caballero sobre un precioso caballo blanco. Con
la visera bajada y la espalda desenvainada, galopaba velozmente hacia el
monstruo. Quien iba a pensar que era Mumu, el paje mudo. El monstruo rugió
furioso, sus nueve fauces escupían fuego al príncipe, pero Mumu no retrocedió.
Con valentía, Mumu golpeo las cabezas del dragón y la sangre salió a
borbotones, pero cuando una cabeza rodaba por fin por el suelo, inmediatamente
aparecía otra. Mumu estaba cansado, parecía que no iba a conseguirlo, pero la
princesa mas joven le lanzo su rosa blanca y rápidamente Mumu volvió a recobrar
las fuerzas para continuar el combate.
Las
cabezas del dragón caían como el trigo bajo la hoz y en poco tiempo todas,
hasta la ultima cabeza, yacían sobre el terreno.
El
príncipe corto la lengua, la puso en su alforja y sin decir una palabra se
marcho a toda velocidad, como había venido. Cuando las princesas, llenas de
jubilo, volvieron a palacio con el rey, Mumu, el paje mudo, estaba junto a la
verja y les saludó con una feliz sonrisa.
-¡Oh, cobarde
ingrato! -le reprochó en broma Rosalinda, nos has abandonado cuando te
necesitábamos. Pero te perdono por tu sonrisa.
-"Mu-mu"
-respondió el príncipe sonriendo. Aquella noche la princesa encontró sobre su
almohada una rosa blanca.
-¿Quién
crees que la dejo allí?
Mumu y la manzana de oro
La
princesa mas joven no conseguía olvidar a su salvador. Se iba debilitando cada
vez más. Por fin, un día el rey llamó a sus hijas y les dijo:
-Ya
pasaron los tiempos tristes, ha llegado la hora de que tengáis un marido.
El rey
ordeno que los príncipes más hermosos de los alrededores fueran invitados al
palacio y puso una manzana de oro en las manos de cada uno de ellos.
Mumu se
mezclo entre ellos y extendió sus manos para conseguir una manzana. El rey
dijo:
-Aquél
que haga rodar su manzana hasta los pies de una de mis hijas, la tendrá como
esposa.
Los
nobles príncipes lo intentaron en vano. Hasta que finalmente, las manzanas de
los dos príncipes más hermosos tocaron los pies de las dos hermanas mayores.
Entonces el príncipe Mumu lanzo su manzana y esta rodó hasta los pies de la mas
joven y más bella. La pobrecilla se deshizo en lagrimas. ¡Con lo que había
soñado con su salvador y ahora el destino quería que se casase con Mumu, el
mudo! Pero el paje desapareció como si se lo hubiese tragado la tierra. Lo
llamaron en vano. Poco después, un hermoso príncipe entró al galope en el patio
de palacio montado sobre un corcel blanco.
-Soy
Mumu, tu salvador y tu esposo -declaró, sacando de su alforja la lengua del
dragón como prueba-. ¡Si no me quieres como esposo, te libero de la promesa
hecha por el rey en persona! Pero Rosalinda se lanzo inmediatamente a sus
brazos.
Así
encontró Mumu su dicha.
En cuanto
a su fiel caballo, desapareció en una nube de humo. Qizas este hoy todavía en
su cueva esperando que alguien solicite su ayuda.
999. Anonimo
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